Capítulo 13: Caín

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Euphemia se había ido. Las pinturas, el carboncillo, la paleta, los pinceles se quedarían en su habitación sin utilizarse. Ya no pintaría de nuevo. Su gentil belleza no volvería a deslumbrar al mundo. No mostraría su tierna sonrisa nunca más. Al igual que las estrellas fugaces cuando caen del cielo, así la dulce Euphemia había cruzado por la vida de las personas que la amaron habiéndoles deseado la felicidad. Ahora su alma retornaba al cielo estrellado que la vio partir.

Kallen libraba una lucha contra la resaca desde que había abierto los ojos esa mañana. Intentó incorporarse para ir al bufete y el vértigo la clavó en su cama. Ohgi le pidió quedarse por ese día, indicándole que Lelouch lo entendería. La mujer obedeció. No porque quisiera. No tenía fuerzas para discutir ni trabajar. La habitación le daba vueltas y su cabeza ardía. Eso significó que permitió que Ohgi la cuidara como si fuera una adolescente otra vez. Fue alrededor de la tarde cuando los efectos de la resaca se atenuaron.

El sudor en las sábanas y el pelo revuelto sobre la almohada hedionda la impulsaron a mover el trasero a la sala, donde se sentó en el sofá con las piernas cruzadas y descalza y encendió la televisión para olvidar el zumbido en los oídos. Se colocó una camiseta que le llegaba hasta el ombligo y unas bragas. No obstante, su frágil paz pronto se vio atormentada por fragmentos de los recuerdos. ¿Debería decirle a Ohgi? Era el mejor amigo de su hermano; le afectó tanto como a ella su desaparición. Por otra parte, ¿qué iba a decirle? Lelouch asumió la probabilidad más alta ya que fueron alcanzados por los matones de Charles zi Britannia. No los vio matarlo ni dónde lo enterraron. Ella era una niña entonces y Ohgi, un adulto joven. Tuvo que suponer que estaba muerto. Nadie permanece tantos años desaparecido. Aun si le decía que habló con la última persona que estuvo con Naoto, no cambiaría nada. Tampoco quería contar la trágica historia de Lelouch. No era chismosa. En el mar de sus pensamientos, saltó algo a su vista en el canal de noticias mientras hacía zapping: el Sr. Kirihara había muerto. Al parecer, asaltaron su casa, él estaba presente y los ladrones se deshicieron del obstáculo.

Kallen comenzaba a inclinarse para fijarse más en los detalles, cuando Ohgi puso una botella de agua mineral en la mesita auxiliar desviando su atención. Pasó por delante y se dejó caer al lado de ella. Kallen abrió la botella y le dio un sorbo.

—¿Te sientes mejor?

—Bastante. Gracias —suspiró ella, cansina, depositando la botella sobre la mesa—. Lamento los problemas.

—Está bien. A veces perdemos el control. Naoto se ocupó de mí en mis borracheras que eran pocas, no vayas a creer... —se apuró en agregar tartamudeando, antes de que se formara una idea equivocada—. ¡Uhm! Kallen, ¿qué pasó? No es por entrometerme, eres adulta y te gusta beber, es normal, es solo que me preocupé: siempre has sido moderada con la bebida...

—El juicio no salió bien. El testigo que llamamos al estrado dijo algo diferente a lo esperado y su declaración sentenció a nuestro cliente que empeoró todo cuando cedió a la ira. Fuimos a beber luego para calmar nuestra frustración.

—¿Y el abogado Lamperouge...?

—Trató de disuadirme —lo atajó al adivinar adónde iba orientada la pregunta por el tono—. Rara vez oigo a las personas cuando algo se me mete entre ceja y ceja. Sabes como soy. Me puse sentimental, ¿okey? No era el regreso a los juzgados que quería —resopló, azorada—. Lelouch se portó como un caballero. De hecho, fue quien tuvo la idea de llevarme a casa.

—¿Lelouch? ¡Es la primera vez que lo llamas por su nombre! —observó, asombrado.

—Sí, bueno, quizás no sea tan horrible persona —repuso, rascándose la nuca.

La pelirroja aumentó el volumen al televisor y concentró sus ojos en la pantalla, evitando así prolongar el tema que la estaba poniendo incómoda. Lamentablemente, no pudo retomar la noticia referente al exvicepresidente Kirihara. Ya habían cortado a la siguiente. Se trataba de otro mitin del presidente Charles. La mujer frunció la boca. Qué suerte estar podrido en plata para comprar a las televisoras. A decir verdad, Hi-Tv siempre daba cobertura a sus eventos, expresándose bien de él en los debates y en las entrevistas el periodista era condescendiente. Su alocución estaba bastante avanzada para el punto en que el canal sintonizó la señal. Había arrancado con fuerza. En lugar de enfocarse en adherir a los indecisos a su causa y de articular promesas de optimismo, atacó la inmigración ilegal y la inseguridad con dureza remachando su consigna: «la evolución es progreso». Esas palabras juntas producían arcadas en la mujer. Mantuvo el dedo sobre el botón para cambiar de canal sin llegar a presionarlo. En Charles había algo tan repulsivo como a la vez sugestivo que resultaba hipnotizante. Absurdo.

Code Geass: BloodlinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora