Octubre de terror

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Los días comenzaban a volverse más cálidos a medida que se aproximaba fin de año, en octubre ya se registraban días con temperaturas por encima de los 30 grados centígrados. Las siestas en el departamento de Atenea comenzaban a ser con aire acondicionado obligatorio. Al igual que las noches de fines de semana que solían pasar juntos. Hacía 3 semanas que Facundo se quedaba regularmente los viernes y sábados a dormir, incluso la joven había dejado un cepillo de dientes extra en el baño por si él se olvidaba el suyo. Procuraba tener avena para el desayuno, ya que se lo habían indicado al deportista para su dieta y evitaba los tener compromisos esos días para poder verse con el joven.

A pesar de los esfuerzos de Atenea por convencer a su hermana para cambiar el día que le propuso salir a comer, tuvo que terminar accediendo porque Eugenia estaba muy complicada con los horarios a cumplir en el hospital. A razón de esto, el viernes 30 de octubre la joven abogada se preparó para comer en la casa de la mayor de las Vionnet. Cuando llegó a la puerta de la casa ya la envolvía una extraña sensación, no tenía ganas de estar ahí, lo cual nunca antes había experimentado. Tocó una vez el timbre y en cuestión de segundos se abrió la puerta.

En cuanto puso un pie adentro de la casa comprendió absolutamente todo, no sólo estaban Eugenia y Marcos, su cuñado, sino también un amigo de ambos, que Atenea creía haber visto en cumpleaños de su hermana.

La hermana mayor, como buena anfitriona, realizó las presentaciones pertinentes y les indicó donde podían sentarse. Atenea quería salir corriendo, sentía que su hermana la había engañado, que había caído en una emboscada. También pensaba en Facundo, no podía hacer como si nada y permitir que su hermana intente oficiar de Celestina.

La primer media hora prácticamente, la menor de las hermanas no habló, miraba en cualquier dirección menos al amigo de su cuñado, quien resulta, se llamaba Gastón, también era médico y al parecer le encantaba mirar películas de terror, jugar al póker online y la pesca deportiva. Nada de lo que decía le importaba a la abogada, quien encontraba mucho más interesante chequear cada tanto el WhatsApp por si Facundo le escribía. Al finalizar la picada de quesos y fiambres, y al observar Eugenia que Atenea se mantenía al margen de la conversación, decidió comenzar una especie de interrogatorio como para darle oportunidad a Gastón de que pueda entablar una charla con ella. Lo cual tampoco resultó ya que Atenea respondía con monosílabos y sin dar posibilidad de profundizar la charla. Antes de servir el postre, la rubia se disculpó y se retiró al baño, necesitaba un tiempo a solas para pensar que hacer. Le escribió a Facundo, quien enseguida respondió que estaba por desocuparse de una comida con amigos a lo que ella le ofreció buscarlo cuando termine.

Cuando salió del baño luego de unos minutos, Eugenia la esperaba fuera.

_ ¿Se puede saber por qué estás siendo tan antipática?

_ ¿Y se puede saber por qué organizas una comida para presentarme a alguien, cuando no estoy interesada?

_ Tenés que superar a Pablo Atenea, y te empeñás en no buscar a nadie. Gastón es un buen partido.

_ Te escucho y no te reconozco... es un buen partido me decís??? ¿Y cómo sabés eso? Además, hablás como si fuese tan fácil, como si fuese algo que se compra y listo. Y por otro lado yo ya estoy con alguien, y no me interesa conocer a nadie más.

_ Atenea te vi... sé que estás con alguien, estabas desayunando una mañana en un café con un chico que podría ser tu hijo. No quiero que sufras de nuevo.

El corazón de la menor de las mujeres parecía salirse de su lugar. Sentía que la sangre comenzaba a fluir con velocidad por su cuerpo haciendo que un calor se apodere de ella. No podía quedarse ahí.

_ Ya escuché suficiente. Me voy.

Antes de tomar su cartera que se encontraba en el perchero cercano a la mesa en donde aún se encontraban su cuñado con Gastón, mencionó unas disculpas y dijo algo de un imprevisto que no dejó muy convencidos a los hombres y salió de la casa.

Quince minutos después estaba llegando a la dirección indicada por Facundo. Tenía tantas ganas de estar con él que apenas se subió al auto lo besó con una intensidad descomunal. Al separarse y arrancar el auto, el joven notó el deseo de Atenea y comenzó a besarla en el cuello. Pero a los pocos segundos de esto, la rubia estacionó el auto en un pasaje poco transitado y abandonó su asiento para subirse a horcajadas sobre el atleta.

El vidrio polarizado y el vestido de Atenea permitió que todo sea más sencillo. La mujer llevaba el ritmo, el cual era intenso, desenfrenado, deseoso de más. Atenea necesitaba sentirlo, borrar esa última dos horas en casa de su hermana. Pasada una medía hora de frenar el auto, este retomó la marcha. Los dos integrantes estaban agotados por lo que al llegar al departamento se ducharon por separados y se dispusieron a dormir.

No hay edadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora