𝕱𝖊𝖊𝖑𝖎𝖓𝖌𝖘 || Merodeadores [pausada]

- XXXV - Mañana de Navidad

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Me desperté en los brazos de Sirius. El ojigris me cargaba a lo princesa con una sonrisa emocionada dibujada en su cara.

—¿Que demonios....?— pregunte en un bostezo pasando un brazo por el cuello de Sirius para poder ver mi alrededor.

—¡Buenos días princesa!— me saludo animado acomodando sus brazos a mi nueva postura. Volvi a sentir esos hipogrifos revoltosos en mi estomago.

Nos encontrábamos en las escaleras, el ojigris las bajaba agilmente, prácticamente ya estábamos en la sala común. Al llegar vi a los demás Merodeadores sentados delante el árbol de Navidad.

Habian recogido los regalos de la habitación y los habían colocado debajo del árbol para que los pudiésemos abrir allí.
Al verlos bese la mejilla de Sirius compartiendo la misma emoción que él, para después saltar fuera de sus brazos para llegar hasta mis regalos.

En ningún momento me percaté del leve sonrojo de Sirius. De hecho, nadie pareció darse cuenta.
El ojigris se sentó en frente de sus regalos comenzando a abrir el primero.

—¡Ya estamos todos! A ABRIR LOS REGALOS— exclamo James abriendo el primer regalo.
Imite su acción y desenvolvi el primero.

No diré que contiene cada regalo, ya que eso puede ser pesado. Solamente narrare el que más destaca.

Deje los regalos ya abiertos a un lado, sonriendo como si aún tuviese 11 años. El último era de parte de los cuatro chicos.
Por supuesto cada uno me había regalado uno a parte, pero al parecer eso no les había bastado.

Este tenia un envoltorio distinto, la caja tenía unos agujeritos y hechizos para que no se tumbase ni nada por el estilo. Hize una mueca confusa antes de abrirlo con la misma emoción con la que abrí los anteriores.

Al abrirlo escuche un chillido muy tierno, para luego ver un hurón bastante grande. Era marrón claro con degradados más oscuros.
Tenia partes de la cara y cuello blancos. Era uno de los animales más tierno que he llegado a ver jamás.

Mi sonrisa era digna de encuadrar. Solté un chillido de emoción antes de coger el hurón y sostenerlo entre mis brazos.

Los chicos me miraron al escuchar mi chillido, para luego sonreír al darse cuenta de que había abierto su regalo conjunto.

—¡Gracias, gracias gracias!— dije dando un beso en la frente al hurón. Ellos rieron.
Sirius se acercó a mi para sentarse a mi lado.