Veinticinco minutos fue el tiempo que le llevó darse cuenta de que estaba completamente loca. Veinticinco minutos para saber que había cometido un error enorme.
_____ se lavó las manos y luego hundió una en el bolsillo de su pantalón para sentir el tacto de los billetes doblados. La cocina se había quedado tranquila y la mayor parte de los empleados se había ido excepto aquellos que tenían que acabar de limpiar. Esa no era su obligación, menos mal. Su trabajo había acabado.
Dudó por un momento al mirar alternativamente la puerta que daba al callejón y la que la llevaría directa hasta Ash y Harry.
Harry no había mentido. El salón se vació en quince minutos. No estaba segura de cómo se las había apañado para conseguirlo, pero bueno, sí que parecía ser de esa clase de hombre que siempre conseguía lo que quería.
Ahora todo lo que quedaba entre ella y una noche de sexo ardiente y buena comida era esa puerta.
La puerta que daba al callejón se abrió y uno de los empleados sacó una bolsa de basura y la tiró en el contenedor. Una racha de aire frío entró en la cocina y le caló hasta los huesos. _____ tembló mientras un escalofrío le recorría los brazos.
Esa era su otra opción. El frío. La soledad. Otra noche de inseguridad.
Visto de esa manera, la segunda puerta que se le ofrecía parecía su única opción lógica.
Se apartó del extremo de la encimera en la que estaba apoyada y caminó hacia la salida. Cuando llegó a ella, respiró hondo y se dejó llevar.
Harry la estaba esperando con las manos metidas en los bolsillos y con un hombro apoyado en la pared. Su mirada se encontró con la de ella y la penetró tan rápidamente como el aire frío lo había hecho momentos antes. Solo que esta vez, en lugar de sentir un escalofrío por todo el cuerpo, el calor se extendió como fuego por sus venas sin control alguno.
—¿Estás lista?
Incluso antes de que ella respondiera, él se movió, se incorporó y se puso a su lado. Deslizó la mano por su nuca y comenzó a acariciarle la suave piel por donde le nacía el pelo con el dedo pulgar.
Joder… las caricias de este hombre eran letales.
—Ash está en la habitación encargándose de la cena.
_____ alzó la cara hasta Harry y lo miró directamente a los ojos por primera vez.
—Entonces, ¿nos vamos a quedar aquí?
Una sonrisa se formó en la comisura de sus labios.
—El hotel es mío. Es tan buen lugar como cualquier otro para pasar la noche.
El hotel era suyo. De acuerdo, no es que no hubiera sabido ya que tanto él como Ash estaban estratosféricamente fuera de su alcance, pero escuchar esas palabras, «el hotel es mío», había reafirmado que debería haber elegido el frío antes que la calidez temporal.
—Obviamente no estoy vestida para esto —murmuró mientras se dirigían hasta los ascensores—. No tengo otra ropa… ni nada más aquí.
_____ quería reírse porque la conversación entera era absurda. Incluso sabiéndolo no habría podido vestirse bien porque no tenía nada. No tenía más que la esperanza de que el día siguiente fuera mejor que el anterior.
Los labios de Harry se arquearon de nuevo y los ojos le brillaron mientras la empujaba hacia el interior del ascensor.
—No necesitarás ropa. Ni… nada más.
Las manos de _____ temblaron y sus rodillas se sacudieron. Esta era su última oportunidad para retractarse. Harry se inclinó hacia delante para presionar el botón que los llevaría hasta la última planta del hotel. Las puertas aún estaban abiertas. Sería fácil salir, decir que había cambiado de opinión e internarse en el frío de la noche para abrazar lo que para ella era la realidad.