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Harry se levantó en silencio de la cama con sumo cuidado de no despertar a ____, quien estaba profundamente dormida. No se había movido desde que la había desatado y la había llevado al cuarto de baño para bañarla y mimarla antes de dejarla en la cama para que descansara. En el mismo instante en que su cabeza tocó la almohada, se quedó dormida. Lo cual era bueno, porque le otorgaba el tiempo necesario para poder prepararle la sorpresa matutina navideña, para lo cual era necesario que ____ estuviera completamente ausente.

Le había dolido escuchar que ____ nunca había tenido un árbol de Navidad, pero lo que más le atormentó fue que él no había puesto uno en su apartamento. En su casa. No había puesto siquiera uno en el apartamento de Mia donde había estado pasando bastante tiempo. Los árboles siempre habían sido un detalle que no había olvidado cuando Mia estaba creciendo. La había llevado a ver cómo encendían el árbol del Rockefeller Center. Sin embargo, cuando fue haciéndose mayor y comenzaron a vivir en residencias distintas, no se había molestado siquiera en decorar su apartamento. No tenía mucho sentido ya que solo estaba él, y por esa misma razón no había pensado siquiera en poner uno para ____.

Después de llegar a casa y de que ____ se hubiera quedado dormida tras haber hecho el amor, Harry había hecho algunas llamadas de emergencia y Gabe, Mia y Ash se presentaron con un árbol artificial y todo lo necesario para su ornamentación. En silencio lo decoraron en el salón. Harry dejó las luces encendidas para que ____ las viera cuando se despertara y entrara en el salón a la mañana siguiente. Se moría de ganas de ver su rostro. Además, se aseguraría a partir de ahora de que todos los años no le faltara el árbol.

Fue hacia el armario y abrió el cajón superior para sacar el pequeño regalo que tenía envuelto para ____. Luego volvió a la cama y miró la ventana mientras los primeros rayos de luz iluminaban la habitación.

Estaba preciosa bajo la pálida luz del amanecer. Su pelo estaba desparramado sobre la almohada y los dedos asían suavemente las sábanas. Estaba en su cama, donde de verdad pertenecía.

Se subió a la cama y puso el regalo entre ellos mientras se quedaba tumbado sobre un codo, contento con poder observarla mientras dormía. Podía esperar. Le encantaba verla despertarse con los ojos adormilados y llenos de felicidad. Enturbiada a causa del sueño y con una leve sonrisa en el rostro. Así era cómo se despertaba cada mañana. Como si estuviera agradecida por cada momento que pasaba alejada de su antigua vida.

Le dolía que hubiera tenido que vivir así. Daría lo que fuera por poder eliminarlo de su vida. Pero no podía cambiar el pasado. Aunque estaba más que seguro de que el futuro sí lo cambiaría.

Después de unos momentos, sin poder contener más la tentación, alargó la mano para delinear con un dedo las suaves líneas de su rostro. Siguió la curva de sus pómulos y disfrutó del tacto sedoso de su piel.

Los párpados de ____ se abrieron e inmediatamente sus miradas se encontraron. Los ojos de ____ eran suaves y muy dulces, nublados pero cálidos como si fuera la mujer más feliz del mundo. ¿A qué hombre no le encantaría que su mujer se despertara con esa mirada en el rostro? Como si no hubiera otro lugar en la tierra donde le gustaría más estar.

-Feliz Navidad -murmuró mientras se inclinaba para besarla.

-Feliz Navidad -le respondió.

Harry empujó el paquete a través de la cama para que estuviera justo frente a ella.

-Tengo un regalo para ti. Bueno, este solo es uno de todos los regalos que tengo para ti.

Ella abrió los ojos con sorpresa.

-Harry, dijimos que nada de regalos.

Sonaba genuinamente angustiada y a Harry el pecho se le encogió. Le puso un dedo sobre los labios para callarla.

-No, fuiste tú quien dijo que nada de regalos. Yo nunca dije nada -dijo amablemente.

-Pero yo no tengo nada para ti -soltó ella, agitada.

Harry sonrió y el corazón se le ablandó.

-Después de lo que me has regalado esta noche pasada, ¿de verdad puedes decir eso ahora?

Ella se ruborizó y bajó la mirada. Sin embargo, él no lo iba a permitir. Le puso un dedo debajo de la barbilla y la obligó a volverlo a mirar.

-____, me diste algo más preciado de lo que yo podré darte jamás. Me diste tu confianza. Te entregaste a mí.

Sus mejillas estaban coloradas pero el placer relampagueó en sus ojos.

-Ahora abre el regalo. Te quería dar este por separado.

____ se impulsó hacia arriba de manera que pudiera sentarse con las piernas cruzadas frente a la caja. Se la quedó mirando como si le fuera a morder. Luego, vacilante, deshizo el lazo que tenía en la parte superior y rasgó el papel de regalo.

Le llevó dos intentos antes de poder abrir la caja y luego sacó una compleja gargantilla de piel con un enorme diamante en forma de lágrima justo en medio, diseñado para que descansara en el hueco de su garganta.

Harry había pasado bastante tiempo buscando la pieza de joyería adecuada. No era un simple collar. Estaba bastante lejos de eso. Era un sello de su posesión.

Una señal de propiedad. No es que le fuera a decir eso ahora, claro. Más tarde, cuando estuviera más cómoda en su relación. Por ahora, estaba contento con saber que él sabía lo que era y que ella lo iba a llevar puesto.

Había buscado gargantillas de diamantes. Había mirado piedras preciosas en una selección bastante variada de diseños decorativos. Pero nada había encontrado que le pegara a ____. Hasta que vio ese diseño rústico con cuero. Él encargó que añadieran la lágrima de diamantes porque elevaba la gargantilla de simple a elegante y cara. Algo más digno de la mujer que consideraba suya.

-Harry, es preciosa -susurró-. ¿Me la pones?

Mientras hablaba le tendió la gargantilla. Él la cogió mientras ella se daba la vuelta y le ofrecía su espalda. ____ se recogió el pelo con una mano y él le colocó la pieza de joyería alrededor del cuello antes de cerrar la gargantilla por detrás. Le quedaba perfectamente. Totalmente ceñida a su delgado cuello.

Cuando se volvió a girar, Harry pudo ver el efecto completo y era magnífico. Su miembro se sacudió y su cuerpo volvió a la vida al ver el collar alrededor de su cuello. Era suya y ahora el mundo entero lo sabría.

Las bandas de cuero fluían en un diseño delicado, entrecruzándose mientras recorrían toda la longitud de su cuello. El diamante quedaba enredado en el centro y lograba que el collar pareciera refinado y delicado. Justo como ____. Era increíblemente perfecto. De hecho, ella era perfecta.

-Quiero que lo lleves siempre -le dijo en voz baja-. Nunca te lo quites, prométemelo.

Ella lo miró asombrada, pero su rostro ardía de felicidad.

-Te lo prometo.

Harry se inclinó y tomó posesión de su boca. La abrió y la saqueó con su lengua hasta que ambos estuvieron jadeando en busca de aire.

-Ponte una de mis batas para no coger frío. Iré a encender la chimenea y luego puedes seguir abriendo el resto de regalos.

Sus labios se fruncieron tristemente.

-Desearía que no me hubieras comprado regalos.

Él sonrió.

-Sé fuerte, nena. Tienes que acostumbrarte al hecho de que te voy a mimar cada vez que tenga la oportunidad de hacerlo. Darte regalos por Navidad es mi regalo. Verte feliz es el mejor regalo que haya podido pedir nunca. Verte abrir las cosas que he comprado para ti hará que estas Navidades sean las mejores que haya tenido en mi vida.

Ella lo sorprendió lanzándose a sus brazos. Lo derribó y lo tiró de espaldas sobre la cama. Lo abrazó con fuerza y le llenó el rostro de besos.

-Gracias. No sabes lo que esto significa para mí -susurró.

Él sonrió tiernamente mientras le apartaba el pelo del rostro.

-No tanto como lo que tú significas para mí. Te lo garantizo.

Harry le dio una palmadita en el trasero y luego dijo:

-Ahora ya es hora de levantarse. Tienes una sorpresa en el salón.

Ella soltó un suspiro exagerado.

-Haaarry. -Su nombre salió como un lastimero quejido pero él simplemente sonrió y se la quitó de encima.

-Vamos. Es la mañana de Navidad. Ya es hora de que saques ese culo de la cama para que podamos celebrarlo.

Ella sonrió y se le iluminaron los ojos de emoción. A pesar de que había insistido en que no le comprara regalos, estaba más que claro que iba a sacarle el mayor provecho posible a sus primeras Navidades juntos.

Harry le acercó una bata para que no cogiera frío. No la quería vestida porque tenía planeado pasar todo el día en la cama justo después de que viera el árbol de Navidad y abriera los regalos.

Tras haberse parado solo a ponerse los pantalones de pijama, tiró de la mano de ____ y la guio hasta el salón.

Ella se quedó completamente paralizada cuando vio el árbol con cientos de luces blancas y los regalos apilados debajo. Las lágrimas inmediatamente llenaron sus ojos y la boca se le abrió de la sorpresa.

Se giró hacia él con una expresión llena de felicidad y sorpresa.

-¿Cómo lo has hecho? Oh, Harry, ¡es precioso! ¡Me encanta!

Él la estrechó entre sus brazos y la besó en la frente.

-Feliz Navidad, nena. Ahora ve a abrir los regalos.

____ se acercó al árbol corriendo como una niña ansiosa y emocionada en la mañana de Navidad. A Harry le dolía el corazón pensar que ella nunca había tenido esta experiencia, pero se alegraba muchísimo de ser él el primero que se la otorgara.

-Son tan bonitos que no quiero abrirlos -dijo con un tono de voz recogido y reverente.

Él se rio.

-La diversión está en romper el papel tan rápido como puedas.

Sin necesitar más aliento, ella comenzó a arrancar el papel de los paquetes y a exclamar de felicidad mientras los abría uno a uno. Su regalo favorito fueron los zapatos. Le había comprado una selección con tacones altos, brillantes y sugerentes. De todas las cosas que a ella le habían gustado esa primera vez que la había llevado de compras, los zapatos eran lo que más le había llamado la atención. Había mirado varios pares con tristeza y seguidamente se le paró el corazón al ver el precio que marcaba la etiqueta.

El segundo en su lista de favoritos fue la gran cesta de chocolates selectos de varios sabores.

Tras haber abierto todos los regalos, se lanzó a sus brazos y ambos terminaron en el suelo con él de espaldas y riéndose mientras ella le llenaba el rostro entero de besos una vez más.

Harry levantó la mirada hacia ella y se deleitó en esa preciosa sonrisa y en la felicidad que brillaba con fuerza en sus ojos.

-Tengo que decir que estas son mis mejores Navidades -dijo él suavemente.

-Espera, esa es mi frase -protestó ella-. ¿Y cómo puedes decir eso? ¡No has tenido ningún regalo!

Él sacudió la cabeza solemnemente.

-Todo lo que quería está aquí entre mis brazos. Tú sonriéndome y mirándome como si te acabara de dar el mundo. Nunca habrá un regalo mejor que este, nena.


Mi Fervor (02)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora