El príncipe de Dinamarca

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John despertó adolorido, porque lo hizo en el suelo. Se apoyó en sus codos y levantó la cabeza, la luz del día entraba por la ventana e iluminaba toda la habitación. Se levantó con dificultad y dolor en la espalda, encontró sus cosas de estudio sobre el escritorio intactas, así como el libro de Sherlock Holmes. Giró violentamente y observó el cuarto, no había nadie mas que él. Sostuvo su cabeza confundido y se sentó en la cama, ¿todo había sido un sueño?

Greg entró en la habitación y esta enseguida fue invadida por el hedor que emanaba de su cuerpo, se sentó en su propia cama y se quitó los zapatos deportivos.

–Apestan

–Dimos un buen partido, vale la pena

Lanzó los zapatos por ahí y se acostó agotado

–Estoy muerto

Desde su cama Greg giró la cabeza para ver el escritorio de su amigo y saber cuanto trabajo le habían dado, el solo ver esos libros le provocó mas cansancio.

–¿Por qué los profesores hacen eso? Tenemos una vida también

John sintió un deja vú. Se giró para revisar su cama, en el centro encontró la tapa de botella que se hubiera clavado de haberse acostado.

–Ser profesor debe ser muy aburrido

Greg se dio la vuelta y se quedó dormido. John puso la tapa entre dos dedos y la lanzó, rodó hasta abajo de la cama de su compañero y desapareció. Un escalofrío recorrió su espalda. Tomó asiento sobre su escritorio, cerró el libro del centro y lo cambió por otro de la colección que se había traído. Tal vez ese lo había leído demasiado. Pasó los dedos por la tapa de cuero rojo y lo abrió.

💀💀💀

Despertó por la ráfaga de aire frío que se coló bajo su remera. Separó sus brazos que usaba como almohada para estirarse y accidentalmente tiró su lapiz.

–Diablos

–Criaturas malditas, eso son

Se congeló en el lugar al oír esa voz. No era Greg. Giró bruscamente en su silla y encontró a un chico tal vez de su misma edad sentado en el suelo con el balón personal de su compañero entre las manos.

–Que objeto mas peculiar. No es pesado cual roca, pero tampoco ligero cual almohada

John cubrió su boca y luego abrió las palmas y respiró profundo para calmarse.

–No. Tú no... Tú no estas aquí. Esto es un sueño, estoy soñando. Despierta, John

Se dio una bofetada que no sirvió de nada. Volvió a cubrir su boca y miró al chico sin palabras. Era delgado, presuntamente alto, con cabello castaño conformado por rulos y una vestimenta peculiar. Camisa con mangas ensanchadas a lo largo pero entalladas en las muñecas y un pantalon bien ajustado a su cintura.
John tomó el libro que había escogido antes de caer dormido y leyó el título.

–Hamlet... Eres Hamlet

–El mismo soy

John rió sin poder creerlo. Se levantó de la silla, el chico se puso de pie a su vez, no se equivocaba sobre su altura.

–¿Sabes dónde estas?

–Adivino que no en Dinamarca

–Esto es Inglaterra. Siglo XXI

–¿XXI? ¿Acaso he viajado en mi sueño o he muerto y regresado a la vida en un tiempo tan lejano como el comienzo de la Tierra misma?

John asintió lentamente y rió incredulo. Por supuesto que tenía que ser Hamlet.

–No sé como responder a eso

–Tu habla es extranjera. Te expresas como a nadie jamas he escuchado hacerlo. ¿Es así como se comunican en el habla inglesa? ¿Sin clase o respeto por el projimo?

–Sí hay respeto, así es solo como hablamos ahora. ¿En el siglo XXI? ¿Recuerdas?

–Oh, como deseo no poder recordar. Los recuerdos traen oscuridad a mis pensamientos y pesar a mi corazón. El Rey mi padre ha encontrado su final y el dolor de su muerte invade mi mente día y noche. Desde que la luna me acompaña hasta que el sol la releva

Eso no era como escuchar a chicos de teatro en absoluto. John estaba genuinamente cautivado por la poética forma en la que se expresaba el muchacho, tan natural que sentía tener a Shakespeare frente a él.

–¿Qué es lo que atrapó tu interes, mi amigo ingles?

Hamlet se acercó al escritorio y tomó el libro que contaba su historia.

–Una obra escrita de mi persona. ¿Has escrito tú tal documento?

–No. Es una obra de William Shakespeare

–Pena me da no conocer a tal hombre, parece tenerme en alta estima. ¿Quién eres tú?

–John

–¿Solo John?

Hamlet revisó sin cuidado las pertenencias del chico y halló uno de sus cuadernos con etiqueta.

–No eres solo John. Tu nombre está aquí grabado con cuidadosa letra. ¿A qué hace nombre la H aquí escrita? ¡Ah!

El muchacho se acercó a él y le agarró un hombro mientras con la otra mano batía el libro en el aire.

–Eres tú, Horacio mi fiel amigo

–¿Horacio?

John creía que no había peor nombre que el suyo, ahora sabía lo equivocado que estaba. Le quitó el libro para dejarlo en el escritorio y lo miró con una mano en el pecho.

–Soy John. John y solo John

–No os sintais avergonzado por el nombre que tienes. Debes portarlo orgulloso y demostrar que eres digno de llevarlo. Horacio, amigo mío, muerto te creí en su momento. Que dicha me trae verte en pie y con tan buen aspecto

–No soy..

John suspiró rendido. Era inutil razonar con él usando su vocabulario.
Hamlet recogió el balón del suelo y lo sostuvo en el aire con una mano.

–Que bello objeto que aquí poseo. El balance es perfecto y el tacto rígido pero agradable. Dime, ¿cómo llamáis a esto?

–Balón de fútbol

–Balón de futbol. ¿Qué es o dónde queda Futbol?

–Es un juego. Pateas la pelota a través de un campo para llevarla hasta la zona del equipo contrario al tuyo. Si logras meterla en su zona de puntaje mas veces que ellos en la tuya ganas

–Suena entretenido. Quisiera jugar

Colocó el balón en el suelo y alzó el pie.

–No, espera. ¿Qué haces?

Tomó impulso.

–¡Espera! ¡No adentro!

Pateó. Su objetivo era la ventana. Llegó al rostro de John.

וAnti-héroes Literarios•×Where stories live. Discover now