Capítulo 25: Padre e hijo

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—¡Suzaku! —había soltado Lelouch—. ¡Yo voy a destruir a Britannia!

Al susodicho se le había escapado un jadeo ante semejante declaración de intenciones. «¿Dijo que haría qué?». El niño miró de hito en hito a su amigo. Tenía los ojos acuosos, las mejillas encendidas y los puños apretados. Su respiración afanosa ahogaba el silencio del pasillo. Su postura y la determinación en su voz prevalecieron sobre su incredulidad.

—Pero, Lelouch, ¡nada ni nadie ha sido capaz de derrotar a Britannia Corps! Ni siquiera sus mismos competidores. Es una empresa muy poderosa y antigua. ¿Cómo vas a destruirla?

—Nada ni nadie había sido capaz de derrotarla porque no tenían una razón real para hacerlo. Yo sí —afirmaba, contumaz—. Haré real lo imposible. Si no me vas a apoyar, no me estorbes ni me desanimes. Al menos. No me gustaría quitarte de en medio.

—¡Lelouch! —gemía Suzaku, herido.

—No apartes tus ojos de ese edificio —le ordenó cortante, señalando con el dedo a Britannia Corps—. Algún día se caerá y con él se irá la dinastía de los Britannia.

Concluida su advertencia, Lelouch se marchó precipitadamente levantando una corriente fría que hizo estremecer a Suzaku al pasar junto a él. El niño permaneció quieto cual si lo hubieran atornillado al piso. «Si vas a destruir a Britannia Corps; si la ley es cómplice de los culpables; entonces yo..., yo..., ¡yo cambiaré el sistema!», se había jurado el chico. Desde ese día, había estado trabajando de manera infatigable para cumplir esa promesa; empero, había sufrido una ligera desviación.

Suzaku entornó los ojos y fue herido por una luz blanca. Sus pupilas se apuraron en refugiarse detrás de sus párpados. ¿Qué sucedió? Sentía que estaba en una superficie dura, y acolchada y que tenía la nariz congelada. Alguien había prendido el aire acondicionado. Podía reconocer el zumbido que emitía la máquina, así como también un pitido que sonaba a su izquierda. En su apartamento no había tal cosa. ¿En dónde estaba? Suzaku se animó a volver abrir los ojos. Esta vez lentamente. Los fue abriendo y cerrando, en tanto se acostumbraba a la iluminación del sitio. Intentó enderezarse y algo tiró de su brazo: se fijó que tenía clavada en el brazo una agujada intravenosa. Estaba en una cama desnivelada con barras en un cuarto verde. ¿Era un hospital? Suzaku recordó el incidente en la licorería y su pelea con Lelouch en su apartamento —bueno, su aparente pelea con él—. Suzaku se observó las manos. A sus nudillos ásperos y prominentes le habían salido unas pequeñas costras. Nada alarmante. Lesionarse era común al entrenarse en artes marciales. Eso dejaba a la puñalada como su herida más grave. Suzaku se alzó la orilla de la camiseta que le habían puesto y avistó los puntos de sutura en su costado. Suzaku se pellizcó el puente de la nariz con malestar. En esto, abrieron la puerta. Se asombró al ver entrar al comisionado Tohdoh.

—Conque te despertaste —lo saludó con su habitual tono apacible—. ¿Cómo te encuentras?

—No muy bien —contestó—. ¿Por qué estás aquí? ¿No deberías estar en la estación?

—Estoy donde hago falta. No quería creerlo cuando me llamaron —confesó el comisionado Tohdoh, arrastrando una silla y sentándose—. Las últimas noticias que he tenido de ti no han sido buenas.

—Ya debieron contártelo todo, ¿no?

—No cómo te apuñalaron —refutó el comisionado negando con la cabeza—. Esa es la parte que no he podido resolver.

Suzaku vaciló. No quería tener esta plática. Sabía cuáles eran las noticias que divulgaban de él. Las leía en internet. Que hubiera perdido el sentido en la licorería debía ser la confirmación a esos infames rumores. Suzaku se dijo para sus adentros que no iba a arruinar su reputación. No había más que pudiera destrozar, en honor a la verdad.

Code Geass: BloodlinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora