Losing It [PJM × JJK]

Capítulo 36

No estaba de humor para bajar a cenar. Le dije a mis padres que tenía el estómago revuelto y me creyeron, pues venía de una fiesta.

Pero la realidad era que el hecho de no ser correspondido me tenía con la cabeza en cualquier sitio. Me sentía triste. La tristeza hacía que mis ojos dolieran por las posibles lágrimas que trataba de contener y aún así no podía. Odiaba aquel sentimiento, uno que nunca había experimentado. Jungkook era mi pareja, pero de D/s. Y ahora todo el salón creería que éramos novios o algo por el estilo. Estaba en claro ya que follábamos pero el hecho de que Jeon dijo ser una pareja, sin especificar el tipo, hacía que en mi estómago se creara un nudo.
Por un lado, estaba agradecido por qué no había dicho la naturaleza de nuestro trato. No había revelado nada que pudiera dar indicios de yo ser su sumiso o él mi Dominante, y no sólo sexualmente hablando. Era BDSM en estado puro.
Pero también, el mismo hecho de no haber especificado o aclarado lo que había dicho hizo que todo el mundo creyera que era mi pareja. Mi jodida pareja.

Y allí me molestaba, porque estaba feliz con la idea.

¡Debía de estar furioso!

Pero fingir que Jungkook era mi novio hacía que mi corazón se volviera ambivalente. Era lo que quería, pero no era de verdad. Era un simple juego, una broma interna, que hacía de todo menos gracia a mi parecer. Puede que a Jeon Jungkook le divirtiera fingir todo aquello, hacer que todos creyeran lo que veían y aumentar su reputación de chico malo, corrompiendo al Presidente de la clase.

Pero para mi, no era más que la constante prueba de lo que nunca podría tener. Enrostrándomelo en la cara, demostrándome que la vida no es como uno quiere, que no siempre se gana. Que no siempre se consiguen las cosas.

Que no siempre te corresponden. Y dolía como mil infiernos.

Pero yo lo tenía, al final del día. Para mí. A mi merced. Siendo su sumiso.

Y ahora, quería ser su novio.

Me metí a bañar para despejarme un poco, escuchando música y cantando sin importar nada. Llorando en la ducha mientras me lavaba el cabello. Y mientras me secaba. Y mientras me vestía.

Apestaba esto del amor.

Y no sabía si era amor del todo, pues habían pasado apenas semanas, pero si era cariño. Era un acostumbramiento, una adoración por aquel sujeto que estaba conociendo. Me intrigaba conocer más al castaño, ver a sus padres y salir a comer. Juntarnos con el grupo y ver películas hasta la madrugada, bebiendo y riendo.

Me interesaba el chico de casi 19. Y ni siquiera sabía cuando era su cumpleaños.

Jadeé cuando intenté colocarme el bóxer, y me miré al espejo. La marca de la palma estaba allí, contundente y con los bordes remarcados por la piel hinchada. Se podían ver varias manchas rojas, violetas y alguna que otra nalgada, pero esa era impresionante.

Y decidí aprovechar aquella obra de arte marcada en mi piel.