Capítulo 26: Perdón

72 6 16
                                    

Era la hora feliz cuando los pintorescos miembros del bufete de abogados entraron en el bar. Se instalaron en una esquina al fondo junto a la ventana. Eran seis personas, así que juntaron dos mesas para que todos pudieran sentarse. Visto que era el jefe y el anfitrión, Lelouch invitó la ronda. Coñac para él. Whiskey para Suzaku y C.C. Cerveza para Urabe y Rolo. Sake para Kallen. El mozo les sirvió con destreza. Lelouch oteó de reojo cómo el alcohol ascendía y la corona de espuma blanca aumentaba hasta sobresalir por el borde. Bebieron de una sentada. El alcohol les picó en la garganta, después bajó por la faringe y el esófago y se asentó en sus estómagos aliviando la tensión. Los tranquilizantes que Lelouch ingería por las noches para dormir producían el mismo efecto salvo que tardaba más. Las ansias por revivir esa sensación arañaban sus entrañas, induciéndoles a pedir otra ronda ¡y joder! Los embistió una necesidad tremenda de engullirse una piscina entera. Entre trago y trago, las horas fueron sucediéndose.

A C.C. le dieron ganas de cantar. Cogió una botella de whiskey vacía y fingiendo que era un micrófono se trepó a la mesa y se clavó una melodía sensual que hechizó a todos. Lamentaron su final. C.C. le pasó el «micrófono» a Kallen. Ella arrancó con timidez. Nunca había cantado para nadie, más que para sí misma en la ducha. C.C. pidió prestada una pandereta y se puso a tocar. Las alegres notas de la pandereta, los aplausos de Urabe y las sordas exclamaciones de euforia de Suzaku imbuyeron a Kallen de confianza. Se dejó llevar y acabó bailando. C.C. intentó sacar a bailar a Lelouch y a Suzaku sin éxito. Para cuando fue el turno de Rolo, ellos no pusieron tanta resistencia. En gran parte, el alcohol los había hecho ceder. A la izquierda, C.C. y Lelouch bailaban agarrados del brazo. De igual forma bailaban Suzaku y Kallen, a la derecha. Urabe tocaba la pandereta. Rolo cantó sorprendentemente bien. Luego, animaron a Lelouch a cantar. Al principio, se negó, empero su ego no le permitió hacerse el de rogar por demasiado. ¿Cómo estuvo? Fenomenal. Nadie esperaba lo contrario, honestamente. Tenía un color de voz precioso y lograba hacer los falsetes. El personal de la firma se aprendió rápido el coro y lo cantó junto a su líder.

—Voy a mirar el brillante y hermoso cielo azul —cantaba—. He decidido abrir la puerta que quise cerrar. ¡Esa razón que creí que iba a cambiar toda mi realidad estuvo siempre cerca de mí!*

Al llegar el turno de Suzaku, declinó. No era buen cantante como sus predecesores. No quería destrozar los tímpanos de sus colegas. Ahí terminó el karaoke y notaron la aplastante ola de calor sobre ellos. Nuestros queridos perdedores dejaron caer su peso en sus asientos. Estaban sudorosos. Cantar y bailar les había robado las fuerzas. Ordenaron otra ronda. Habían perdido el número por la cual iban. Les urgía hallar una nueva forma de matar el tiempo. A alguien, sería imposible recordar quién, se le ocurrió readaptar las reglas del juego de la botella. En lugar de que quien la hiciera girar tuviera que besar a quien señalaba la botella, debía formular una pregunta a esa persona y el interrogado estaba en la obligación de contestar con franqueza (eran cuatro hombres y dos mujeres y todavía les quedaba un átomo de sobriedad: no iban a ponerse tontamente en situaciones embarazosas, si lo podían evitar). Aceptaron jugar. Tenían una larga noche por delante y ninguno de ellos quería regresar a casa y pensar en sus propios problemas ni abandonarse a la soledad. Las preguntas no fueron tan incómodas como algunos temieron que serían. Un par fueron realmente interesantes. Tal vez se debiera a que el alcohol enturbió sus mentes, excepto la de C.C. que tenía suficiente lucidez para lanzar alguna pulla o pregunta jugosa como en este particular en que Kallen fue su víctima.

—... ¿Alguna vez has tenido sexo casual?

Kallen borboteó el vermut sobre el vaso que estaba bebiendo. Sus orejas y sus mejillas habían enrojecido. Todos sabían que el alcohol no fue la causa.

—No, nunca. Aunque si alguna vez conociera a alguien que me atrajera, tal vez lo haría.

—Y si hubieras conocido a Lelouch en un bar y no frente a su apartamento y habrían tenido una buena plática, ¿lo habrías llevado a tu cama?

Code Geass: BloodlinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora