Play music (opcional)
Sus diminutos rulos negros cubrían sus hombros como finos hilos trenzados. Junto con su brillante piel morena sus ojos parecían dos faros que atraen insectos para devorarlos, la línea negra alrededor de ellos los volvía hipnóticos. Sus dedos parecían de metal, repletos de anillos y pulseras en su muñeca izquierda. Llevaba una camisa estampada encima de su suéter bordo que dejaba al descubierto su abdomen. Un diamante negro en su ombligo y otro en su nariz. Un par en las ruedas de su patineta. Llevaba un jean con cortes adrede, pero sus zapatillas deportivas blancas no parecían combinar del todo.
Las ruedas de la patineta hacían un sonido espantoso en el suelo de madera. Recorría uno de los pasillos del edificio D, donde estaban los dormitorios. Eran las 2 de la mañana, pero nadie se atrevía a silenciarla. Ella podría hacer sus rondas con tambores y una comparsa, que nadie la enfrentaría.
Salomé apoyo el pie en el suelo para frenar la patineta. Su mirada helada estaba clavada en el chico rubio de la habitación 207. Él la observaba recostado sobre el umbral de la puerta, su rostro soberbio esbozaba una sonrisa endemoniadamente dulce. Tenía los brazos cruzados y un pie sobre el umbral. Salomé golpeo la punta posterior de la patineta. Las ruedas delanteras se elevaron hasta que su mano agarro la parte delantera de la patineta, en un solo movimiento la tabla estaba bajo su brazo. Ella caminaba lenta y relajada hasta el muchacho que se movía incómodo. Ella frenó frente a él.
—Hola... —canturreo—. Soy Marco.
Marco extendió una mano hacia Salomé. Ella solo la observo y lo ignoro. Marco se aclaró la garganta y guardo su mano otra vez bajo el brazo.
—Me dijeron que podrías guiarme. —Marco espero una respuesta, pero el rostro de Salome no se inmutaba ante su encanto—. Supongo que debo darte una propina. Ya vengo.
Antes de que Marco entrara a la habitación oscura, Salome lo agarra fuertemente del brazo. Cuando el muchacho ve los ojos de Salomé su sonrisa se desvanece, su encanto no sirve para ocultar su terror.
—No recibo propinas. —Su voz era aún mas aterradora que su mirada al rojo vivo.
Salome lo suelta y como si se transformara en otra persona una sonrisa amable aparece en sus labios.
-Entra y no vuelvas a molestarme con tonterías. ¿Okey?
Marco asiente tan rápido que le duele la cabeza. Salomé levanta una ceja y su sonrisa comienza a desaparecer cuando el chico no se mueve. Al notarlo, Marco cierra la puerta con más fuerza de la necesaria.
Salomé vuelve a sus rondas lanzando la patineta al suelo y saltando para caer encima. Su rostro era agridulce otra vez. Sería como una roca, con la mirada de una autentica asesina.
Stop music (opcional)
Afuera de la habitación 214 hay una pareja sentada en el suelo charlando, a penas la chica la ve ambos se levantan. Su entusiasmo se notaría a leguas de distancia. Salomé hace el mismo truco con la patineta y se detiene frente a ellos.
-Podría ser divertido usar tu patineta. -Dice la chica llamando la atención de Salomé.
-Eso nunca. -Responde con voz monótona como si lo hubiera dicho mil veces y su mirada pasa al muchacho.
-Entonces... po...podríamos robarla en la noche. -Tartamudea mientras se refriega las manos, pero su sonrisa no se esfuma. -Una... Una lástima que llueva ese día.
Salome no responde y un silencio sepulcral inunda el pasillo. El muchacho es nervioso, cualquier cosa podría quebrarlo. Pero la chica tiene un cabello tan rojo que hace que sus ojos verdes brillan aún mas de emoción. Su mentón en alto demuestra confianza y seguridad. Aunque sus uñas demasiado cortas significan ansiedad.
-Una lástima que no puedas acompañarnos. -Dice al fin Salomé mirando al muchacho y sacando su teléfono.
- ¿Q... que?
-No, no. Él viene conmigo.
-Nombre. -Ordena Salomé ignorando sus llantos desesperados.
-Thomas y Lizzie.
-Lizzie. -Teclea en su teléfono y vuelve a guardarlo. -Puedes seguirme. Él se queda. -Señala al chico y sus mejillas se vuelven rojas.
-Él viene conmigo. -Exige Lizzie agarrando el brazo de Salomé. Sus ojos celestes se vuelven como de demonio y Lizzie la suelta. -Lo siento, pero...
-Lizzie o nadie.
Salomé lanza su patineta y avanza por el pasillo. A sus espaldas escucha como la pareja discute. Thomas parece insistiré que se vaya, Lizzie no quiere ir sin él, pero igualmente se escuchan sus pasos seguir a la patineta.
Después de recorrer los pasillos de todo el edificio D con Lizzie corriendo detrás, salen al patio principal que une los cuatro edificios. El reflector del edificio A alumbra marcando un patrón: Primero la entrada del edificio B, luego la entrada este del edificio C, la salida del edificio D y por último la entrada oeste del edificio A. Lizzie y Salomé esperan la señal en la salida del edifico D.
Salomé se gira hacia Lizzie con el rostro más serio que jamás haya visto. Sus ojos de hielo están en su patineta mientras la extiende hacia Lizzie y luego su mirada pasa a la chica de piel pálida.
-Vas a cuidarla con tu vida. ¿Está claro? -Lizzie asiente. -Si la pierdes o la roban o los mayores te la sacan, por dios que no te la saquen, si pasa estarás muerta o peor. -Hace una pausa. -Nunca veras lo que hay en el sótano del edifico C.
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Cambiando Las Reglas Del Juego [Pausa]
Novela JuvenilUna historia situada en alguna parte de Buenos Aires, Argentina, sobre una chica que termina en un internado para menores.