Dos mundos

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Las semanas pasaban y Facundo seguía sin estar bien, su rendimiento estaba intacto en el agua, pero por fuera era el desánimo en persona. Los medios no mentían, las salidas con Candelaria por fuera del predio deportivo eran ciertas, pero nada más que una peculiar amistad había entre ellos. El calificativo de peculiar era, porque si bien, ellos habían tenido sexo, no había interferido en absoluto para que desarrollen un vínculo amistoso posterior. Incluso que hayan compartido cierta intimidad y que luego se sinceraran en cuanto a intereses del uno con el otro, había fortalecido la relación. Él confiaba plenamente en ella, tal vez era porque la alocada chica no le decía sólo lo que él quería escuchar, sin embargo, sabía que ella no se abría tanto como él lo hacía. En determinadas preguntas personales la China había demostrado tener una excelente cintura para esquivar el tema. Lo único que ella respondía a menudo y con lo cual el joven confirmaba sus sospechas que algo ocultaba detrás de su extravagante e indómita personalidad era "que nada de su vida era como todo el mundo creía" pero evitaba dar detalles de a lo que se refería.

En el intento por levantarle el ánimo a su amigo, la joven lo invitaba a menudo a fiestas y eventos, pero estas invitaciones eran rechazadas en su mayoría por el nadador. A fines de abril, en una de esas salidas, Facundo conoció a una de las amigas de la China, la joven que nada que ver tenía con el ámbito deportivo, se llamaba Julia, estudiaba Psicología, era del interior del país, y para mantenerse en la capital Argentina, trabajaba como modelo y promotora y así había conocido a la jugadora de hockey.

A Julia la había conocido una noche en la que, si se quedaba en su departamento, terminaría escribiéndole a Atenea, por lo que aceptó la invitación de Candelaria y fue a un festival vintage que no quedaba muy lejos de su casa. Ahí se encontró con su amiga y recorriendo el lugar se cruzaron con Julia quien estaba como promotora de una bebida alcohólica. Luego de que la China los presente y hablararan por unos minutos siguieron caminando. Cerca del final, la joven atleta recibió un mensaje de Julia en el cual le preguntaba muy interesada por Facundo y así fue como se encargó de auspiciar de celestina. El joven sin mucho entusiasmo asistió a la cita organizada unos días después. Sin embargo, se sorprendió de la soltura de Julia para hablar con alguien que a penas conocía, era simpática, alegre y emanaba una energía que transmitía mucha paz, parecía que nada le afectaba para mal, era un alma libre que decía ¨no tener intenciones de enamorarse sino de pasar buenos momentos con las personas que el destino le ponga por delante. Luego de esas palabras lo convenció de aprovechar un voucher de una noche en un hotel muy reconocido, que le habían dado luego de un desfile que se había realizado ahí mismo.

El sexo con Julia era bueno, pero era sólo eso, buen sexo, no había margen para los sentimientos, ninguno de los dos se contaban detalles de sus vidas, Facundo jamás mencionaba a Atenea a pesar de siempre pensar en ella. No se escribían durante la semana, y cuando lo hacían era con el único objetivo de pasar un buen momento en la cama, como ella vivía junto con otras dos chicas de su ciudad, los encuentros se realizaban en el departamento del joven. La futura psicóloga de veinticinco años resultó no ser, lo que se definiría como una persona sosegada a la hora de estar en la cama. Le gustaba el sexo duro, experimentar con objetos que compraba para los encuentros e incluso en algunas ocasiones le pedía a Facundo que la atara antes de penetrarla.

La chica no tenía ningún tipo de complejo o vergüenza en lo que a sexo respectara, le proponía poses que Facundo desconocía, le gustaba disfrazarse e incluso en una oportunidad mientras se retiraban de una fiesta, a la que habían concurrido con una compañera de estudio de Julia llamada Ana, le ofreció participar de un trio. Al principio la oferta le pareció descabellada, pero luego se dio cuenta que nada lo frenaba. Una hora más tarde compartían el jacuzzi de un lujoso hotel, que habían conseguido luego de que Julia hiciese algunas llamadas. La experiencia fue sublime, hizo todo lo que nunca pensó que iba a hacer. Las mujeres, ambas mayores que él por unos pocos años, lo condujeron a través de un laberinto de placer, en el que en cada esquina descubría algo nuevo por hacer o sentir. Fueron mas de dos horas en los que reinaron los gemidos y suspiros, los cuerpos terminaron sudorosos y extenuados pero satisfechos de placer. Facundo se despertó con el sol dándole de lleno en la cara y cuando miró a su alrededor parecía estar en una película, las dos mujeres aun dormían desnudas una a cada lado. Todo lo que ocurrió luego se hubiese catalogado como extraño si conocían lo que unas horas antes los jóvenes habían hecho en una de las habitaciones, los tres se dispusieron a desayunar juntos en el restaurante, luego volvieron a la habitación, se ducharon, tomaron sus cosas, salieron y se despidieron en la puerta del majestuoso edificio.

A Ana no la volvió a ver luego de esa noche, pero con Julia continuó de la misma forma de siempre, los sábados por lo general eran sus encuentros. Una noche, luego de terminar con una intensa sesión de sexo, Julia salió al balcón para fumar un cigarrillo, llevaba puesta únicamente una remera del joven que le tapaba apenas las nalgas, Facundo se le unió a al minuto siguiente con una cerveza para ella y un vaso de agua para él.

_Me gusta ese tatuaje que tenés en el brazo, ¿es nuevo no? La tinta no parece ser muy vieja. Preguntó la joven mientras le daba una última pitada a su cigarrillo y con la mano libre se acercaba para examinar el dibujo en la piel.

_ Si. Contestó Facundo mientras tragaba saliva al sentir el tacto de Julia. _ Es el último que me hice. Y sin agregar mucho mas ingresó nuevamente al interior del departamento. No quería hablar de ese tatuaje, no quería que le pregunte por su significado, y mucho menos que lo tocara.

Esa misma noche durmió mal, se despertó en varias oportunidades y sentía que estaba incomodo con Julia compartiendo la cama. A las siete de la mañana no aguantó mas y se levantó, era domingo, por lo que se preparó el mate y se sentó mientras miraba Instagram. Cerca de las ocho de la mañana apareció la muchacha ya cambiada y lista para irse. El joven la acompañó hasta la vereda y se despidió, sabiendo que posiblemente no volviera a verla por un tiempo, necesitaba centrarse en los juegos olímpicos y sentía que no iba a lograrlo si seguía intentando olvidarse de Atenea de esa forma. Dedicaría todo su tiempo y pensamiento única y exclusivamente a la natación. Después de todo, ese había sido el motivo por el que Atenea lo había dejado, para que no tenga distractores.

En santa Fe, la abogada y ahora futura mamá no estaba mucho mejor que Facundo. La dosis de felicidad necesaria para no caer en la tristeza se la daba su embarazo. Había tenido su segunda ecografía, Ingrid la había acompañado y se emocionó tanto como ella cuando el médico le comunicó que estaba esperando un varón.

Desde entonces, todos los días, su tía del corazón, como Íngrid solía llamarse le compraba algo, desde un chupete hasta un caballito balancín de madera.

A las diecisiete semanas de embarazo ya fue imposible disimular la panza, no ansiaba cruzarse con ningún conocido a quien darle explicaciones. Si bien la temperatura ya era mucho más fresca, los sofocones propios del embarazo no le permitían disimular con prendas su vientre. Le hubiese gustado lucirse libremente y orgullosa, pero mas que nada prefería el perfil bajo para evitar preguntas sobre el padre de la criatura.

Los ratos en los que se encontraba sola, se los dividía en deliberar con ella misma si debía contarle o no a Facundo, si era mejor antes o después de los juegos, si el la perdonaría por no contarle de entrada y si se alegraría o no por la noticia. Y la otra mitad leía libros de maternidad y pensaba en posibles nombres.

En cuanto a las noticias que relacionaban al joven con la jugadora de hockey, había preferido dejar de leerlas, incluso prácticamente no usaba el celular mas que para utilizar el whatsapp y enviar mails. Evitaba los programas de chimentos y las redes sociales en donde se pudiera chocar con imágenes dolorosas.

Aun faltaban cuatro meses para que Facundo viajara a Rio de Janeiro, y ella debía tomar una decisión sabiendo que posiblemente, si dejaba pasar mucho tiempo el ya no regresara a Santa Fe hasta después de la competencia. Sentía que ya no lo podría mirar a los ojos, que, a pesar de pensar todo el tiempo en él, lo había traicionado al no contarle. La situación la estaba enloqueciendo, debía tomar una decisión urgente, por el bien de ella y el de su bebé.

No hay edadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora