Capítulo 3: Memorias

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Llegó el día del juicio. El primero de tres. Casi todos los involucrados habían tomado su lugar en la sala del tribunal. Solo faltaba el abogado de la defensa. Su puesto estaba vacío. Al lado del asiento, se hallaba el acusado. Suzaku lo había estado examinando en la espera. No tenía el porte de un agresor. Su piel apergaminada, sus mejillas enjutas, su expresión ausente. Bajo la luz artificial, se veía incapaz de matar a una mosca. Lucía como un anciano completamente inocente. Pero Suzaku sabía que no debía guiarse por las apariencias. Este sería el primer golpe contra Britannia de los muchos que vendría. No podía perder. Se lo había prometido a Nina. En la sala del tribunal, el juez se había puesto a leer unos papeles. Se cubrió la boca al escapársele un bostezo. Las personas en el público conversaban entre ellas. No había nada mejor que hacer. Aburrido, Suzaku tamborileaba los dedos sobre la superficie de madera. «¿Por qué demora tanto el abogado Gottwald?».

Coincidiendo con aquel pensamiento, las puertas se abrieron de par en par y a través de ellas cruzó un hombre joven de traje formal negro con su portafolio atrayendo las miradas de todos los asistentes. Lo siguieron hasta que se tendió junto al acusado. Suzaku entró en shock. No era el abogado Gottwald. Era Lelouch. Su viejo amigo de la infancia. «¡¿Qué coño hacía en aquel juicio?!». Este no lo miró, su foco de atención era el juez, pero él sabía que estaba ahí: en el asiento de su oponente.

—Soy el abogado de Taizo Kirihara, Lelouch Lamperouge —anunció el comparecido.

—Abogado, llega media hora tarde. ¿Cuál es el motivo? —le preguntó el juez con gravedad.

—Necesitaba encontrar una evidencia para el juicio, su señoría —se excusó—. No la obtuve, sino hasta ahora. Ya podemos empezar.

No daba una disculpa por el retraso, aunque sí ordenaba cuándo el juicio comienza como si fuera él el juez. Suzaku tenía los ojos desorbitados. Lelouch remató su respuesta con una petulante sonrisa. Acto seguido, se volvió despacio hacia el fiscal. Era su saludo después de diecisiete años. Nadie reparó que justo entonces entró un hombre de cabello castaño opaco. Se integró al auditorio sentándose en la parte trasera. El juez carraspeó.

—Bien. Este es el caso n° 5697 del 2027. Iniciaremos el juicio de un caso aislado en la Corte Central de Pendragón. Fiscal, por favor —indicó el juez. El aludido no se movió—. Fiscal...

El Caballero Blanco volvió a colocar los pies sobre la tierra. Se incorporó.

—Acuso al demandado, Taizo Kirihara, por cargos de agresión sexual.

De nuevo, tomó asiento.

—¿Defensa?

El abogado Lamperouge mantenía fija su mirada en el fiscal.

—La defensa rechaza todos los cargos. El acusado se declara inocente.

Había formulado tantas veces esas palabras que la oración había perdido su significado, pero hoy parecía haberlo recuperado parcialmente. El fiscal Kururugi prosiguió.

—El acusado, Taizo Kirihara, y la víctima, Nina Einstein, estaban en una cena de la compañía con unos compañeros del trabajo en el restaurante Horai cerca de las 7:40 PM. Después de la segunda ronda de bebidas, el Sr. Kirihara alegó que estaba indispuesto y le pidió a la Srta. Einstein que lo ayudara a llegar a su auto. Dijo que llamaría a un conductor y le solicitó que esperara que viniera, conduciéndola así al interior del vehículo. Sin embargo, él jamás llegó. No había registro en el teléfono de una llamada con el conductor. Entrego como evidencia los registros de teléfono de Taizo Kirihara ese día.

El fiscal recogió de la mesa unos papeles y se los confirió al juez. En la pantalla se leía claro que no hubo registro de conversaciones tras las 4: 45 PM.

Code Geass: BloodlinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora