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____ se acurrucó en el sofá de Harry y se quedó mirando las llamas que titilaban en la chimenea. Se había quitado los zapatos y había colocado los pies bajo su cuerpo mientras esperaba a que Harry volviera con el chocolate caliente que le había prometido.

Un momento después, el hombre se acercó al sofá y le dio la humeante taza. Él también iba descalzo y ____ encontró esa imagen en vaqueros, con una camiseta informal y descalzo, extremadamente sexual. Ese hombre era guapísimo. De la cabeza a los pies.

Su pelo estaba exquisitamente revuelto y le llegaba hasta los hombros. Un mechón oscuro cayó por encima de su frente hasta que sus dedos se movieron para volverlo a poner en su sitio.

Se sentó a su lado en el sofá y se acercó a ella de manera que sus cuerpos se tocaran. Luego simplemente la rodeó con los brazos y la estrechó mientras ella le daba un sorbo al chocolate. A intervalos, Harry acercaba la boca a su sien para dar pequeños besos en la suave piel y luego en el pelo hasta apartarse finalmente cuando fuera a dar el siguiente sorbo.

Ella recordaría ese momento durante mucho tiempo. La simplicidad de estar sentados frente al fuego, descalzos y cómodos. Relajados. Simplemente estando. Sin estrés. Bueno, sin contar con la conversación que tenían pendiente. Pero ya había obtenido suficiente información de Harry en su apartamento como para saber que todo iba a ir bien. ____ estaba tranquila, aunque aún tuviera preguntas incómodas por hacer. No obstante, de alguna manera sabía que todo iba a ir bien. Por primera vez desde que tenía uso de memoria estaba llena de ansiedad y no de miedo. No había resignación en sus circunstancias. Las cosas estaban bien.

Tenían asuntos que discutir. Ella más que nada quería saber cuáles eran sus expectativas, pero Harry había sido completamente sincero en lo de querer estar con ella. Lo creía. Y quizás eso la convertía en una idiota, pero no dudaba de que estuviera comprometido con lo que sea que hubiera entre los dos.

Y ella también.

Apoyó la cabeza en su hombro y suspiró contenta antes de que él apoyara su mentón sobre su cabello. ____ saboreó el último sorbo de chocolate caliente, y cuando fue a dejar la taza en la cocina, Harry se la quitó de las manos y la dejó en la mesita que tenían frente al sofá.

Por un momento se quedaron en esa posición: ella en sus brazos y él en silencio estrechándola mientras ____ miraba el brillo de la chimenea. Luego se movió para poder mirarlo a los ojos. Vio la expresión de su rostro y supo que él también se había dado cuenta de que había llegado el momento.

-¿Puedo hacerte algunas preguntas? -dijo antes de que el coraje la abandonara.

Él le cogió la mano, le dio un apretón tranquilizador y luego asintió.

-Puedes preguntarme lo que quieras, ____.

-¿Cómo era con las otras mujeres con las que has tenido esta clase de relación?

Harry soltó el aire de los pulmones en una larga exhalación y eligió las palabras con cuidado.

-____, tú no eres como las otras mujeres.

Ella unió su suspiro al de él.

-Está bien, eso lo entiendo. No creo que pienses que soy como las otras mujeres. Esto no va de compararme o de que esté celosa ni nada. Pero necesito saber qué esperas. Sé que quieres que sea sumisa y que te gusta el control. Pero eso no me dice nada específico. Necesito saber cómo va a ser entre... nosotros, y que yo te pregunte que cómo era con las otras mujeres solo es para intentar entender cuáles son tus expectativas. Voy a ciegas y eso es lo que me pone nerviosa. No tú. No creo que me vayas a hacer daño ni que me asustes. Solo necesito saber qué es lo que se supone que tengo que hacer.

Él parecía estar incómodo. Suspiró de nuevo y luego se pasó una mano por el pelo, desordenándolo incluso más. Volvió a caerle por la frente y esta vez fue ella la que alzó el brazo para peinárselo. Su mirada se suavizó cuando ella lo tocó, casi como si le hubiera dado la tranquilidad que necesitaba con urgencia.

-Lo primero que tienes que entender es que Ash y yo... -terminó-. Señor, no hay forma de decir esto sin que suene retorcido.

-Simplemente dilo -le urgió-. No voy a enfadarme. ¿Cómo podría estarlo? No me has echado en cara mi pasado. ¿Cómo te podría recriminar yo a ti el tuyo?

-Eres increíblemente dulce -murmuró-. No sé cómo he podido ser tan afortunado. Cuando pienso en lo que podría haber pasado si no te hubiera visto esa noche. Si no te hubiera encontrado en el centro de acogida de mujeres... Me hubiera vuelto loco, ____.

Ella lo miró impresionada y el corazón le latió con más fuerza mientras las palabras le sonaban, cariñosas y muy dulces. Tenía que estar soñando. Nunca se hubiera imaginado poder encontrar a un hombre como Harry. Era tan honesto. Tan directo. No tenía miedo de compartir sus sentimientos. No tenía miedo de mostrarse tan vulnerable.

Él apartó la mirada, respiró hondo y continuó adelante.

-Ash y yo compartíamos mujeres. Hemos compartido muchísimas mujeres. Para nosotros era mucho más normal acostarnos con la misma mujer que ir por separado. Y no siempre han sido líos de una noche. Tampoco.

-Como yo -dijo ella suavemente.

Harry entrecerró los ojos.

-No. No como tú, nada que ver contigo. Tú eras diferente desde el principio.

-Sigue -le apremió, no quería distraerlo del tema principal de la conversación.

-La cuestión es que hicimos muchos tríos. No soy un santo, ____, y está más que claro que no he llevado la vida de un monje. Y como Ash te dijo esa primera noche, nos gusta ejercer el control. En todos los aspectos. Es una perversión. Me pone. Pero va mucho más allá, al menos para mí. Y quizás esa es la razón por la que nunca he tenido ninguna relación seria de uno a uno con ninguna mujer. Siempre y cuando se quedara solo en la perversión de los tríos, parecía que encajaba mejor. Resultaba ser más como un juego y nadie se lo tomaba en serio. Pero para mí, es serio. Es lo que soy. Es lo que necesito. Y si quieres, o necesitas una explicación de por qué, lo siento, pero no te la puedo dar. Es lo que es. Nunca había conocido a ninguna mujer que me hiciera considerar suprimir esa parte de mí mismo. Hasta que llegaste tú.

Su cuerpo se tensó, alarmado y la protesta vino de inmediato.

-Harry, yo no quiero que seas una persona diferente por mí.

-Pero no sabes dónde te estás metiendo -contestó en voz baja.

Ella se movió en el sofá, aliviada de que por fin estuvieran llegando a alguna parte. Se acercó más a él y lo miró intensamente a los ojos.

-Entonces cuéntamelo. Sácalo todo. ¿Cómo sabes lo que puedo o no puedo aceptar si no me dices cuáles son tus gustos o necesidades?

-Porque tengo miedo de que no quieras las mismas cosas que yo -admitió.

-Creo que puedo sorprenderte, Harry -dijo en voz baja-. Conoces mi... pasado. Te dije cómo eran las cosas.

Harry le rodeó el rostro con las manos, sus ojos de repente estaban llenos de fuerza.

-No, nena. No hay necesidad de sacarlo todo. No me gusta cómo eso te hace daño y solo consigue reafirmar en tu mente que de alguna manera no eres lo bastante buena para mí. Y eso son tonterías.

Ella sonrió, animada debido a la intensidad de su tono de voz.

-Lo que iba a decir es que no todo ese sexo fue aburrido. La verdad es que creo que lo he probado todo. No me vas a sorprender. Y necesito saber lo que esperas de mí para así decidir si puedo ser esa mujer que necesitas.

Harry se echó hacia delante hasta que sus frentes se tocaron. Su dedo trazó una línea sobre la curva de su mejilla y luego descendió hasta acariciar sus labios.

-Me gusta que una mujer esté completamente bajo mi control. Hay algo atractivo en tener a una mujer pendiente únicamente de mí para cuidar de ella, para darle placer, para todo, sea lo que sea. Me gusta mimarlas y consentirlas, pero también soy exigente. La cuestión es que sabía hace mucho tiempo que si alguna vez entraba en una relación permanente el control se extendería hasta fuera del dormitorio y sobre todos los aspectos de nuestra vida juntos. No hay muchas mujeres que estén dispuestas a aceptar eso. Al menos no una mujer que esté ahí por las razones correctas.

Ella frunció el ceño, confundida.

-¿Las razones correctas?

-El dinero -dijo seriamente-. Cuando tienes tanto dinero como yo, hay muchas mujeres dispuestas a soportar lo que sea con tal de conseguir tener de todo. Esa no es la clase de mujer que yo quiero en mi vida o en mi cama de forma permanente. Quiero a una mujer que quiera las mismas cosas que yo. A la que le guste estar bajo mi control. Que pueda cuidar de ella. Que pueda compartir mis perversiones con ella. Quiero que ella me quiera solamente a mí, por lo que soy. No por mi dinero, y no quiero que nadie sufra en una relación que encuentre aberrante solo porque el precio es bueno.

-¿Y esas perversiones son...?

Se echó hacia atrás ligeramente pero ella lo cogió por los hombros y lo obligó a mirarla a la cara.

-Dímelas, Harry. No me vas a sorprender.

-Me gusta el dolor -dijo quedamente-. Infligir dolor.

Se le veía incómodo mientras la estudiaba para buscar cualquier reacción en su rostro, pero ella tuvo cuidado de no mostrar nada. En cambio, esperó a ver lo que tenía que decir después.

Como ella no respondió, Harry continuó tras haber relajado los hombros un poquito, casi como si hubiera esperado que reaccionara a la defensiva tras su confesión.

-No estoy diciendo que abuse de las mujeres. Por Dios, me pone enfermo solo imaginarme que pienses eso de mí. Sueno como un hipócrita. Soy exageradamente protector con las mujeres que están a mi cargo y aun así me gusta infligir dolor.

-¿Cómo?

____ se lo estaba preguntando calmadamente y Harry la estudió con intensidad, como si estuviera esperando que se levantara y saliera corriendo y gritando del apartamento en cualquier momento.

-Fustas. Azotes. Cinturones. Me gusta el sexo duro. Me gustan los juegos de rol. Me gusta el bondage. A veces me siento como el doctor Jekyll y el señor

Mi Fervor (02)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora