Capítulo 44: Jaque mate

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Jeremiah Gottwald era el primogénito de una familia de clase media alta. Hijo del dueño de una casa de corretaje y una directora asociada del Centro Médico de Britannia y hermano de una excelente y amada estudiante. Llevó una vida feliz hasta que su padre fue arrestado bajo sospecha de ser un estafador y de cometer fraude, lavado de dinero y otros delitos financieros. Esto hundió en la desgracia a toda la familia al ser convertidos por los medios en objeto de escarnio público e indujo a su padre al suicidio mientras estaba en custodia. Jeremiah juró limpiar el nombre de su padre probando su inocencia y se matriculó en la escuela de derecho.

Estudió arduamente y se graduó con honores. Gracias a sus conexiones, se unió a la división legal de Britannia Corps donde conoció a Marianne Lamperouge. En ese entonces era la líder del equipo y tenía la costumbre de recibir a los nuevos activos preguntándoles por qué habían escogido la abogacía y Jeremiah no fue excepción a la regla. Se sinceró con ella. A decir verdad, fue la única persona a la que le contó su motivación para ser abogado. Marianne quedó intrigada y le deseó buena suerte obsequiándole una pequeña estatua de la Dama de la Justicia, idéntica a la que conservaba. Jeremiah apreciaba el valor de esa alegoría. La balanza equilibrada representaba la igualdad ante la ley; la venda sobre los ojos, la imparcialidad y la firme espada, el poder coercitivo de las instituciones. En conjunto estos símbolos expresaban la búsqueda de una evaluación precisa, objetiva y equitativa a fin de determinar una sentencia correcta. Lo que Jeremiah anhelaba para su padre. Así pues, entretanto trabajaba en el equipo legal de Britannia Corps, investigaba en privado el caso de su padre. La pesquisa arrojó una irrevocable y funesta conclusión: las acusaciones eran ciertas y, por extensión, era justo el arresto. Jeremiah sufrió una crisis que lo llevó a renunciar a su empleo. Marianne lo disuadió a tiempo y lo animó a buscar un nuevo propósito. Por consejo de ella, Jeremiah se tomó unas vacaciones para reflexionar. Al volver, descubrió horrorizado que su mentora fue asesinada. Jeremiah solicitó con ahínco su caso y, como el lector ya está al tanto, lo ganó.

Ese triunfo le brindó una resolución: se construiría una reputación tan grande que enterraría todos los crímenes de su padre. De ahí en adelante, se las arregló para salir victorioso en sus batallas judiciales. Paulatinamente, se granjeó el respeto de sus colegas y el apellido Gottwald se liberó del oprobio. Jeremiah había logrado su objetivo y no se sentía satisfecho. ¿Por qué? Sabía el porqué, aunque se resistió en reconocerlo. Poniéndose al servicio de Britannia Corps, había profanado los símbolos que dieron forma al significado de la justicia: la desequilibrada balanza representaba la desigualdad entre los hombres; la espada rota, el miedo frente a la aplicación de la ley de Britannia Corps y la venda teñida de sangre, la deliberada ignorancia de la verdad. Jeremiah se había vuelto un agente de la iniquidad. No era digno de ser abogado. Era un impostor al igual que su padre. Por eso, Jeremiah se arrancó del pecho la insignia del colegio de abogados que había exhibido con orgullo y botó el regalo de su mentora.

Jeremiah había vivido por años deshonrado. Ahora tenía la oportunidad de recuperar su honor corrigiendo sus errores. De ahí que Jeremiah hizo llamar al fiscal Kururugi para pedirle que viniera. Aún estaba en el hospital en estado convaleciente. La puñalada que Lelouch le metió en la garganta dañó sus cuerdas vocales. Tanto así que Jeremiah no podía hablar los primeros días que estuvo internado. De hecho, apenas consiguió articular palabra en bajo volumen. Lo recomendable era que reposara más tiempo ya que si usaba la voz por un prolongado periodo, acabaría agotándose. El médico le indicó que podría hablar con normalidad en el transcurso del tiempo, pero no podría cantar ni forzar la garganta nunca más. A no ser que tuviera un micrófono, parecía improbable que pudiera desenvolverse en el juzgado otra vez. Jeremiah no le dio importancia. Con su voz, había salvado a varios culpables. Lo consideraba el castigo perfecto para él. El fiscal Suzaku Kururugi atendió a su llamado y se asomó en el quicio de la puerta de su cuarto en el hospital, estaba acompañado por otro fiscal.

Code Geass: BloodlinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora