Capítulo 37: Máscaras (parte II)

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El día de Luciano Bradley arrancó con una apacible lluvia que lo sacó de su sueño. Luciano reaccionó sacudiéndose bruscamente. Enseguida, frunció los párpados y los labios. Hizo un esfuerzo por entornar los ojos y lo primero que avistó fue una flor metálica con cuatro pétalos afilados disparando una lluvia en espiral sobre él. Luciano se había quedado dormido con la cabeza echada hacia atrás, de modo que, al enderezarse, una punzada se clavó en su cervical. Luciano tenía la vista legañosa. Parpadeó una y otra vez con el afán de aclarar su campo de visión. Se dio cuenta que estaba lloviendo en todo el almacén. Alguien debió haber activado los rociadores antiincendios. Luciano vislumbró entonces dos siluetas obscuras. La más alta sostenía un paraguas. Sonrió zumbón. Aunque la miopía no le había permitido reconocer sus facciones, sabía que se trataban de Lucifer y Mefistófeles. Hasta podía oler el azufre. Luciano se intoxicó. Inhaló hondo en la búsqueda de olores más agradable. Sus pulmones se bebieron el oxígeno como el paladar al deleitarse con una bebida suave y refrescante. La lluvia cesó.

—¡Por fin estás despierto, vampiro de Britannia! Me complace encontrarte con mejor aspecto comparado con mi última visita. Buen trabajo, Rolo —agasajó Lelouch, volviéndose por un momento a su secretario. Hoy estaba particularmente de un buen humor—. Es impresionante lo que pueden hacer por nosotros una adecuada alimentación y un sueño reparador. Lástima que no tengamos las condiciones para proveerte una higiene digna. Te debemos una disculpa por ello. ¡Rolo, por favor, la música!

Lelouch bajó el paraguas y apoyó la contera en el piso de grava. Dejó descansar ambas manos una sobre otra encima del puño. Rolo llevaba un equipo estéreo portátil. Lo colocó abajo. Se hincó en una rodilla y presionó el botón para reproducir el disco que había insertado, previo a salir al almacén. Prorrumpió un solo de violín que erizó los vellos de su nuca. Luciano puso una mueca. La música le parecía familiar. Podía apostar su vida que alguna vez la había oído en algún lado. Solo que su memoria rehusaba a colaborar con él. Aun si hubiera sido el caso, no le habría prestado la debida atención. No le gustaba la música clásica. ¿Qué carajo tramaba Lamperouge? Luciano no tenía paciencia para jugar a las adivinanzas. Por otro lado, estaba comenzando a experimentar un raro picor en la planta de los pies que se estaba extendiendo por sus talones. ¿Lo estaba imaginando acaso?

—Rolo me contó acerca de una conversación interesante que ustedes tuvieron. En principio, no quiso compartir conmigo los detalles ya que detesta hablar de su pasado, así que tuve que ser muy persuasivo...

El escozor en la planta de los pies se intensificaba, conforme Lelouch parloteaba y la lucidez de la mente de Luciano se acentuaba. El dolor que estaba sufriendo tenía que ser real. No lo estaría corroyendo, de ser lo contrario. Luciano se dobló hacia delante para echar un vistazo a sus pies y la visión que obtuvo lo horrorizó. Alguien le había despojado de sus zapatos y le remangó el dobladillo del pantalón hasta la mitad de la pantorrilla. Sus pies pisaban un charco de su propia sangre. Alguien le había desollado la planta de los pies mientras dormía y debió haber transcurrido un considerable tiempo, porque ya se habían formado coágulos de sangre, de tal suerte que su piel se había adherido al suelo como si la hubieran fijado con pegamento.

—¡Maldito bastardo! —tronó Luciano entre jadeos—. ¡¿Qué me hiciste?!

—Me dijo que en una ocasión tú le preguntaste qué consideraba que valoran más las personas y que no te contuviste para dar a conocer la respuesta: la vida —siguió Lelouch, desatendido de los gritos inaudibles de Luciano que se agitaba preso del pánico en su silla—. Rolo y yo no tuvimos que darle muchas vueltas para percatarnos que eso es también lo que más valoras tú. Por ende, ¿qué castigo resulta más apropiado para alguien que se aferra tanto a su vida?

Lelouch extrajo un paquete de cigarrillos, agarró uno, se lo metió en un ángulo de la boca y lo prendió con el yesquero que tenía en el otro puño. Fumó. Rolo rompió el breve silencio.

Code Geass: BloodlinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora