Capítulo 24: Justicia (parte II)

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Cuando Suzaku abrió los ojos, tenía calambres en todo el cuerpo. Era el efecto que producía al dormir en una bañera. De momento, este día no comenzaba diferente a sus otras mañanas. Solía despertarse en una silla o en el sofá con los miembros entumecidos, la cabeza dándole vueltas y un intolerable dolor de muelas que el alcohol únicamente podía aliviar. Por lo tanto, tenía una botella de vermut Martini & Rossi en su mesita de noche. Una recomendación del presidente Schneizel. El mismo que había cumplido su palabra y lo había enviado en su coche personal. Bueno, no. En realidad, se fueron juntos. No recordaba con exactitud a qué hora de la noche había vuelto a su casa. Suzaku se dobló y lo atacó una punzada de dolor en la cabeza y en el estómago. Tenía tanto calor que la nuca estaba húmeda y la camisa se le había pegado al torso. Intentó ponerse de pie. Sentía que su cuerpo era de plomo. Las piernas le temblaban como si no pudiera sostener su propia alma. Fue en esto que el timbre prorrumpió y Suzaku casi resbaló, de no ser porque se agarró a tiempo del sujetador de baño. El corazón de Suzaku le brincó. El fiscal juró haber visto su vida entera pasar delante de sus ojos en un flash. ¡Joder! ¡Eso estuvo demasiado cerca! Estaba completamente solo en aquel horno y si se hubiera ido atrás y partido el cráneo contra el lateral de porcelana, nadie se hubiera enterado hasta varios días. Suzaku permaneció inmóvil mientras intentaba recuperar la calma con cortas y rápidas respiraciones. Salió con cuidado de la bañera, se dirigió al retrete y allí vomitó. Eso le sentó mejor. Al cabo, fue a abrir trastabillando la puerta. Cécile lo miró, blanca por el terror.

—¡Suzaku, ¿por qué no estás listo?! ¡Llevo media hora llamándote porque no contestas mis mensajes! ¡¿No traías esa ropa ayer?! ¡Como sea, el juicio está a punto de iniciar! ¡Te están esperando!

Suzaku daba oídos a Cécile distraídamente cual si fuera un intermediario entre las palabras y el aire. Solo cuando mencionó «juicio» salió de su letargo abriendo tamaño ojos.

—¡Mierda! —gimió con voz prácticamente inteligible. Por supuesto, para sí mismo—. Sí, sí. Ya voy. Aguarda unos minutos, por favor.

A Suzaku se le fue la puerta de los dedos al cerrarla. Corrió a ducharse y a cambiarse de ropa. No le alcanzaba el tiempo para desayunar. Ni modo. Se llevaría un chili con carne enlatado y se lo comería en el camino. Sí. En unos minutos, tal como le había indicado a su inspectora, Suzaku salió de su apartamento abotonándose una chaqueta gris a juego con su pantalón, una camisa azul celeste y una llamativa corbata amarilla. A último instante pensó que el color era quizás muy chillón, mas ya era tarde para ponerse otra corbata. Cécile traía los archivos del caso, de modo que no era menester pasar por la fiscalía para recogerlos y podían ponerse en marcha al tribunal. Cécile había venido en su automóvil, además. Se irían de la misma forma que ella llegó. Bien. Así podría comer con más tranquilidad. El chili estaba delicioso, aunque su sabor mejoraba considerablemente cuando se le agregaba pimiento y lo bebía con burdeos. Suzaku revivió las náuseas nomás al pensar en el licor llenando sus tripas. Todavía su cabeza martilleaba dolorosamente. Alcohol, no. Necesitaba estar sobrio con el cerebro trabajando a su máxima potencia. «Lúcido, al menos». Se corrigió al tocarse el estómago que berrinchaba.

Las sórdidas calles de Pendragón estaban silenciosas como si aún estuvieran dormida. No era por eso que había tanta calma. Era que hoy se llevaban a cabo las elecciones presidenciales. En el vestíbulo del juzgado le pidió a Cécile su botella de agua. Su sed estaba estrangulando su garganta como si una garra la estuviera comprimiendo. Ella accedió de buena gana. Pudo leer en sus facciones su preocupación. Trató de ignorarlo. Suzaku entró a juicio y sintió que todas las miradas se posaron en él. Cécile estaba en lo cierto. Todos estaban ahí. Su rival, el abogado Gottwald; Lelouch, Kallen, Sayoko, el secretario del bufete, ¡Shirley, también! Ellos habían acaparado el primer banco. Bueno, ellos y una guapa mujer rubia y un tipo desgarbado de cabello azul. No estaba C.C. en ninguna parte. O tal vez sí. Tenía la vista repleta de puntos blancos. No fue buena idea desayunar chili. A Suzaku lo angustió la forma en que lo miraban. ¿Se había puesto dos calcetines de color distinto? ¿Se le habían bajado los pantalones? ¿Tenía chili en la boca? ¡¿Qué, mierda?! ¡¿Qué estaban mirándolo?! Ninguna de esas. Lo que todos vieron fue a un fiscal impuntual con los ojos inyectados en sangre dirigirse a zancadas hacia su puesto.

Code Geass: BloodlinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora