Capítulo 21: Caída

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Milly citó a Kallen en su apartamento por la mañana. Sin adelantar detalles para no arruinar la sorpresa, le dijo que tenía información de interés. Kallen respondió que estaría ahí en veinte minutos. Enseguida, se preparó y partió a su encuentro con Milly, que ya estaba esperándola con dos tazas con café que recién había hecho. Kallen aceptó la suya de buen grado. La había asaltado la impresión de que iba a ser un día bastante largo. Se instalaron en la sala y Kallen aprovechó para echar un vistazo al sitio. Era pequeño, confortable y organizado. Exactamente lo opuesto a su habitación en que había regadas por doquier botellas de agua mineral, bragas, sostenes, mancuernas, envolturas de barras alimenticias y una que otras trituras, libros, hojas sueltas. Un desastre bien ordenado ya que, a pesar de todo, sabía en dónde estaba cada cosa. Resultaba que la información que Milly deseaba compartirle concernía a las protestas de los trabajadores de Britannia Chemicals por las peligrosas condiciones laborales que repercutían en su salud. Nada que Lelouch no estuviera al tanto. A la inversa de ella. Milly le reveló que los empleados habían introducido una demanda, que no procedería a no ser que la compañía hiciera lo correcto. Ambas tenían claro que los altos mandos no darían su brazo a torcer. De hecho, ya estaban tratando de persuadirlos de retirar la demanda sobornándolos...

—...A una señora trataron de ofrecerle el pago por la matrícula de su hijo en la universidad. Ella se negó, por supuesto. Si los sobornos no surten, Britannia Corps tendrá que apelar a la fuerza —Milly remojó un trozo de pan en el café y se lo engulló—. Ya esa pobre mujer está confinada a vivir entre tratamientos —dijo, cubriéndose la boca llena—. Britannia Corps no puede joderla más, excepto si logran que la corran del hospital o amenacen a su hijo.

—Como si no estuviera pasándola mal por su enfermedad, debe preocuparse por su hijo.

Kallen se preguntó si su hijo sabría que su madre estaba internada en un hospital. Sabía que si su madre estuviera en esa situación le habría ocultado todo (técnicamente, fue lo que hizo hace diecisiete años). Si bien, le hubiera dolido que la excluyera, habría entendido por qué.

—Es difícil ser madre en estos días —comentó, limpiándose las migas que le habían quedado en las comisuras de los labios con el dedo—. ¿Te gustaría serlo?

—Estoy abierta ante la idea y si llegara a tener un hijo me gustaría fomentar en él o ella amor por sus raíces japonesas. Sin embargo, odiaría criarlo en un ambiente en donde lo marginen por ser japonés y, más aún, odiaría tener que enseñarle a esconder su identidad para que tenga una vida digna. Es injusto —expresó Kallen con una voz extrañamente lejana, pues una parte de ella estaba allí con Milly y otra estaba perdida en sus reflexiones.

—Lo es —coincidió Milly cruzando las piernas—. Yo pienso más o menos igual. Nadie con un poco de sentido común criaría a sus hijos aquí.

—Afortunadamente, hay personas que están trabajando para cambiarlo.

—Eso también es verdad. ¿Fue por eso que te uniste al bufete de Lelouch?

Lo cierto era que las razones de su asociación con Lelouch eran personales. Estaban ligadas a su ferviente deseo de traer justicia para su hermano. Sus motivaciones, sus creencias y sus objetivos comulgaban con los de Lelouch. Kallen había sido muy consciente de ello. Una vez se preguntó para sus adentros si sería posible que sus caminos se encontraran en algún mundo paralelo en que sus familiares no hubieran muerto y no serían impulsados por la venganza.

—En gran medida, sí. ¿Tú y él son amigos desde hace varios años?

—Sí. Asistimos a la misma escuela, la Academia Ashford, y prácticamente crecimos juntos...

—Conque fue a vivir contigo y tu familia luego de que falleció su madre —observó Kallen.

—¿Te contó eso? ¡Vaya! Entonces su relación es más estrecha de lo que pensé —exclamó la mujer con una sonrisa rutilante. Kallen frunció el ceño sin comprender. Milly dejó su taza en la mesita auxiliar—. No me malinterpretes. Cuando Lelouch fue acogido por nuestra familia, su mundo giraba en órbita a su hermana, al ajedrez y a las apuestas. En ese orden. Le costaba abrirse a las personas y rara vez ponía atención a su entorno. Si no fuera porque yo misma lo inscribí en nuestro consejo estudiantil, no hubiera tomado la iniciativa por su cuenta. Con los años fue mejorando, pero aún mostraba esa falta de interés. No sé si me hago explicar. ¿Me creerías si te dijera que tuve que hacer de cupido para unirlo a su primera novia?

Code Geass: BloodlinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora