CAPÍTULO 4

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Nolan

Me miro en el pequeño espejo de mi cuarto.

No soy agradable al ojo humano en este momento.

Ojeras profundas y oscuras, palidez muy notable y mis ojos claros no ayudan a darme el aspecto de una persona sana y feliz.

Definitivamente, sano y felicidad, no son palabras que se hayan encontrado en mi diccionario personal durante los últimos 4 años.

Especialmente el día en el que me decidí por estudiar literatura.

No es que eso no me haga feliz, todo lo contrario. Mi poder son las palabras. Solo que mis padres nunca lo supieron llevar.

Salgo al comedor, el cual no me sorprende que este vacío.

Siempre está igual.

¿Mis padres?, probablemente hayan caído ya en un coma etílico o estén soportando la resaca.

Lo normal.

Reviso el pequeño refrigerador y no encuentro nada comestible. Tal vez después coma algo.

Voy hacia la parada de autobús y al poco tiempo llega el transporte.

Hago el intento de subirme.

Si.

El intento.

No tengo dinero y soy tan estúpido como para salir de mi casa sin revisar. Aunque, pensándolo bien, gaste mis últimos pesos en alcohol para mis padres.

—Niño no tengo todo el día—me dice el conductor —¿Tienes el dinero? Porque de no ser así te pido que abandones mi-

—Yo pagaré.

Volteo mi vista y me encuentro con una chica de uniforme color gris.

Es muy hermosa.

¿Por qué nunca la había visto?

Tiene ojos marrones oscuros, casi parecen negros. Pestañas largas, negras y abundantes. Cejas gruesas y oscuras. Labios pálidos, pero encuentro en ellos rastros de los que un día fueron color carmín. Además-

—Ya súbete—habla un anciano—Harás que mi esposa me mate. Pensará que me estoy revolcando con la cocinera. Mujer loca.

Me subo y veo que el puesto junto a la chica está libre.

Que cliché.

Pues nada. Lo tomo.

Wonka dijo gózalo.

—Gracias... —espero que me diga su nombre.

—Arabella—me sonríe con una sonrisa perfecta, y aunque tenga ortodoncia no le quita lo hermosa—Por nada...

—Nolan—le sonrió—Te pagaré luego. Lo juro. Es que justo ahora me olvidé de...

—No te preocupes. No lo tienes que hacer—Sonríe pero al instante, noto incomodidad en ella y observo como pone su mochila, que antes estaba en el suelo, sobre sus piernas abrazándola.

Interesante.

—Claro que lo haré. Y sino me dejas entonces esconderé el dinero en tu mochila.

Suelta una pequeña risa.

Bonita.

—Entonces te la devolveré sin que te des cuenta y asunto arreglado —dice mientras se pone los audífonos y eso significa que nuestra conversación ha terminado.

Rosas Color GlaucousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora