____ se sentó en el taburete del cuarto de baño mientras Harry examinaba meticulosamente cada herida y corte que había en su cuerpo. Y era concienzudo. Ella estaba completamente desnuda y él no le había dejado un simple centímetro de piel sin inspeccionar.
Apretó los labios en una fina línea pero se quedó callado mientras atendía sus heridas. ____ aún tenía frío. Por dentro. En los huesos. No estaba segura de si podría volver a sentirse bien de nuevo.
Tras pasar varios minutos con escalofríos, Harry maldijo —algo que hacía con bastante frecuencia— y la levantó del taburete.
—Voy a prepararte una buena ducha. Necesitas entrar en calor. Cuando salgas te vendaré las heridas. No creo que sea necesario poner puntos de sutura en los cortes pero te aplicaré crema antibiótica para que no se te infecten. Mientras te duchas, iré a buscar algo para cenar.
Harry no esperó a que ella aceptara. Tenía bastante gracia porque no le había pedido su opinión ni una sola vez. Él se inclinó hacia delante, abrió el grifo y luego volvió a donde ella estaba sin ninguna prenda puesta. Y pensar que a ella no se le había ocurrido que su día podría volverse incluso más raro…
Harry deslizó una mano por su brazo desnudo hasta llegar al hombro y lo apretó para darle seguridad antes de abandonar el baño. Ella se acomodó en el taburete y luego se giró para observar su reflejo en el espejo. Parecía como si la muerte hubiera pasado por ella. Cansada. Demacrada. Preocupada. Asustada.
Había un millón de palabras que se le pasaban por la cabeza.
____ cerró los ojos y se balanceó precariamente hasta que finalmente se agarró al borde del lavabo para volver a recuperar el equilibrio. Por esta noche, al menos, estaba segura. Aunque no tuviera ni idea de con qué se había obsesionado Harry, estaba completamente aliviada de que la hubiera traído aquí. Donde nadie podría encontrarla. Donde ni siquiera Jack sería capaz de dar con ella.
Tiempo extra. Y por muy corto que fuera, lo acogería con los brazos abiertos.
Sabiendo que estaba desperdiciando el agua caliente, se adentró en la ducha y gimió cuando el calor se precipitó como una cascada sobre su doliente cuerpo. Era puro gozo. La cosa más maravillosa que había sentido nunca.
Levantó la cabeza y dejó que el chorro de agua le cayera en la cara y en el cuello. Los cortes y las heridas le escocieron cuando el agua caliente las tocaba, pero ella las limpió con sumo cuidado.
Se quedó en la ducha hasta que el cuerpo se le hizo pesado y le flojearon las piernas al estar expuesta al intenso calor por tanto tiempo. Tras enjuagarse el pelo por última vez, de mala gana cerró el grifo y salió de la bañera.
Un aire cálido la rodeó, sorprendiéndola. Levantó la mirada y vio que Harry había encendido la calefacción del baño y tras su ducha de treinta minutos el ambiente era muy agradable y acogedor. Harry tenía toallas lujosas. Enormes y acolchadas, tan suaves que se sentía como rodeada por una nube. Podía casi enrollarse dos veces con ellas.
Era un total despilfarro pero usó dos toallas, una para el cuerpo, y la otra para la cabeza. Era un lujo frívolo que le daba una atolondrada felicidad en la que poder recrearse.
Parpadeó de sorpresa cuando se dio cuenta de que había ropa nueva sobre el taburete que antes no estaba y un grueso albornoz colgaba de los ganchos que había en la parte alta de la puerta. Había también un par de zapatillas de ir por casa. El hombre había pensado en todo.
Su mirada volvió a la ropa otra vez y frunció el ceño. ¿Tenía ropa de mujer en su apartamento así como si nada?
Cogió los vaqueros y la camiseta y rápidamente vio que eran demasiado grandes. No por mucho, aunque en realidad, un año o así atrás seguramente habrían sido de su talla. Por aquel entonces no estaba tan delgada. Tenía más carne y una mejor figura.