Prefacio

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—Lelouch, ¿puedes contarnos lo que ocurrió la noche del 10 de julio del 2011? —preguntó el fiscal.

—Sí. Estaba con mi hermana en su habitación ayudándola con su tarea cuando oímos que alguien abrió la puerta y sabíamos que era nuestra mamá. Ella despidió a la niñera y entró al cuarto. Estaba nerviosa. Nos dijo que teníamos que irnos y que fuéramos a hacer las maletas. De repente, en ese instante, alguien tocó el timbre. Nunnally corrió para abrirle y mamá quiso detenerla, pero yo le pregunté por qué teníamos que irnos. Ella solo dijo que no era seguro y entonces oímos un disparo y a mi hermana gritar... —Lelouch hizo una pausa en su declaración. Su mirada estaba extraviada en algún punto del tribunal como si estuviese viendo pasar imágenes en movimiento una tras otra. Pestañeó, tomó aire y prosiguió—. Quise ir con ella, pero mamá me ordenó que me escondiera y después salió. Me quedé en la habitación, aunque no me escondí. Me asomé en la puerta. Quería saber qué ocurría. Vi a varios hombres y a mamá. No conocía a ninguno. Uno de ellos le preguntó dónde estaba la tarjeta de memoria. Ella dijo que no la tenía. Entonces, él le dijo que si no decía la verdad iba a abrirle un hoyo en la cabeza como el que le hizo a mi hermana. Mi mamá no dijo nada, así que él amenazó con abrirme un hoyo en la cabeza para que saliera. Sabía que estaba ahí porque había visto mi paraguas en el vestíbulo. Ese día había llovido muchísimo. Tuve que salir —el chico convirtió sus manos en puños. Los tenía sobre los muslos pensando que si los mantenía quietos no temblaría. Su voz se puso ronca—. Ese hombre amenazó con romperme el cuello si mamá no le daba el chip. Ella pidió que me dejara ir. Él no hacía caso. No tuvo más remedio que dárselo, pero no me dejaron volver con ella. El hombre sacó su teléfono y llamó a alguien. Le dijo que ya tenía la tarjeta y le preguntó qué hacer con nosotros. Escuché una voz responderle. Le dijo que se deshiciera de nosotros —y, por primera vez en toda la la narración, Lelouch dirigió su atención a la sala. Sus ojos empañados de lágrimas se encontraron con la mirada acerada de un hombre sentado al fondo de cabellos plateados largos y piel color hueso—. Fue su voz.

Los susurros crepitaron en la sala del tribunal desplazando al silencio sepulcral que reinaba hace segundos. Era de esperar que esto sucediera. La admisión como evidencia del testimonio del joven Lelouch Lamperouge, el hijo mayor de la víctima, había sido objeto de controversias. Las opiniones se dividían entre aquellos que aplaudían la valentía del chico y quienes cuestionaron la decisión de la corte; pues, pese a que Lelouch era reconocido como un prodigio, era un niño. No estaban seguros de que pudiera testificar. Pero allí estaba, en el estrado, y había declarado con lujo detalle, lo cual había sido tan sorprendente como escalofriante. Claro, siempre habrían escépticos que pensarían que todo fue preparado.

Más allá del creciente bullicio y el martilleo del mazo del juez, Lelouch acopiaba esfuerzos para reprimir las lágrimas. Sus respiraciones eran irregulares y rápidas. Su corazón latía aceleradamente. Con todo, le sostuvo la mirada al hombre canoso, que no se había inmutado ante la acusación. Entonces, el abogado Gottwald saltó de su asiento atajando el relato del testigo:

—¡Objeción, su señoría! El testigo está especulando. No puede afirmar sin evidencia sólida que lo respalde.

—Aprobado —consintió el juez—. Testigo, limítese a describir lo que vio y escuchó.

Lelouch asintió con la cabeza pesadamente.

—El hombre colgó. Parecía que nos iba a dejar ir, pero me apuntó con su pistola otra vez. Mamá adivinó lo que iba a hacer y le pidió que me perdonara la vida. Él se disgustó y le pegó una y otra y otra y otra vez —masculló entre dientes, como si estuviera mordiendo las palabras por el odio—. Le pedí que parara. Recordó que tenía que matarme. Uno de sus hombres trató de impedirlo, pero él estaba decidido a cumplir sus órdenes. Fue cuando mamá lo enfrentó. Me ordenó que corriera lejos y me pusiera a salvo. Yo no podía moverme. No quería dejarla sola ni a ella ni a Nunnally. Me acordé de que le habían disparado. Había muchísima sangre. Sus gritos de dolor y la pelea me distrajeron. Entonces él le disparó —en el final de la frase, le había faltado el aire para articular la palabra con mayor fuerza. Lelouch se aclaró la garganta para concluir su testimonio en un hilo de voz agudo—. Y mamá cayó. Quise correr hacia ella cuando alguien me agarró. Fue ese hombre que quiso detener al asesino. Me llevó lejos. Aunque no sirvió de nada porque nos alcanzaron después. Lo siguiente que recuerdo es que cuando abrí los ojos, estaba en el hospital. Mi hermana estaba en el cuarto de al lado y mi mamá estaba..., estaba...

Code Geass: BloodlinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora