Harry estaba sentado en su oficina, completamente absorto en sus pensamientos. Había un montón de notas que le había dejado Eleanor, la recepcionista, de todas las llamadas que tenía que devolver. Correos electrónicos a los que responder. Informes financieros que estudiar. Tenía una videoconferencia en cuarenta y cinco minutos, pero su concentración estaba aparentemente de vacaciones.
Odiaba haber instalado a ____ en un apartamento lejos de él. Cuando lo hizo, le pareció la mejor solución. No había querido abrumarla. Sabía que tenía que ir despacio -o al menos más lento- o arriesgarse a asustarla. Porque sabía que en el momento en que se mudara a su apartamento, a su espacio, a su cama, todo se habría acabado.
Así que aquí estaba, habiéndola instalado en el antiguo apartamento de Mia sabiendo muy bien que no iba a pasar mucho tiempo separado de ella excepto el que no tuviera más remedio para poder terminar su trabajo y realizar sus obligaciones. Pero si el tener un apartamento le daba sensación de poder y al menos la apariencia de poder tener sus propias elecciones, entonces podría lidiar con ello. Porque sabía que ____ no tenía ningún poder ni elección. Ella era suya. Le pertenecía. Eso no iba a cambiar porque ella tuviera esa imagen y apariencia de independencia.
Harry estaba esperando el momento adecuado para mover ficha. Y entonces ella sería completa y enteramente suya. Y que lo aspasen si iba a dejar que pasaran tiempo separados.
La semana pasada había sido algo así como un infierno. Había estado viviendo a base de bolsas con mudas de ropa, pasando las noches en el antiguo apartamento de Mia porque era donde ____ estaba. También tenía una rutina, la dejaba por las mañanas con Kaden y Trevor y luego los hacía desaparecer cuando llegaba por las tardes. Pero al menos estaba segura y controlada. Hasta que no la tuviera perfectamente instalada en su apartamento no iba a respirar tranquilo.
Un suave golpe sonó en la puerta de su oficina y Harry alzó la mirada y vio a su hermana, vacilante, junto al marco de la puerta con la mirada llena de precaución. Estaba como estudiando su estado de ánimo, y si Ash tenía razón, Mia tenía más que derecho a hacerlo después de que Harry la hubiera echado de malas maneras las dos últimas veces que había ido a verle.
-Hola, peque -dijo dejando que todo el afecto que sentía por ella saliera a la luz.
Ella se relajó y el alivio cruzó la expresión de su rostro mientras se adentraba en su oficina.
-Menos mal que estás de mejor humor -dijo.
Él se rio entre dientes pero luego se puso serio de nuevo mientras se levantaba y rodeaba su mesa para estrecharla en un abrazo de oso.
-Ash me ha dicho lo imbécil que he sido contigo. Lo siento, peque. Probablemente no te va a hacer sentir mejor que te diga que no me acuerdo siquiera de que vinieras a verme. Ash jura que sí y también jura que fui un completo capullo y que Gabe quería hacerme un arreglo en la cara por molestarte. Me lo merecía.
Una de las cejas de Mia se alzó con preocupación mientras Harry se apartaba y la instaba a sentarse.
-¿Va todo bien, Harry? Estás muy cambiado. Y no me has dicho nada sobre Navidad, que es por lo que vine a verte. A Gabe y a mí nos gustaría que Ash y tú las paséis con nosotros. Los padres de Gabe van a venir pero la mayor parte del tiempo solo vamos a estar nosotros. Como en los viejos tiempos -añadió suavemente.
Harry no había pensado mucho en Navidad. Todos sus pensamientos habían estado ocupados por ____. Bajó la mirada hacia el calendario de su mesa y se percató de que apenas quedaban unos días para que la Nochebuena llegara.
Sus primeras Navidades con ____. ____, quien no tenía nada. Quien nunca había tenido un árbol de navidad, ni regalos, que nunca había estado rodeada de familia ni buenos amigos. Al contrario, sus Navidades habían sido otro día más en las calles. Pasando frío y hambre. Unas fechas en las que debía sentirse incluso más sola que habitualmente.
Maldita sea, Harry no había puesto siquiera un árbol en su apartamento. No había previsto que ella tuviera uno en el suyo. No la había llevado de compras navideñas, ni tampoco al Rockefeller Center, tal y como había hecho con Mia tantas veces en el pasado para que viera el árbol.
Soltó la respiración y levantó la mirada hacia su hermana, que estaba sentada, mirándolo fijamente con la preocupación ahondándose en sus bonitos ojos marrones. Ojos que eran un espejo de los suyos.
-He conocido a una mujer -comenzó.
Las cejas de Mia se alzaron y se echó hacia delante en la silla.
-Guau, espera. ¿Has conocido a una mujer? ¿Una que no tiene nada que ver con las que os buscáis Ash y tú juntos?
Harry hizo una mueca con los labios.
-Por el amor de Dios, Mia. No voy a discutir mi vida sexual contigo. ¿Y qué sabes de Ash, a todo esto?
Ella puso los ojos en blanco.
-Oh, por favor. No es que sea precisamente un secreto que ninguno de los dos haya ido por solitario en bastante tiempo.
Harry se avergonzó. Bueno, mierda. Lo último que quería era que su hermanita pequeña pusiera sobre la mesa la tendencia que tenían él y Ash para montarse tríos.
-Y esa mujer. ¿Supongo que Ash no está en la ecuación?
Harry suspiró.
-Ahora no.
Mia hizo un gesto de sorpresa.
-Pero lo ha estado. ¡Qué incómodo!
-Bueno, podría serlo. Al menos al principio. Mira, Mia, ella es diferente.
Mia asintió con complicidad y una sonrisa curvó sus labios.
-Oh, Dios. Mi hermano mayor por fin ha caído. Esto es digno de una confesión.
Harry sacudió la cabeza.
-Solo escucha, ¿de acuerdo?
Como si sintiera la importancia del asunto, Mia dejó ese aire de provocación y su expresión se volvió más seria.
-¿Qué pasa, Harry? ¿Va todo bien?
Harry se pasó una mano por el pelo y se recostó en la silla.
-Como he dicho, ella es diferente, Mia. Muy diferente de ti y de mí. De Gabe o de Ash. ____ es, era una sin techo.
La compasión inmediatamente oscureció los ojos de Mia. Otra cosa no, pero su hermana pequeña tenía un corazón tan grande como el mundo entero.
-Entonces, ¿cómo la conociste? -preguntó Mia.
-Estaba trabajando en tu fiesta de compromiso. Por supuesto, por entonces no sabía nada de eso. Para resumirlo todo, Ash y yo nos acostamos con ella aunque yo sabía que la quería para mí desde el principio.
-Eso es bastante retorcido -murmuró Mia.
-Dímelo a mí. En fin, ella desapareció a la mañana siguiente y me pasé dos semanas poniendo la ciudad patas arriba buscándola. El centro de acogida de mujeres me llamó cuando ella fue en busca de un lugar donde dormir. Unos gilipollas a los que su hermano debe dinero le habían dado una paliza.
La expresión de Mia se llenó de tristeza.
-¡Oh, no! Harry, ¿ella está bien?
Él asintió.
-Solo llena de arañazos. Eso fue hace una semana. Ahora está bien.
Mia frunció el ceño.
-¿Por qué no la he conocido todavía? ¿Por qué nadie la ha conocido todavía?
-En breve la conoceréis -dijo quedamente-. Quiero que pase las Navidades con nosotros. No quiero que esté sola y obviamente no quiero decirle que voy a pasar la Nochebuena con mi familia y hacerla sentir como que no significa nada para mí no invitándola también.
-Por supuesto que no. Por supuesto que nos encantaría que viniera -dijo Mia atropelladamente-. Me muero de ganas. ¿Se está quedando contigo? Porque obviamente supongo que no la dejaste volver a la calle.
Harry gruñó.
-Dios, no. La he instalado, temporalmente, en tu antiguo apartamento.