- XLIV - Blackjack

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No se que me dolió más.
El enfado de Sirius.
O el hecho de que me lo encontre besuqueandose con Jackelyn en lado de las tres escobas.

—Olvidalo Ren...— murmuró Denise.
Era la única de que estaba enterada al 100% de mi situación.
—No se que pretende...—

Solte un sollozo una vez estuvimos de vuelta en los terrenos del colegio.
Pude notar de nuevo mi anillo brillar, era algo común estos días.

—Me quedo aquí Den, vuelve a Hogsmeade, quiero estar sola— pedí con voz suave. Sabia que a la rubia le encantaba ir a ese pueblecito y no le arrebataria la oportunidad de ir hoy por estar consolandome.

Después de discutir un poco accedió, despidiéndose con un abrazo.
Fingi estar feliz y solo cansada, para que no se preocupara.

Entre en el colegio en silencio, en este solo habían alumnos jóvenes, y todos parecían estar en sus salas comunes.

Sin saber muy bien que hacer o dónde dirigirme, fui al lago negro, mi lugar favorito en la escuela, sentándome en la orilla para observar las calmadas olas.
Todo el mundo necesitaba sus momentos de soledad.

De repente me pregunte dónde andaría Galeón. Sabia que los hipocampos cubrían grandes distancias en poco tiempo, a estos les encantaba investigar nuevas zonas.
Seguramente ni siquiera seguiría en Escocia.

Con una mueca saque mi varita, buscando alguna fuente de distracción.
Juliette seguía tan limpia como siempre, su madera con parecido al mármol cada día parecía gustarme más.

Me puse a practicar hechizos sencillos y inocentes. La magia siempre refrescaba mi mente.
Arrancaba pedazos de hierba muerta para luego hacer crecer nueva.
U

na magia hermosa.

El silencio a mi alrededor era abrumador. Tan solo podía escuchar de vez en cuando los tentáculos del calamar gigante chapoteando en superficie del lago.

Lentamente baje mi varita, dejándola reposar sobre el césped junto mi mano, dejando que mis pensamientos invadieran mi mente de nuevo.
Habian noticias.

Los asesinatos y ataques contra muggles y magos hiban en aumento.
El Profeta prácticamente estallaba, era todo tan confuso.

Me enfadé conmigo misma, por estos días, preocuparme por mis problemas con Sirius que con lo que estaba pasando en el exterior.
Malos tiempos se avecinan.

Un ladrido me sobresaltó, este se escuchó relativamente cerca.
Gire mi cabeza, volviendo al mundo real, volviendo a escuchar y a sentir.

Un perro negro de ojos oscuros estaba sentado cerca mío, me mirababa con curiosidad.
Pese a su gran parecido descarté que pudiera ser Sirius, ya que esos ojos no eran grisáceos.

¿Que hace un perro aquí? Pensé extrañada.
Por una parte podría ser de Hadrid, últimamente el guardabosques mostraba gran interés por los caninos.

Sonreí de lado mientras extendía mi mano hacia el animal, dejando que la olisqueara, presentándome.
Este lo hizo tímidamente.

—¿Como te llamas lindo?—murmure mientras acariciaba con cariño la cabeza del perro.
No llevaba ningun tipo de collar por lo que esa información parecía imposible de aconseguir en ese momento.

El animal estaba bien alimentado, lo que me confirmaba que tenía dueño y estaba bien cuidado.

—¿Sabes? Me recuerdas a alguien— dije con una sonrisa. El perro se estiró a mi lado, haciéndome compañía.
Le rasque detrás de las orejas, un lugar que a los perros les gustaba.

—Mira, te tengo un amigo— susurre alzando mi varita de nuevo.
Deje que mis pensamientos más felices cruzaran mi mente.

Mis amigos, las personas más importantes en mi vida.
Las aventuras que habíamos pasado, las mañanas curando a Remus en la infermeria, las noches de películas en la mansión Potter, las bromas y las risas.

Expecto Patronum— pronuncie con voz dulce. De la punta de Juliette salió un hilo plateado, que se fue ensanchando.
La luz terminó transformándose en un perro luminoso, el mismo en el que yo me transformaba y el mismo que el que tenía estirado a mi lado.

Mi patronus comenzó a correr agilmente a mi alrededor, captando la atención del perro negro, que lo seguía con la cabeza.
No pude evitar soltar una suave risa.

El perro negro se levantó, con intención de perseguir a mi patronus.
Este como si fuera un perro real jugó con el animal, dejando que le persiguiera y viceversa.

No podía dejar de mirar la escena maravillada. Como lo real se juntaba con lo mágico, y lo bien que congeniaban.

Unos minutos después ambos perros descansaron estirándose sobre el césped.
Renovando energías para nuevos juegos.

En ningún momento desapareció mi sonrisa, al igual que mi patronus, que permanecía ante mis recuerdos felices, que no abandonaban mi mente.

Desearía tener alguien a su lado con quien presenciar la escena.
Poder compartir esa dulce experiencia de ver a un perro jugar con la magia, con mi patronus.

Desvíe mi mirada hacia el cielo. Hacia buen tiempo, y las nubes se encontraban casi despejadas. El sol no era tan abrasador como los días anteriores.
Lo agradecía, ya que siempre me gustó más el frío, y lo prefería frente al calor.

—BLACKJACK— llamó una voz grave. Tanto yo como el perro negro giramos la cabeza, Hagrid se acercaba, lo que confirmaba mis sospechas.

—Hola Hagrid— salude con una sonrisa sincera. Este me la devolvió, dándose cuenta de mi presencia.
—Veo que este encantador perro es tuyo—

—Así es... Blackjack es un buen perro— lo felicito el hombre mientras el perro negro se acercaba cariñoso a él.

—Se hizo amigo de mi patronus— explique divertida. El perro plateado se hizo presencia, corriendo por el aire alrededor de Hagrid, aunque terminó desvaneciéndose por mi voluntad.

—Que curioso... bueno, lleva todo el día fuera, voy a llevarme a este grandullón a casa— dijo dándole unas suaves palmadas al perro, quien movió la cola feliz.

Asentí volviendo a sonreír.
—Adiós BlackJack— me despedí.
Ambos se fueron por donde vinieron, dejándome sola de nuevo.

Suspire complacida estirandome en el pasto. Cerrando los ojos, esperando hasta que mis amigos volviesen.

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𝕱𝖊𝖊𝖑𝖎𝖓𝖌𝖘 || Merodeadores [pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora