Es una puerta negra al final de un largo pasillo. Las esquinas están gastadas y se logra ver un poco de pintura blanca debajo de la negra. La ranura de la llave es diminuta, lo que significa una llave diminuta. Una llave que podría esconderse en cualquier rincón.
Salomé sostiene con una mano su patineta y con la otra agarra uno de los tornillos negros de las ruedas, este se desprende sin esfuerzo. Sacude la tabla y se la ranura sale una diminuta llave dorada tintineando hasta caer en su mano. Vuelve a colocar el tornillo.
-Si no tienes la llave. -Dice Salomé girándose hacia Lizzie. Sostiene la llave dorada en alto para que la vea. -Tocas la puerta dos, una y luego dos veces; y dices la contraseña.
- ¿Cuál es la contraseña?
Salomé se acerca a su oído y susurra la contraseña lo más bajo que le da la voz. Lizzie a penas logra comprenderla. No entiende el significado de las palabras, pero las memoriza.
Salomé se aleja. Introduce la llave, la gira dos veces hacia la izquierda y se abre.
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Con Salomé adelante, ambas bajan unas escaleras de madera que rechinan. La única luz que hay es la que está encima de la puerta detrás de ellas, haciendo que Lizzie pueda ver su sombra a sus pies, retorcida por las escaleras. Mas adelante todo es oscuridad, no logra distinguir si el lugar es enorme o tan chico como su dormitorio. Las manos de Lizzie comienzan a sudar, pero Salomé no se detiene y ella tampoco.
Las escaleras se terminan y avanzar por un suelo firme como de cemento. Los zapatos negros de Lizzie retumban en el lugar, debía ser grande para que su pisar hiciera eco en las paredes.
-Voy a prender las... -Algo interrumpe la voz de Salomé, un grito ahogado y su cuerpo ya no está frente a Lizzie.
- ¿Sa... Salome? -Tartamudea avanzando despacio, apenas despegando los pies del suelo.
Algo metálico cae al piso haciendo un estruendo infernal. Lizzie da un brinco hacia atrás y su mano tiembla. Sus hombros se encogen y se abraza a si misma.
- ¡No es gracioso, Salomé! -Grita, pero en respuesta una risa estremecedora hace eco alrededor de ella.
Lizzie corre hacia las escaleras del sótano, puede ver el luminoso pasillo gris a través de la puerta abierta. La ilusión de un escape desaparece cuando la puerta se cierra de pronto con un estruendo ensordecedor. Al mismo tiempo la luz se apaga y se queda totalmente a oscuras. El pánico comienza a apretar su pecho, se lleva una mano hacia su garganta apretada y otra al estómago contorsionado de terror.
La risa vuelve a retumbar en las paredes del lugar y de sus oídos haciéndole doler la cabeza. Una mano le agarra el tobillo haciéndola tropezar con un grito, pero logra mantenerse en pie. Lizzie se convence que solo es una broma estúpida. Suspira y el temblor de su cuerpo se desvanece. Deja caer sus brazos a los costados de su cuerpo y su rostro se vuelve agresivo.
- ¿¡Qué están esperando!?
Otra mano le vuelve a agarrar el tobillo. Esta vez Lizzie no se espanta y comienza a golpear a la persona con su pie. No es con toda la fuerza que tiene, pero suficiente para sacarle unos quejidos de dolor. Las luces se encienden.
Stop music (opcional)
Las risas se expanden como una plaga haciéndose cada vez más potente. Lizzie parpadea acostumbrándose a la luz y a los rostros que aparecen a su alrededor. El lugar es tan grande como siempre lo imagino. Las paredes están pintadas con grafitis, hay nombres y dibujos de varios colores. Ella está en el medio del sótano, en medio de cuatro columnas. Eran tantas personas rodeándola que no podía contarlas. Salomé esta frente a ella observándola con una sonrisa de costado y los brazos cruzados.
-Felicidades. Pasaste la primera prueba. -Las risas vuelven a surgir, pero se pierden poco a poco en el eco.
- ¿Primera prueba?
-Hay como cuatro o cinco, depende tu actitud.
-Nadie me dijo nada de pruebas.
- ¿Acaso te arrepientes? ¿Quieres irte? -Pregunta Salomé levantando una ceja y acercándose a ella con lentitud, su mirada es tan sombría que el temblor en las manos de Lizzie vuelven.
-No, no, no.
-Bien. Este es tu pase para poder entrar y salir del sótano. -Salomé le extiende un diminuto chip verde. Lizzie lo acepta y lo observa como si fuera algo de otro mundo. Los cables plateados se translucen, se ven a pesar de la cubierta verde claro y del logo dorado. Son tres letras: Una O y una X debajo de una S. Ya había visto ese logo antes. Estaba encima de los números de algunas habitaciones y se repetía muchas veces en las paredes del sótano. Siempre en dorado.
- ¿Cómo... -Antes de que pueda preguntar cómo se pone ese dispositivo verde, un chico de cabello morocho la interrumpe.
-Yo te ayudo con eso. -Dice levantándose del suelo con una mano en el estómago.
- ¿Te golpee muy fuerte? Lo siento. -Mientras dice la última palabra, el chico niega disimuladamente con la cabeza.
-Jamás digas lo siento. -Salomé habla con autoridad, seriedad y algo de terrorífico en sus ojos celestes.
-Lo... Claro, sí.
-Te presento al novato. Bueno... supongo que hay una nueva novata. -Dice mirando al chico y luego a Lizzie. -Freddie, novata. -Los señala mientras dice sus nombres. -Novata, Freddie.
-Buena patada, novata. -Freddie estrecha la mano de Lizzie.
-En realidad soy Li...
-Por ahora eres novata. -Dice Salomé. -Hasta que llegue otro.
- ¡Hora de las reglas! -Un chica alta de piel tan blanca como una hoja grita yendo al centro del sótano. Su largo cabello negro atado en una cola alta se mueve como un látigo y sus labios rojos parecen iluminar su piel.
-Regla número uno: Salomé es la única que puedeconfirmar los castigos
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Cambiando Las Reglas Del Juego [Pausa]
Teen FictionUna historia situada en alguna parte de Buenos Aires, Argentina, sobre una chica que termina en un internado para menores.