Capítulo 38

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Al rato, cuando ya Rodrigo estaba más calmado y dócil, bajaron y se encontraron a Rosario en un sofá sentada, esperando.

―¿Los voy a dejar al aeropuerto?

―Ya perdimos el vuelo, nos vamos a ir en bus.

―Los dejo en el terminal, entonces.

Rosario aceptó a regañadientes.

Tomás se hizo cargo de entregar las maletas y luego volvió con ellos.

―Cuídense mucho, me avisan cuando lleguen ―rogó Tomás.

―Sí, le diré a Rodrigo que te avise ―respondió Rosario―, él se mantendrá en contacto contigo.

―Gracias.

Tomás abrazó a Rodrigo con mucho pesar, el niño volvió a llorar.

―Tranquilo, estaremos en contacto, ya escuchaste a tu mamá.

―Anda a verme luego.

―Claro, iré lo antes posible.

Rodrigo subió al bus y se sentó al lado de la ventana para poder ver a Tomás. Rosario miró a su expareja.

―Cuídate.

―Ustedes también.

―Sí.

―Nos vemos.

―Lo dudo. Adiós.

―Adiós.

Ni un beso, ni un apretón de manos, nada. A más de un metro de distancia el uno del otro, sin posibilidad de un roce, nada.

―Que seas feliz con tu tan adorada vida ―le dijo ella antes de terminar de subir al bus.

―Igual tú con tu nueva vida ―replicó irónico.

El bus comenzó a andar, él recordó cuando se fueron al paseo con el equipo de natación, las cosas fueron tan distintas. Él ya se había enamorado de ella, ya quería al niño como su hijo y así lo quería proteger. Esa fue la primera vez que Tomás pensó en armar una familia, un hogar. En ese momento, vio que era un completo error, el dolor se instaló en su pecho y una lágrima corrió por su mejilla. Cuando subió a su auto, cientos de otras lágrimas cayeron sin control.

―Rosario, podríamos haber sido tan felices... Nunca te oculté nada, fuiste mi refugio, mi fortaleza, era feliz, contigo lo tenía todo. ¿En qué momento cambió tanto que nos convertimos en enemigos?

Un mensaje a su celular lo hizo volver a la realidad.

"Stefanko Zwahlen está de vuelta en el país, te espero en el café". Luis.

Tomás se secó la cara y echó a andar su automóvil.

―Bien, Tomás, deja la cursilería de lado que hay que trabajar y necesitamos todos los sentidos. Todos ―sentenció para sí mismo y salió rumbo al local que era casi su centro de operaciones.

Gus y Luis se dirigieron a la cabaña donde se llevaron a Verónica para que se recuperara.

―Hoy nos vamos ―les informó Gerald―, ya no tendrán que preocuparse más de ella, en unas horas estará muy lejos de ustedes.

―¿Podemos verla?

―¿Quieren asegurarse de que está aquí y que no se ha vuelto a escapar?

―No sería la primera vez ―indicó Luis.

Gerald le habló en griego a su ayudante, quien se levantó y salió en busca de la joven.

―Escúchenme, ella ha estado bien, estable en lo emocional y físico, si su presencia aquí le hace algún daño, se van, ¿me oyeron?

Seguirás siendo mía (Posesión parte 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora