Capítulo 28: Cera

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Dolor. Fue todo lo que Lelouch percibió entre tanto duraron las experimentaciones. El dolor disparándose a través de su cuerpo atomizando sus células. El dolor vibrando en cada uno de sus nervios. El dolor rasgando las palmas de sus manos sudorosas, enrojecidas y agarrotadas que se aferraban a las barras de goma como si la vida se le fuera en ello. El dolor obligándolo a retorcerse. Por un instante, Lelouch juró que perdería el sentido. Pero el dolor lo mantuvo consciente de todas las descargas eléctricas. Lelouch se oyó gritar y gemir con la correa entre los dientes y sintió la humedad acumularse en los bordes de los ojos en los cuales sus padres se reflejaban. Llegó un punto en que la obscuridad empezó a remolinarse a su alrededor. Fue entonces que añoró la muerte. Así su martirio acabaría y podría reencontrarse con Nunnally. Sin embargo, el dolor, que contraía sus músculos, que estrujaba su corazón y que desgarraba su piel, se interpuso entre ellos igual que un muro. Incluso cuando todo acabó, Lelouch seguía pensando en el dolor. Lo sentía palpitar en sus costillas y en sus piernas temblorosas que se doblaron una vez que sus pies tocaron el helado suelo de linóleo. Lo oía zumbar como energía estática en la sala de experimentaciones y en la celda de contención. A Lelouch le vendaron los ojos y lo embutieron en una humillante camisa de fuerza. Las camisas de fuerza fue una medida preventiva que el Proyecto Geass adoptó después de que algunos sujetos de prueba, como C.C., trataron de suicidarse. Así pues, las camisas de fuerza los protegía de sí mismos. Durante ese tiempo encerrado a solas con sus recuerdos, Lelouch se concentró en la sensación que experimentó. «El dolor es bueno para tu corazón», se había dicho a sí mismo en el pasado. «El dolor te endurece». Lelouch solía repetirse eso desde niño como especie de mantra. Ese fue su modo de digerir el dolor. Bueno, no. No del todo. Convivir con el dolor. Lelouch logró internalizarlo, al cabo. Y ya no tuvo que decírselo otra vez. Nunca se cuestionó la veracidad de esas palabras hasta ahora.

Lelouch resistió al loco impulso de gritar y estrellarse reiteradas veces contra la puerta. Sabía que no conseguiría más que ponerse ronco y lastimarse innecesariamente. Se necesitaba una tarjeta de acceso para abrir la celda. Lelouch calculó que transcurrieron varias horas. No tenía forma de averiguarlo. Allí no había reloj y aun si lo hubiera no podía verlo. Sus padres habían pensado en todo. No cabía duda de que Charles y Marianne lo habían procreado. Lelouch se rió amargamente con los dientes prietos. Se había acurrucado contra la pared, de tal manera que el flequillo cubría la mitad superior de su cara. Estaba en esa posición cuando sus oídos captaron un ruido. Alguien había entrado. Supo quién era. Por diecisiete años, su madre había vivido en su mente. Primero como un recuerdo. Luego como un fantasma. Mas la verdadera Marianne estaba frente a él. Marianne Lamperouge era una mujer de impresionante belleza. Tenía la piel de porcelana, los ojos almendrados y el cabello oscuro y lustroso. Perfectamente podría haber pasado por americana, de no ser por esa suavidad gala en sus rasgos y su acento francés que realzaban su encanto. Tales atributos los había heredado su primogénito, aunque su acento estaba matizado. Marianne bromeaba diciendo que Lelouch mantendría la tradición familiar. Su mirada era gentil y sus labios carnosos usualmente curvaban una sonrisa traviesa.

—¿Ya estás mejor, Lulú? —le preguntó Marianne con untuosa entonación—. ¿Sientes algún mareo o tienes náuseas? Es normal tener esas reacciones tras una descarga eléctrica.

—Me torturaron tú y Charles... —murmuró Lelouch arrastrando las palabras—. ¿Y tienes el descaro de preguntarme si estoy bien?

—¿Torturar? ¿No estás exagerando? —farfulló, desconcertada—. Te aplicaron unas cuantas descargas. Creía que tu padre te había explicado por qué. Fue para eliminar las impurezas de tu cuerpo y dejar las células fuertes y sanas y así acelerar tu proceso de regeneración.

—...Y luego me metieron en una camisa de fuerza —prosiguió Lelouch levantando la cabeza hacia donde procedía su voz— y me encerraron en esta jaula para animales.

Code Geass: BloodlinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora