CAPÍTULO 7

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Flavio no entendía muy bien por qué Samantha estaba de morros con él ese día. El sábado todo había ido genial y en la clase de hoy no se habían peleado, pero por alguna razón que desconocía, ella volvía a estar borde con él. Esta situación no era nada conveniente porque era su último día antes de la recuperación, y la actitud de la rubia no ayudaba en nada. A decir verdad, Samantha iba muy bien preparada para el examen y estaba seguro de que esta vez sí que iba a aprobar aunque ella no creyese en sí misma. El problema era que la valenciana solo le hablaba para decirle que ''ya'', ''vale'', ''sí'' y ''no'', y así poco podían hacer. Además, se había tomado el café que le había subido pero no había comida nada de lo que había traído para comer. ¿Quizás no le gustaba?

— ¿Qué te pasa? — preguntó por fin el moreno.

— Nada.

— No has comido nada de la merienda que he traído.

— Es que no siempre hay que merendar.

— Eso no pensabas el sábado...

— La gente cambia de ideas, Fabio.

— No tan rápido.

— Han pasado solo dos días.

— Suficiente.

— ¿Estás enfadada porque no te gusta lo que te he traído para merendar?

— Ni que tuviese cinco años — dijo poniendo los ojos en blanco.

— Quizás te había molestado que te trajera estos bollos sin preguntarte si te gustaban.

— Pues no, si no me gusta algo lo digo.

— ¿Entonces me vas a decir que te pasa?

— Te he dicho que no me pasa nada.

— ¿He hecho algo hoy que te haya molestado?

— Me molesta más lo que no has hecho.

— ¿Qué? — preguntó confuso.


Samantha se había dado cuenta de que había sido bastante borde el jueves. El chico había sido bastante amable con ella, además de considerado bajando a comprarle el café y las galletas sin cobrárselo, y no solo eso, sino que había querido darle clases sin ser un día de diario. Así que, decidió pedir perdón sin palabras y llevar ella la merienda ese día. De camino a la residencia, pasó por una pastelería cercana a mirar que podría llevar para merendar. Mientras estaba esperando, se dio cuenta de que no tenía ni idea de lo que le gustaba o si algo le daba alergia. ¿Y si era una mala idea? Se empezó a poner nerviosa y cuando quiso dar cuenta la chica del mostrador le estaba preguntando algo.

— ¿Qué?

— Que mi nombre es Gema — repitió con una sonrisa — ¿Qué te puedo ofrecer?

—Pues la verdad es que no lo sé.

— ¿Para quién son?

— Para mi profesor de inglés — dijo sin pensar — Bueno, no es ni mi profesor, es un chico de mi clase.

— ¿Y qué le gusta?

— Pues no tengo ni idea, no nos conocemos casi.

— ¿Ni un poquito?

— Supongo que algo con chocolate está bien — dijo mirando las vitrinas — ¿ Tienes algún bollito?

— ¿Chocolate negro o blanco?

Que tengas suerte • Flamantha •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora