Capítulo 60

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Ely

Estaba de vuelta a casa en mi coche, ese mini que se recorría todo san francisco conmigo desde que tuve edad para llevarlo. Hoy las clases habían sido un poco más llevaderas, eran asignaturas que me gustaban más, y eso siempre se notaba en el transcurso de las horas dentro de la facultad. En cuanto a las horas en la tienda, había sido más agotador que nunca. Se notaba que mañana había una feria en el muelle, porque todas las madres habidas y por haber de San Francisco estaban allí, comprando ropa para que sus hijos estrenasen algo.

Y yo, no desaproveché esa oportunidad. Teniendo en cuenta que esta tarde vendría a casa Theresa con mi madre, decidí comprarle algo a mi hermana. Nunca había tenido un detalle así con ella, y después de todo, no se merecía menos. Por lo que le compré una pequeña falda vaquera y una blusa blanca de tirantes. Hoy en día hacían ropa para niños y niñas, que parecían ropa de adulto, pero en miniatura, algo que aun me sorprendida. Además, aproveché también y compré algo para Abby, mi pequeña también se merecía algo nuevo, así que le compré un pequeño pero precioso peto vaquero, y una bonita camisa de margaritas para acompañarlo.

Al entrar en casa, vi como Lala corría por todo el salón detrás de Abby, y como Logan preparaba algo delicioso en la cocina. Solté mis cosas junto a la escalera que conducía a la planta superior, y tras saludar con un fuerte beso en esas mejillas sonrojadas a mi pequeña, me metí en la cocina con Logan.

- Hoy me toca a mi degustar tus platos – dije riendo y acercándome a el por detrás. Estaba frente a los fogones, removiendo un pequeño cazo lleno de salsa.

- Y te va a gustar tanto que te vas a chupas los dedos – dijo riendo y girando la cabeza para darme uno de sus cálidos besos - ¿Qué tal el día? – preguntó mientras me sentaba frente a el en una de las sillas de la isla.

- Bien, dentro del evidente agotamiento en la tienda – dije recordando el jaleo – Por cierto, se me olvido decírtelo esta mañana antes de irme, en la tarde vendrá mi madre con Theresa.

- ¿Os quedareis en casa? – preguntó apartando el cazo del fuego y mirando a la salsa.

- Si, ¿Por qué? – pregunté esta vez yo, pero mirándolo a él directamente.

- Bueno, hoy llegaba a San Francisco Ann con su padre – pronunció en un tono más bajo, dirigiendo esta vez sí, su mirada a mi – Se cuál es tu opinión con todo, y la comparto, de verdad. Pero no puedo evitar sentir cierta preocupación.

- Lo sé, y yo también tengo la misma preocupación, sobre todo por Abby. Roger esta verdaderamente loco – intervine bajándome de la silla y acercándome a él – Pero no nos va a pasar nada, esta vez no.

- Eso espero, porque desde que supe de todo esto tengo la sensación de que algo sucederá – dijo suspirando y mirando a Abby – Ely si os pasa algo me muero, lo juro.

- Y si te pasa a ti, me moriría yo – dije abrazándolo – Pero no nos va a pasar nada.

Tras un fuerte abrazo, y un intenso beso, de esos que hacen que te tambalees sobre el suelo, cambiamos de tema por nuestra propia salud mental y comenzamos a almorzar. Logan apenas tenia una hora antes de irse al hospital nuevamente, por lo que la pasamos en familia, centrándonos en nosotros y no en otros.

Finalmente, al marcharse, termine por recoger la cocina mientras Abby jugaba esta vez fuera, en el jardín. Al terminar, envolví la ropa de Theresa y de Abby en papel de regalo que me traje de la tienda, seria para ambas a partes iguales, un regalo. Colocando los últimos detalles sobre el papel de regalo, pegaron en la puerta, y tras asegurarme que era mi madre, abrí.

- Hola Theresa – dije al ver como mi hermana se lanzaba a mis brazos – Abby esta allí, en el jardín – dije señalando el camino.

- ¿Cómo estás? – preguntó mi madre con una de sus sonrisas mientras entraba por la puerta de casa. Traía una caja, lo que suponía que era la tarta de nueces.

- Bien, ¿Y tú? – dije al recordar la rara forma en la que termino anoche nuestra conversación telefónica.

- Bien, he traído la tarta – dijo elevando sobre sus manos esa caja de cartón color rosa.

- Me imaginaba que era la tarta, ven, déjala en la cocina – dije dirigiéndome a dicha habitación con ella detrás de mí.

- ¿Y esos regalos? – pregunto mientras colocaba la caja sobre la encimera.

- Es para Theresa y Abby – respondí sonriendo – Hoy en la tienda había mucha gente comprando ropa para sus hijos, para mañana estrenarla en el muelle. Quise tener un detalle con Theresa.

- Cierto, la feria en el muelle – dijo nuevamente en un tono extraño, sentándose en una silla.

- Si quieres, puedes acompañarnos – dije llamando su atención – Iremos nosotros tres, la hermana de Logan con un amigo, y tenía pensado avisar también a Carl.

- Te confirmare más tarde, si no te importa – dijo muy educadamente.

Tras afirmarle con un gesto, comenzamos a charlar sobre Theresa, y como no, sobre lo bien que se llevaba con Abby. Un tiempo después, servimos un poco de tarta de nueces, mejor dicho, una deliciosa tarta de nueces, ese sabor me recordaba a la infancia. En definitiva, puedo admitir, que esa tarde junto a mi madre, fue una de las mejores tardes de mi vida.

Logan

La tarde en el hospital se me paso volando. El hecho de que tuviera bastantes pacientes fue de gran ayuda para no pensar en la llegada de Ann con su padre. Aun así, no pude evitar tomarme un descanso para hablar con Clark para saber alguna noticia más. Pero para mí pesar, lo único que sabia es que ya estaban en la ciudad, y se hospedaban en uno de los mejores hoteles de San Francisco. Nuevamente me aseguro que estaban pendientes de ellos dos, por lo que al menos, pude respirar un poco mas aliviado.

Tal y como le dije a Harry, y hoy a Ely, siento que todo esto no va a traer nada bueno, y siento que las consecuencias van a ser devastadoras. Pero tampoco podía asegurarlo, podría ser un simple presentimiento ante el temor de volver a sufrir. Fuera lo que fuese, si verdaderamente sucedía algo, solo esperaba que no fuera nada malo para ninguno de nosotros.

Minutos después de salir del hospital, llegué a casa. No vi ningún coche en la puerta, por lo que daba por hecho que Elisabeth ya se había marchado con Theresa. Aparqué en el garaje, ya que mañana no trabaja. Tenía el día entero de descanso para poder disfrutarlo junto a mi familia en la pequeña feria que la ciudad venia celebrando desde hace poco. Al entrar en casa, vi que no había nadie en la planta inferior, por lo que subí a la superior donde estaban los cuartos.

La habitación de Abby estaba encendida con una pequeña lámpara en forma de nube, y nuestra habitación tenía una tenue luz procedente del baño propio. Me acerqué despacio a la puerta del baño, y comencé a escuchar como mi pequeña reía a carcajada pura, de fondo la risa de Ely me hizo a mi reír en silencio.

- ¿Qué tramáis? – dije entrando despacio por la puerta. Ambas estaban metidas en la bañera, rodeadas de espuma blanca, sobre todo Ely que parecía haberse llenado la cara de espuma adrede para hacer reír a Abby.

- Papá – dijo una voz dulce, delicada, inocente. Una voz que apenas habíamos oído balbucear, o decir cosas sin sentido. Pero esta vez, esa voz tenia todo el sentido del mundo, haciéndome emocionar, hinchando mi corazón de pura felicidad.

- ¿Has oído eso? – preguntó Ely atónita, mientras miraba a nuestra pequeña, la cual seguía mirándome sonriendo, como si no hubiera dicho una de las palabras más gratificantes que jamás había escuchado.

- Lo he oído – respondí acercándome a Abby. No me importo llenarme de agua y de espuma de jabón, cogí a mi pequeña y la llevé hasta mi pecho con la mayor emoción del mundo – Si, soy papá, pequeña. 

Ely Williams [P.2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora