El Divorcio

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Definitivamente Atenea Vionnet se encontraba atravesando la cuarta etapa del divorcio según la psicología de pareja... Aceptación intelectual. El shock inicial había durado unas cuantas horas, todavía recordaba el dolor que sintió en el pecho cuando, Pablo, su esposo, con quien había estado casada por poco más de cuatro años, le decía que no podía continuar viviendo con ella, que las cosas habían cambiado, y que luego de llorar y gritarle para que no se vaya le termino confesando que había alguien más, ese alguien más resulto ser una estudiante de veintitrés años. Esa noche caótica él se fue del departamento, el cual había sido un obsequio de su padre cuando se recibió de Abogada, ella se quedó llorando en la cama hasta que se quedo dormida, había decidido no llamar a nadie, prefería no tener que hablar del tema.
Cuando despertó al día siguiente, deseó que todo haya sido un sueño, pero enseguida comprendió que no, busco sobre la mesa de luz el celular y le mando un mensaje de texto a su hermana, lo único que pudo escribir antes de empezar a llorar nuevamente fue -"PABLO QUIERE DIVORCIARSE". La respuesta de Eugenia, su única hermana dos años mayor que ella, no tardo en llegar. –"Voy camino a tu casa, todo va a estar bien."
Cuando llegó Eugenia, Atenea era un desastre, aun tenia la ropa del día anterior con la cual había dormido, el cabello estaba totalmente alborotado y la cara estaba hinchada de tanto llorar. Su hermana fue muy práctica, más de lo que ella hubiese sido en la misma situación, y eso que divorcios era moneda corriente en el estudio familiar. Eugenia se había comunicado con su padre, quien había pedido a la empleada que ponga en condiciones la habitación de soltera de Atenea, así que cuando llego al departamento y se encontró con la imagen devastada de su hermana, fue directo a la habitación agarró un bolso Nike que Atenea se había comprado cuando comenzó a tomar clases de Pilates y lo llenó con lo que ella creyó necesario. No opuso resistencia cuando luego de un largo abrazo le dijo que ya era hora de salir de ese lugar.
Cuando llegaron a la casa familiar, Eugenia le preparó la bañera y la hizo tomar un baño, era enero y el calor era sofocante. Una vez dentro de la bañera dejo que el agua de la ducha le pegue en el rostro y se quedo así por un rato, intentando procesar lo sucedido en las últimas horas. No tenía ganas de salir del baño, no quería hablar, trato de extender el mayor tiempo posible el secado e hizo lo mismo vistiéndose. Al salir, fue directamente a su habitación, buscó el celular y miro la hora. Eran las 10:16 de la mañana, pensó en lo que estaría haciendo Pablo en ese momento y tuvo un impulso por mandarle un mensaje, lo hubiese hecho si su hermana no hubiese entrado en la habitación con un vaso de agua y un calmante.
-No quiero tomar nada- pronunció Atenea, y se hizo un ovillo en la cama.
_Te va a hacer bien, es para que puedas dormir un poco.
_ De verdad, no quiero dormir. Estoy bien, estuve pensando y creo que Pablo no estaba hablando en cerio. Tal vez exageré... seguramente cuando se dé cuenta de lo que dijo, va a volver a pedirme perdón.
Eugenia permaneció cayada simulando que acomodaba los almohadones que estaban sobre la cama, pero en realidad sólo intentaba encontrar las palabras adecuadas para comunicarle a su hermana que Pablo decía muy enserio lo del divorcio.
_Hablé con Pablo hoy antes de buscarte_ lo dijo lentamente para ver la reacción de Atenea. _ No creo que sea algo pasajero, me pidió que te diga que hoy va a sacar sus cosas del departamento.
Atenea asintió con la cabeza, en señal que había escuchado lo dicho por su hermana, pero no parecía entender del todo el mensaje. Los días siguientes los paso esperando una llamada o al menos un mensaje de su esposo demostrando preocupación por su estado, pero nunca llegó. Mientras tanto deambulaba por la casa como desorientada, su padre, un abogado prestigioso, quien había quedado viudo hacia sólo dos años, intentaba complacerla como siempre había hecho, se le hacía muy difícil contener el enojo hacia su yerno o mejor dicho ex yerno, así que evitaba el tema, sin embargo ya había llamado al resto de los empleados del estudio para que se encargaran del divorcio, no deseaba que su hija tenga que lidiar con nada de ese asunto.
Al cuarto día de dormir fuera del departamento, se despertó con el sonido de la tormenta, eran las ocho de la mañana por lo que se vistió para ir a desayunar sin muchas ganas, nunca tenía hambre, pero complacía a su padre tomándose un té. Cuando llegó al comedor, detecto que su hermana también estaba en la casa, vestía un ambo colorido con flores bordadas y tenía ojeras debajo de los ojos claros iguales a los de ella, lo que indicaba que había estado de guardia toda la noche. Era médica pediatra, su padre se había decepcionado un poco cuando se enteró que no seguiría el legado familiar, pero luego al ver las excelentes notas que tenia y lo que amaba su carrera comprendió que esa era la vocación de Eugenia.
_Bonito ambo, ¿tuviste guardia? _ intento sonar casual mientras se acercaba a la mesa para saludar a su hermana y a su padre.
La mayor de las Vionnet giró sorprendida la cabeza para ver a su hermana.
_Si, pero estuvo bastante tranquila afortunadamente. ¿Cómo estas vos? preguntó mientras se llevaba una tostada a la boca.
Atenea estuvo a punto de contestar: muy bien, gracias, pero su hermana no sería tan fácil de engañar por lo que contesto con la verdad.
_Pensé que me iba a mandar aunque sea un mensaje preguntándome como estaba, pero evidentemente yo estaba equivocada y no le importo tanto como suponía_ las palabras salieron muy rápido de su boca, como si no quisiera decirlas. _Por la tarde creo que voy a ir al departamento a ver cómo está_ no se animó a decir: voy a ir a ver que se llevó Pablo.
Su padre inmediatamente levantó la vista del diario y dijo _ Ni se te ocurra preocuparte por nada, si hay que comprar todos los muebles y electrodomésticos de nuevo, se compran y listo...
Finalmente, esa tarde no reunió las fuerzas necesarias como para abrir la puerta del decimo B y enfrentarse a lo que había dentro. Sentada en un sillón del jardín recorrió las habitaciones mentalmente, era grande y luminoso, un semi piso de tres habitaciones, con una vista privilegiada de la ciudad. Recordó el día que su padre y su madre se lo obsequiaron luego de rendir la ultima materia, pensó en lo lejos que había quedado esa felicidad... Cuando ella se recibió tenía veinticuatro años y Pablo veinticinco, pero a él aun le faltaba un año más para recibirse ya que se había tomado con un poco mas de calma la carrera que ella. Cuando él terminó decidieron comenzar a convivir, y dos años después se casaron. Fue una gran boda, de esas en donde no falta nada, todo había salido según lo planeado, nunca imaginó que el final sería tan distinto a lo vivido en aquellos días.
La fuerza que necesitaba llegó al día siguiente cuando su secretaria y mejor amiga regresó de las vacaciones, y entró a su habitación sin tocar la puerta, luego que el señor Vionnet la recibiera en la casa.  

No hay edadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora