____ se arrodilló en la alfombra de la habitación de Harry con todo el cuerpo en tensión debido a la ansiedad. Harry la estaba rodeando como un depredador acechando a su presa. Se sentía deliciosamente perseguida. Se estremecía de la cabeza a los pies de solo pensar en todas las cosas que Harry le había dicho que le haría esta noche.
Le había dicho la verdad a Harry cuando le contó que lo había probado todo durante la etapa de su vida en la que se había refugiado en el sexo. Con perversidades, sin perversidades, había estado abierta a todo. Sin embargo, la abrumadora diferencia radicaba en que nunca había hecho ninguna de esas cosas con una persona que de verdad se preocupara por ella y cuya prioridad fuera únicamente su bienestar y placer.
Se moría de ganas de experimentar todo eso bajo la mano de Harry. Le encantaba su dominancia, su fuerza y su autoridad sobre ella. Le encantaba su mano firme. Pero había sabido que se estaba conteniendo y que no le estaba dando todo lo que era él en realidad. Por fin, eso había terminado. O al menos esperaba que así fuera.
La adrenalina le recorrió las venas y la hizo sentirse tan colocada como nunca hubiera estado antes. Ninguna pastilla o droga le había hecho experimentar algo parecido a esto. Ojalá pudiera embotellarlo para poder tenerlo siempre.
____ dio un pequeño bote cuando la punta de una fusta de piel se paseó por su hombro y por entre sus pechos. No le había visto sacarla. Había estado demasiado perdida en su propia excitación.
Harry aún estaba vestido, y ella estaba completamente desnuda. Las mangas de su camisa estaban remangadas. A ____ le gustaba esa imagen; parecía como si estuviera a punto de irse a trabajar y su primera tarea fuera ella. Se relamió los labios. De repente se encontraba nerviosa, asustada, excitada a más no poder e increíblemente cachonda.
Le pasó la punta de la fusta por encima de los pezones, por turnos. Estos se endurecieron mientras el cuero se restregaba sobre ellos, persuadiéndolos para que se pusieran más rígidos aún. Luego la llevó más abajo, hasta su vientre, y luego más aún hasta deslizarse por encima de su monte de Venus, luego por la curvatura de su cuerpo y finalmente entre sus piernas.
Ella jadeó cuando la deslizó entre sus labios vaginales, en su clítoris y sobre su humedad. Porque estaba húmeda. Muy húmeda. La acarició levemente mientras se dirigía más abajo hasta tocar la entrada de su sexo para luego subir una vez más y pasarla por encima del clítoris.
Su respiración se aceleró y ella cerró los ojos mientras inconscientemente se arqueaba hacia delante, incapaz de controlar su reacción ante las suaves caricias.
La fusta podía usarse para dar placer de la misma manera que para ofrecer dolor. El contraste la fascinaba. La hacía querer experimentar la sensación contraria. El picor del cuero sobre su piel, marcándola tal y como le había prometido.
Sus marcas. El sello de su posesión. La prueba de que le pertenecía.
Dios, sonaba tan bárbaro. Tan increíblemente delicioso y perverso. Poseída. Protegida.
Amada.
Gimió suavemente mientras levantaba la fusta a través de los rizos de su entrepierna hasta volver a su monte de Venus. Luego alzó la punta hasta la boca de ____ y esta abrió los ojos como platos cuando adivinó cuáles eran sus intenciones.
-Límpialo -le ordenó con voz ronca-. Lame tu flujo en el cuero, ____. Saboréate. Saborea tu deseo.
Vacilante, sacó la punta de la lengua y la acercó a la fusta. Los ojos no los apartó de él en ningún momento; buscaba su aprobación. Había satisfacción en el rostro de Harry. No había signo alguno de decepción.
Envalentonándose más, se metió la fusta más adentro en su boca y la succionó ligeramente sin bajar la mirada de sus ojos. Luego lamió la superficie y capturó con la lengua los resquicios de su almizcleña humedad.
Sin previo aviso, Harry separó la fusta y la chasqueó sobre uno de sus pechos, atrapando el pezón y la aureola bajo el impacto del extremo plano de la fusta.
El fuego -y la sorpresa- la pillaron desprevenida y ____ ahogó un grito mientras se balanceaba sobre los talones. Era una sensación de lo más desconcertante. Dolor. Un escozor instantáneo. Y luego un dolor punzante que remitía lentamente y daba lugar a un cálido zumbido. Y era extrañamente adictivo porque ____ quería más. Quería ese ardor porque sabía lo que seguiría después.
Sus pezones estaban ardiendo. Tan endurecidos, enhiestos y rígidos que parecían estar suplicando que la fusta los tocara. ¿Estaba loca? Estaba prácticamente suplicándole que le pegara de nuevo.
Él usó la fusta contra el otro pecho y el fuego tomó posesión de ese pezón. ____ cerró los ojos y se balanceó, borracha del instantáneo hormigueo que se había instalado en su sangre.
-Estarías inmensamente atractiva con piercings en los pezones -dijo Harry con voz sedosa.
Ella abrió los ojos rápidamente ante la sorpresa. Harry no parecía ser la clase de hombre al que le gustara y apreciara los piercings en las mujeres con las que se acostaba.
-Nadie los vería excepto yo -murmuró-. Nuestro pequeño secreto. Y me volvería loco sabiendo lo que hay debajo del sujetador.
Ese comentario la hizo querer salir corriendo y encontrar el lugar más cercano para hacérselos. Solo que... uf. Sonaba doloroso, y no en el buen sentido.
-Súbete a la cama -le ordenó-. Ponte a cuatro patas, con el culo fuera del borde. Mantente así haga lo que haga. No tienes permiso para moverte. Sin embargo, sí que lo tienes para hacer cualquier sonido que te plazca. Quiero escucharlos. Quiero escuchar cada jadeo, cada grito, cada gemido cuando la fusta golpee tu piel.
Apoyó las manos en el suelo para ayudarse a ponerse de pie sabiendo que no tenía ninguna estabilidad en las piernas. Ya estaba borracha de deseo. Se levantó de manera vacilante y él inmediatamente alargó la mano para sujetarla del brazo y asegurarse de que no se cayera. Cuando estuvo seguro de que estaba bien afianzada la soltó y ella se subió a gatas a la cama para colocarse exactamente como él le había ordenado.
-Ahora, apoya una mejilla en el colchón. Levanta el culo y baja la cabeza. Pon las manos delante de la cabeza y deja las palmas de las manos sobre la cama. Y mantenlas ahí.
Lentamente ____ bajó la cabeza mientras su estómago se encogía debido a la vulnerabilidad de la posición. Estaba completamente indefensa.
Para su sorpresa, Harry se alejó pero volvió igual de rápido. Le cogió un tobillo y tiró de él con firmeza para obligarla a abrir los muslos de manera que su sexo estuviera totalmente desnudo y a su vista. Luego comenzó a enrollar una cuerda alrededor del tobillo. ____ sintió que la apretaba fuerte para que no pudiera moverse, pero seguidamente se dio cuenta de que lo estaba atando al poste de la cama.
Ostras... ¡iba a estar completamente indefensa de verdad!
Cuando terminó con el tobillo, se movió hacia el otro y lo aseguró de la misma manera al cabecero. Estaba totalmente abierta, con ambos tobillos atados firmemente.
____ pensó que ya había terminado pero luego Harry rodeó la cama para llegar al otro lado de la misma y por el rabillo del ojo vio que aún seguía teniendo más cuerda en las manos.
En silencio, Harry tiró de ambas manos por encima de su cabeza para que sus brazos formaran una «V» . Luego enrolló la cuerda alrededor de sus muñecas y las ató juntas. Bajó la cuerda hasta el suelo y la ató al somier de la cama de manera que estuviera estirada hacia delante. Las cuerdas estaban tirando de su cuerpo en varias direcciones diferentes.
La había dejado inmóvil. No tenía más elección que aceptar todo lo que él decidiera hacerle. Su única defensa era la palabra «no» , y estaba decidida a no usarla. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza recurrir a esa palabra.
____ deseaba esto demasiado. Quería sentir toda la fuerza del deseo de Harry. Sin contenerse. Sin reprimirse.
Giró la cabeza hacia un lado, buscándolo, pero no lo pudo encontrar con la mirada. Sin embargo, estaba ahí. Cerca. Podía sentirlo. Toda la tensión de su cuerpo bullía por encontrar una salida.
____ se encogió cuando la punta de la fusta la tocó entre los dos omóplatos y luego trazaba una línea a lo largo de su columna vertebral hasta llegar a la hendidura de su trasero. Luego se separó de su cuerpo y ella contuvo la respiración. Sin embargo, Harry no la golpeó justo después. Esperó hasta que no tuvo más remedio que soltar el aire y luego el fuego se extendió por sus nalgas.
Jadeó y se tensó y seguidamente cerró los ojos cuando el ardor se volvió euforia, un placer cálido y pecaminoso. Un hormigueo embriagador le recorrió el riego sanguíneo, invadió su mente y llegó hasta lo más profundo de su alma.
-Háblame, ____. Quiero saber lo que estás sintiendo. En cada momento.
La voz ronca de Harry le hizo abrir los ojos. Parpadeó y luchó por encontrar las palabras. ¿Cómo podría?
Otro golpe, más fuerte y firme esta vez. El grito se le formó en la garganta y antes de que pudiera salir al exterior como signo de dolor, se transformó en un gemido de placer que provenía de lo más profundo de su ser.