Sucedió una semana desde el juicio por el asesinato de Euphemia li Britannia. Los ciudadanos de Pendragón no se habían tomado bien la resolución del caso y se alzaron en protestas. Un grupo se plantó de cara a la fiscalía y el tribunal sosteniendo en alto sus carteles, mientras un vocero exigía justicia para Euphemia mediante un altavoz. Cuando el juez Calares o el fiscal Kururugi pasaba por allí, la muchedumbre les arrojaba huevos podridos y los abucheaba. En las redes sociales, la tensión hervía con más intensidad.
Tampoco Lelouch se salvó de la furia de la gente de Pendragón. A su hermoso volvo negro le destrozaron las ventanas y lo rayaron. Fue una sorpresa desagradable. En la fachada de su despacho, llegaron a escribir: «Asesino». Incluso le habían enviado amenazas de muerte. Lelouch fue bastante tolerante. Su verdadera preocupación radicaba en que sus atacantes agredieran a Nunnally como un acto de represalia contra él. Además, tenía otros problemas en los que pensar como las confusas pesadillas que asediaban sus noches, que mezclaban la muerte de Euphemia y la tragedia en que perdió a su madre, y el misterioso Proyecto Geass, del que menos tenía idea a medida que avanzaban los días. La pandilla de Tamaki no había tenido éxito rastreando a Mao y Lelouch era incapaz de planear sus movimientos sin una mente despejada. Se engañaría a sí mismo si dijera que no lo esperaba. Aun cuando el fiscal no hubiera retirado los cargos, aun cuando el juez lo hubiera exonerado, recibiría un veredicto de «no culpable», no de «inocente» —conceptos claramente diferentes—. Era un estigma que lo perseguiría toda su vida. Inclusive perjudicaría su carrera de abogado (en ese instante, Lelouch se alegró de que Kallen fuera abogada y formara parte de su bufete). Todo esto le sentaba amargo, así que, para afinar el paladar, comenzó a ingerir zolpidem. La relación de Lelouch con las drogas no era para nada nueva. Cuando estudió en la universidad, siempre tenía. No para ingerirlas; sino para venderlas y un buen vendedor no consume su propia mercancía. Las drogas eran la manera más efectiva para trabar amistades y para obtener cierta información y Lelouch estaba bastante interesado en eso.
Los mismos medios que habían dado pie a la cacería contra él se encargaron solitos de soterrar el asesinato de Euphemia bajo una montaña de nuevas noticias: el número de desaparecidos aumentaba como la espuma y la corrupción y la delincuencia no perdonaban ni una noche. Un cadáver sin identificar fue rescatado de la alcantarilla recientemente. Todo parecía indicar que era un hombre que había sido asesinado y llevaba dos meses muerto, de acuerdo con el informe de la autopsia. El reporte indicó que había recibido tres impactos. Pero Lelouch sabía que eran cinco porque él los había contado cuando descargó el arma. Al poco tiempo, se averiguó que se trataba de uno de los guardaespaldas del presidente Schneizel, lo cual avivó el pánico entre los ciudadanos. Hasta ese punto, los desaparecidos eran indigentes, prostitutas y drogadictos, ¿ese era su destino? ¿Significaba que nadie estaba salvo? Si las instituciones eran incapaces de protegerlos, sus esperanzas se concentraban en Zero.
Por las calles se propagaban las historias de Zero. Al principio, se limitaban a contar cómo había atrapado a los malhechores. Abundaban distintas versiones. En todas no hizo ninguna falta la sangre y la violencia con que se formaron los narradores, lo cual derivó en cuentos grotescos. Después las historias divagaron más al describir las hazañas de Zero combatiendo contra la injusticia y el caos. Cada vez era más frecuente toparse con niños vestidos con sus disfraces improvisados del justiciero enmascarado jugando a encarnar sus aventuras. Ni sus padres ni sus maestros ni nadie les decían nada, ¿por qué iban a hacerlo? Si habían sido los primeros en sucumbir a los encantos de Zero.
A Suzaku le hervía la sangre reconocerlo; mas no podía desmentirlo cuando la verdad era del tamaño de un sol. En este lapso, se dedicó en cuerpo y alma a la investigación del vigilante. Había perdido en el juicio del exvicepresidente Kirihara y el de Euphemia, ese caso era todo lo que tenía y si fracasaba otra vez no solo se fallaría a sí mismo, sino al país, a su gente. Era una amarga derrota que no podía permitirse. La policía había procesado la escena en que Zero apareció por última vez; así como la caja en que había sido encerrado Lelouch y el CCTV de la estación. La grabación enseñó la placa del camión que Zero manejó; sin embargo, tal como ocurrió en la vez anterior, fue una pista que los llevó a otro callejón sin salida, pues en unas calles al este la policía halló al vehículo. Respecto a la caja, el análisis dactilar resultó negativo. El detective Asahina estaba centrando todos sus esfuerzos por identificar la marca de la caja creyendo que podría trazar un camino que lo guiara hasta Zero. Suzaku, por otro lado, estaba en seguimiento de otra pista. Cuando Lelouch estaba bajo custodia durante el desarrollo del caso de Euphemia li Britannia, pidió al técnico forense analizar la ropa que traía. Si realmente hubo una confrontación entre Zero y Lelouch, debía haber una transferencia. Su deducción había sido correcta. En su ropa había un pelo verde que de seguro le pertenecía a Zero. Ahora, necesitaban la muestra de ADN de algún sospechoso. Sintiendo que la suerte le sonreía, el buen fiscal creyó que podía obtener más información de dicho pelo y lo envió al departamento de rastreo. Los resultados fueron alentadores: había rastros de un champú Oribe de edición limitada. Era un producto costoso e importado que tan solo podía ordenarse directamente y dado que a duras penas unos cuantos lo compraban, la inspectora Croomy logró obtener la lista de personas que lo solicitaban.
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Code Geass: Bloodlines
أدب الهواةLelouch Lamperouge era apenas un niño cuando su familia fue destrozada delante de él por orden de Charles zi Britannia, el presidente de Britannia Corps, la empresa más poderosa de Pendragón. Diecisiete años después, Lelouch regresa a su ciudad de o...