Capítulo 2: Fantasmas

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El fiscal Gilbert G. P. Guilford les echó un nuevo vistazo a las hojas del registro. Estaba despeinado, extenuado y sin ducharse. Llevaba trabajando en un viejo caso que aparentemente se resistía a cerrarse. Se trataba de una serie de desapariciones. Los blancos eran vagabundos, drogadictos y prostitutas. Gente que nadie extrañaría, en fin. Aunque eran ciudadanos de Pendragón, después de todo. ¿Acaso estaba lidiando con un Jack El Destripador del siglo XXI? Podría ser si los cuerpos fueran encontrados, pero nada que ver. Había acusado a cuatro posibles sospechosos y todos fueron exonerados por falta de pruebas, lo que le trajo devuelta al comienzo. El fiscal Guilford bebió un trago de su café. Arrugó la nariz al sentir que caía en su estómago. El trabajo del fiscal era más duro y estresante de lo que la mayoría se creía. Alguien tocó su puerta.

—Pase —dijo mientras sus ojos se trasladaban a la página diez. Nada saltó a la vista.

La puerta se abrió. Suzaku estaba allí.

—Perdone, señor. Tengo que hablar con usted.

—¡Ah, fiscal Kururugi! Adelante —consintió. Suzaku obedeció—. ¿Qué se le ofrece?

Suzaku puso sobre la mesa del fiscal un expediente.

—Deme este caso, por favor —pidió. A pesar de la elección de palabras amables, su tono era autoritario.

El fiscal Guilford revisó el número del expediente y se lo señaló con el bolígrafo que tenía a la mano.

—¿Sabe quién es el acusado de este caso? —preguntó con seriedad—. Es el vicepresidente de Britannia Corps. Los medios de comunicación andan husmeando todo lo que pueden para filtrar información. Será difícil...

—Sin ánimos de alardear, señor, he manejado ya dos casos grandes. Creo que puedo encargarme —insistió.

—No dudo que pueda, sino que usted tiene demasiados casos sin cerrar: recibo muchas quejas de la administración. Está atrasado con el trabajo porque pierde el tiempo yendo a la escena del crimen a verificar cada cosa. Dicen que incluso una vez siguió a los detectives en su replanteo.

—En la ley no hay nada que prohíba a los fiscales ir a la escena del crimen.

—Fiscal Kururugi, sabe que no me refiero a eso. Todos tenemos un campo para el que hemos decidido trabajar: es deber de los detectives capturar a los sospechosos y el nuestro es llevar a cabo la investigación y entregar la documentación necesaria al juez —explicó, armándose de paciencia—. No puede seguir así.

—Con el debido respeto, no considero que sea una pérdida de tiempo ir a las escenas del crimen. Las investigaciones, como usted dijo, son realizadas por fiscales y detectives y todos los involucrados son personas, por lo que se corre el peligro de que se cometa algún error y los que sufren las consecuencias son las víctimas y sus familias —se justificó Suzaku sin que la vacilación menguara su tono—. Como fiscal, debo procurar que no se hagan juicios equivocados. Así que, aunque me lo imponga, seguiré yendo.

El fiscal Guilford fracasó reprimiendo una sonrisa, de manera que su expresión se desfiguró en una mueca. No quería que su sonrisa se malinterpretara como un gesto de complicidad. La convicción de Suzaku le recordaba a sí mismo cuando comenzó a trabajar. La energía de los jóvenes fiscales como él renovaba su espíritu.

—¿Por qué quiere este caso? —inquirió, intrigado.

—Porque conozco a la presunta víctima de agresión sexual y Britannia Corps lleva años ocultando sus actividades ilegales. Ha sabido mofarse de la ley, pero eso puede cambiar ahora. Esta es la oportunidad de hacer que enfrente a la justicia. No me perdonaría que esta empresa hiciera daño a una persona que conozco —agregó. Un deje de dolor mal disimulado retumbó en esa última frase—. No sabiendo que puedo detenerlos —concluyó tajante.

Code Geass: BloodlinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora