Capítulo 33

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Tomás y Gus se hicieron una seña casi imperceptible. Ambos hombres corrían en un parque en el sector alto de la ciudad y se habían dado cuenta de que eran seguidos por al menos dos hombres.

Gus se detuvo en una banca para abrocharse la zapatilla. Tomás se quedó trotando en el lugar y se dio una vuelta, aparentando esperar a su amigo, cuando lo que en realidad quería hacer era observar el lugar y saber cuántos hombres los seguían.

―Deberías comprarte nuevos cordones ―le recriminó Tomás en voz alta―. Solo esta semana te ha pasado lo mismo tres veces.

―Ya, hoy mismo me iré a comprar, tenía otro par, pero no sé dónde está.

―En Rosas puedes encontrar.

―Sí... ¿tú crees que será bueno ir allá?

―Sí, pero después, ahora hay que seguir corriendo.

―Nunca has sido del tipo que deja las cosas para después.

―Yo creo que más tarde podemos ir, te puedo acompañar, pero creo que es mejor ir a ver a los demás, no han venido a correr y una carrera no se puede hacer de verdad solo con dos corredores si hay tres lugares con premio.

―Yo el primer y segundo lugar, tú el tercero ―dijo Gus en tono de broma.

―¿Ah sí? ¿Tú crees que podrías quedarte con los dos primeros... lugares?

―¿Tú no? Bueno, yo primero, tú segundo y el tercero entre los dos. ¿Te gusta más así?

Tomás guardó unos segundos de silencio meditativo.

―¿Sabes qué? Yo creo que será mejor invitar a los demás, podemos tener premios sorpresa, uno nunca sabe. ¿Vamos?

―Sí, tienes razón, además, así será más divertido... como en los viejos tiempos.

Gus dejó su imaginario amarre de zapatillas y se dispuso a seguir corriendo.

―Así es, si lo hacemos solos, seguro perderemos, nuestros problemas personales nos están afectando más de lo que queremos admitir y más de lo que podemos permitir.

―Por eso salimos a correr y practicar, para no perder la habilidad.

―Así es, pero creo que nuestros problemas requieren mucho más que habilidad.

―Requieren de una decisión que no queremos tomar. Yo no quiero dejar a Evelyn.

―Ni yo a Rosario, pero ninguno está bien.

―Bueno, creo que quizá llegó el momento de buscar la opinión de los expertos.

―¿Scott y Pedro?

―Ajá.

Los dos hombres detienen su carrera y miran en derredor.

―¿Es mi idea o hay demasiados nuevos rostros? ―inquirió Tomás.

―No, no es tu idea, será mejor irnos.

―¿Tienes ropa en tu auto?

―Como siempre.

―Vamos a mi casa, entonces.

―¿A tu casa? ¿Y Rosario?

En ese momento, el celular de Tomás recibió una llamada, la que contestó de inmediato.

―Deberían irse de allí. Encontrémonos en mi departamento en una hora. No son los únicos a los que siguen.

―No hay problema.

Tomás cortó y se apresuró en llegar al lugar donde tenían estacionados sus vehículos.

―¿Pasa algo?

Seguirás siendo mía (Posesión parte 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora