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-¿Entonces? ¿Me vas a contar?- le pregunte a Remus. Estabamos en los pasillos, era por la mañana y no había mucha gente levantada.
-Claro... te dije que lo haría...- me contesto bajando la cabeza. Me agarró de la mano y me llevo al lago. No hable en todo el rato que caminábamos para no poner a Remus nervioso, sea lo que sea lo que me vaya a contar, le afecta.
-¿Que hacemos aquí?- le pregunté extrañada. Remus estaba pálido y evitaba hacer contacto visual. -No quiero que nadie nos escuche..- dijo en voz baja sentándose en la orilla.
Imite su acción y me senté a su lado. Espere que comenzase a hablar, pero al ver que no lo hacía, puse mi dedo en su barbilla y suavemente le levanté la cabeza para que me mirase.
Le sonreí para infundirle confianza, no sabía que era lo que me iba a decir pero no quería que lo pasase mal. Remus intentó devolverme la sonrisa pero se vio más como una mueca. -Si tanto te incomoda dilo sin rodeos Rems- le aconsejé. El chico asintió lentamente aceptandolo.
Espere expectante. El ojimiel suspiró. -Cuando.... Cuando era pequeño me mordió un hombre... un hombre lobo- tartamudeo jugando con sus manos nervioso. Entendi lo que me quería decir.
Él era un hombre lobo. Se lo suficiente de ellos como para saber que si un hombre lobo te muerde te conviertes en uno. Eso explicaba sus desapariciones y cicatrices.
Me quedé en silencio fundida en mis pensamientos. Supongo que Remus interpreto eso mal y se le comenzaron a humedecer los ojos.
-Eh eh eh Remus ¿porque lloras? Rems no llores- dije alarmada cogiéndole de las manos. El chico bajó la cabeza.
-Soy un mounstro...- comenzó con la voz rota. Escucharlo así me rompió el corazon. Remus no es de las personas que lloran fácilmente. Una lágrima suelta comenzó a caer por la mejilla del castaño. Le apreté fuertemente las manos.
-¿Que? No eres un mounstro Remus no digas eso- dije acercándome más al chico. Le seque la lágrima con el dedo.
-Si, si que lo soy- dijo sollozando. Me alarme, nunca se me dio muy bien consolar, pero haría lo que fuese porque mi amigo se sintiera mejor.
Lo abracé estrujandolo en mis brazos. -No eres un mounstro Rems, eres la persona más maravillosa que he tenido el honor de conocer- El ojimiel me devolvió el abrazo agradecido por el gesto.
Estuvimos así un rato, no era incómodo, yo solo esperé a que se calmara. Lentamente Remus dejó de llorar. Le acaricie el cabello con una mano a forma de consuelo. -No digas que eres un mounstro Rems, tu no tienes la culpa y lo sabes- susurre.