Capítulo Treinta y Seis

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Isabela.

—Papá, tienes que entenderlo, Julio aún no te conoce lo suficiente como para deducir que serías incapaz de hacernos daño, además, tú sabes que es una buena persona.

—Lo es pero...

—Pero nada papá, fue una confusión, y perdón pero ya no quiero seguir hablando de esto—me levante y fui a mi habitación antes de que siguiera dándole más vueltas al asunto, no estaba de humor.

Apenas entré a la habitación me quite ese bañador húmedo y me metí a la ducha, necesitaba sentir el agua caliente sobre mi piel para relajarme un poco, me sentí mucho mejor pero igualmente esa molestia no desaparecía, seguía sintiendo ese hueco en mi estomago y esa extraña sensación de que algo andaba mal, o que iba a terminar mal.

Me deje caer sobre la cama y después de mirar fijamente el techo por unos minutos, me quede dormida.

(...)

Mis ánimos no habían mejorado mucho después de dormir todo el día de ayer, lo único que me alegra es una buena ronda mañanera de canciones, solo por esto me gusta caminar sola al colegio.

Julio me había mandado varios mensajes pero no quise responderlos, no estaba lista, prefería hablar con él en persona y un poco más tranquilos.

Estaba tan feliz cantando que me estampé contra algo, o mejor dicho, alguien, era Julio.

—Veo que ya estás mejor—dice aguantando la risa, adora burlarse de mi torpeza.

—Algo así, tenemos que hablar—la risa desapareció, Julio se aclaró la garganta y se enderezó.

—Si, yo quería pedirte perdón, no debí...

—No tienes que pedir disculpas—lo interrumpí—. No debiste pensar eso de mi papá, pero yo tampoco debí reaccionar así.

—Es normal que hayas reaccionado así, es tu padre, yo lamento no habértelo dicho antes y prometo no seguir investigando más.

—Tranquilo, está bien—sonreí, no era mi mejor sonrisa pero era sincera.

—Eso quiere decir que me perdonas?—no se molesto en ocultar la súplica en su voz y en su mirada, suspiré.

—Si, no debo enojarme contigo por esto, pero necesito que me des un poco de tiempo, no es fácil para mi perdonar y no quiero tener que fingir que estoy bien cuando en realidad no lo estoy del todo.

—Te entiendo, te daré todo el tiempo que necesites—me regaló una cálida sonrisa y después me abrazó con delicadeza, como si pudiera espantarme si lo hacía más fuerte.

Caminamos en silencio el resto del camino, yo seguí escuchando mi música mientras que él observaba todo a su alrededor.

Ya en el colegio cada quien tomó caminos distintos, yo fui directo por mis libros para después buscar a mis amigas, cuando cerré mi locker dos personas a lo lejos llamaron mi atención y al distínguelas no pude evitar soltar un chillido, Guido y Giulia tomados de la mano viniendo hacia mi.

—Ay no lo puedo creer!—corrí hacia ellos y los abracé con fuerza.

—Nos vas a dejar sin aire—se queja Guido, yo me separé con cara de niña regañada y le golpeé el brazo.

—Aguafiestas.

—Infantil.

—Grosero.

—Bueno, ¿que les parece si nos calmamos?—Giulia intervino jalando a su novio del brazo, los tres nos reímos.

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