CAPÍTULO 1

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6 años atrás

Arabella




Lo voy a matar.

¡LO VOY A MATAR!

O sea, no me puede ganar ese endemoniado champiñón la carrera. Ya veras pedazo de veneno.

Lo paso rápidamente quedando así en primer lugar y ganando un trofeo más.

TOMA ESO.

¿Ahora quién paso a quien, eh?

Fue una carrera bastante complicada pero por nada del mundo iba a dejar que un pedazo de enano disfrazado de hongo me ganara en Mario Kart. Eso nunca.

Podré tener solo 12 años pero soy muy competitiva.

Dejo a un lado mi vieja consola y me dirijo a las escaleras para bajar a la cocina por algo de comer. Pero me detengo.

Voces familiares.

El sonido me guía y llegó a la habitación de huéspedes. Acercó mi oído a la puerta y escucho.

Porque siempre chismosa.

—Ella debería bajar de peso.

—¿Hace algo más a parte de encerrarse en el cuarto?

—Esta demasiado gorda y lo peor es que sigue comiendo por 5 personas.

No tengo idea de que hablan mis tías pero no me importa. Estoy a punto de irme cuando escucho la voz de mi madre.

—Tienen razón, debería bajar de peso, Arabella tiene que entender que su cuerpo es indispensable para que te acepten en cualquier lado. Le voy a quitar sus jueguitos a ver si así sienta cabeza.

Me congelo.

Es cierto que estoy un poco subida de peso pero tampoco es para tanto. Realmente son solo 2 kilos.

Dejo en el aire los comentarios de la que se dice ser mi familia y me dirijo a mi objetivo inicial.

La cocina.

Nunca me han afectado los comentarios y espero que nunca lo hagan.

Soy feliz como soy y no quiero que eso me lo quite nadie.

Abro el refrigerador y me encuentro con un hermoso y delicioso postre de Limón.

Mi favorito.

En un plato me sirvo una cantidad decente y me voy a mi habitación.

Sigo escuchando el parloteo de esas loras pero no me importa.

Cierro la puerta de mi cuarto y me quedo observándolo un minuto.

Las paredes blancas y aburridas que siempre he querido pintar pero mi madre no me deja, mi escritorio negro con mi mochila y apuntes de la escuela, mi mesita de noche con mi pequeña lámpara y finalmente, mi hermosa repisa llena de libros.

Adquirí el gusto por la lectura hace poco más de 2 años cuando en la escuela nos obligaron a leer El Principito.

Lo normal.

Quedé fascinada con tan pocas páginas y decidí llevar eso a otro nivel.

Siempre para fechas especiales pedía libros a mis padres.

Así fue como una repisa vacía se convirtió en mi biblioteca personal.

Salgo de mi ensueño y me siento en mi cama pensando en mi mejor amiga y en lo bueno que sería que fuéramos vecinas.

Rosas Color GlaucousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora