Capítulo 5

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Poco más de un año después

―¿Puedes quedarte tranquila de una vez por todas? ―reclamó Esteban a su mujer que en todo el día no había parado de moverse, arreglando una y otra cosa para la cena Navidad que se celebraba esa noche.

―Todo tiene que estar perfecto ―protestó ella sin dejar de acomodar hasta una pelusa inexistente.

―Todo está perfecto, mi amor ―le dijo deteniéndola con un abrazo―. Quédate tranquila o nuestro bebé llegará antes de tiempo.

―¿Y si algo sale mal? ¿Si me olvidé de algo?

―Nada saldrá mal, todo está perfecto. Además, no sé por qué estás tan nerviosa, no será la primera vez que estaremos todos juntos.

―Pero sí la primera Navidad en nuestra casa. La Navidad pasada la celebramos en casa de Ema y el Año Nuevo en casa de Gus y todo fue maravilloso. No puedo quedar atrás. Ellos se esmeraron mucho para atendernos.

―No más que tú, estoy seguro de eso.

Rosmeiry tomó un vaso para volver a acomodarlo en su lugar.

―Basta, mi amor, ya está bien ―la censuró Esteban con firmeza.

La mujer tomó aire y se relajó.

―Tienes razón, estoy muy nerviosa.

―Lo sé, Brillant, mi luz, pero debes quedarte tranquila, todo está muy hermoso, maravilloso como tú. Además, dudo mucho que vengan a buscar un motivo para criticar.

―¡No creo eso!

―Pues eso parece.

Rosmeiry se abrazó a su esposo.

―Todo saldrá bien, Brillant ―la calmó él y acarició su cabello hasta que notó su relajo en su respiración y postura.

―Gracias ―dijo ella.

―Te amo ―respondió él.

―Y yo a ti.

Se fundieron en un beso dulce y apasionado.

―Ya, mucho, mira que hay mil cosas que hacer antes de que lleguen los invitados. ―Interrumpió ella el beso.

Esteban, con no poca dificultad, se apartó y tomó de la mano a su mujer y se dirigió con ella al interior de la casa. Lucas, que venía corriendo, chocó con ellos.

―Papi, papi, ¿a qué hora van a llegar?

―En cualquier momento, hijo.

El niño gritó de alegría.

―Parece que no los hubieras visto en años ―comentó, risueño, el padre.

―Es que hoy es especial ―contestó el niño lleno de euforia―. ¡Hoy es Navidad y estarán en nuestra casa! ―volvió a gritar y salió corriendo de vuelta a la puerta donde miraba si venían ya sus visitas.

―¿Hablaste con Luis? ¿Sabe lo que tiene que hacer? ―consultó la mujer, nerviosa todavía.

―Claro que sí, tranquilízate. Si hubiera sabido cómo te ibas a poner, le hubiera dicho a Cristóbal que celebráramos la Navidad en su casa. Esto no le hace nada bien a nuestro hijo ―repuso él, tocando el vientre de su mujer que tenía siete meses de embarazo.

―Ya, perdón, es que quiero...

―Que todo salga perfecto ―la interrumpió y terminó la frase por ella―. Lo sé, mi amor, pero no puedes agobiarte tanto. Somos familia y ellos no esperan perfección. Te aseguro que lo que más les preocupa, soy yo. Y no por un tema de ego, es porque aún no se cumplen dos años desde que todo terminó, desde que volví de Suiza y supongo que todavía permanece en ellos el fantasma de mi antiguo yo. Estoy seguro de que eso les preocupa más que si la guirnalda está corrida medio milímetro a la derecha.

Seguirás siendo mía (Posesión parte 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora