____ Willis se frotó las palmas de las manos en los desgastados pantalones y cerró los ojos por un breve instante, mientras se balanceaba delante del barreño que contenía todos los platos y vasos vacíos que había recogido del salón de fiestas.
Estaba cansada. Muy cansada. Y hambrienta. La mejor parte de este curro -además de que pagaban en efectivo- era la comida. Tenía permiso para llevarse las sobras, y a juzgar por la cantidad de comida que salía y entraba de este lugar, iba a sobrar muchísima.
La gente rica siempre hacía las cosas en exceso. El reducido número de invitados no justificaba en lo más mínimo la cantidad de comida y bebidas alcohólicas que se estaban sirviendo. ____ se encogió de hombros mentalmente. Al menos conseguiría comer decentemente aunque todo fuera demasiado extravagante para su paladar.
Habría suficiente para Jack también.
Una ola de tristeza la arrolló y, a continuación, un sentimiento de culpa. No tenía derecho a sentirse así porque Jack hubiera vuelto. Él era así. Desaparecía durante días y luego reaparecía, normalmente cuando necesitaba un lugar en el que pasar la noche, una cara conocida. Comida. Dinero... especialmente dinero.
El pecho se le encogió porque sabía lo que hacía con el dinero que pedía aunque odiara hacerlo. Jack nunca la miraba a los ojos, sino que bajaba la mirada y le decía: «____... Tengo esto. Necesito...» . Y eso era todo lo que decía. Ella le daba el dinero porque no podía hacer otra cosa. Pero odiaba la forma en que pronunciaba «____» . Odiaba ese apelativo, aunque una vez lo hubiera adorado porque se lo había puesto una persona que se preocupaba por ella.
Jack. La única persona en el mundo que había intentado protegerla de cualquier cosa. La única persona a la que le había importado.
Su hermano. No de sangre, pero sí para lo que realmente contaba. Era suyo al igual que ella era de él. ¿Cómo podría darle la espalda?
No podía. Y no lo haría.
Se oyó un ruido tras la puerta de al lado, la que llevaba al callejón donde se sacaba la basura. Levantó la mirada y vio a Jack apoyado contra el marco y la cabeza echada hacia atrás para controlar el callejón. Ese era Jack. Siempre con un ojo en la salida. Nunca se metía en ningún sitio sin precaución o una ruta de escape planeada.
-____ -le dijo en voz baja.
Ella se encogió, sabía por qué había venido. Sin decir nada se metió la mano en el bolsillo del pantalón y cogió los billetes arrugados que había guardado allí.
La mitad por adelantado. La mitad de lo que cobraría por trabajar esa noche. Jack se quedaría esa mitad, y con la otra _____ tendría que salir adelante hasta que encontrara otro curro, que no sabía cuándo iba a ser.
Apresurándose hasta donde él se encontraba, ____ le puso los billetes en la mano y observó incómoda cómo su mirada se desplazaba lateralmente para no tener contacto visual directo con ella mientras se metía el dinero en los rasgados y rotos vaqueros. Su postura era incómoda. Sabía que Jack odiaba esto. Ella también lo odiaba.
-Gracias -susurró-. ¿Estás bien? ¿Tienes dónde dormir esta noche?
No, no lo tenía pero no se lo iba a decir. Así que mintió.
-Sí.
Parte de su tensión se esfumó y asintió.
-Bien. Estoy en ello, ____. Tendré un lugar para los dos pronto.
Ella sacudió la cabeza en señal de negación. Sabía que eso era lo que siempre decía, y también sabía que era una patraña.
Jack se inclinó hacia delante y la besó en la frente. Durante un momento, ella cerró los ojos y se imaginó en otras circunstancias muy diferentes. Pero era inútil. La situación era la que era y desear que fuera otra era como caminar en el viento.