CAPÍTULO 21

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— ¡Buenos días! — saludó la rubia a todos los que estaban ya en la mesa. No había madrugado, pero tampoco era muy tarde, como le habría dicho Eva ''la hora perfecta para despertar en vacaciones''— ¿No vamos a la playa hoy?

— Estamos haciendo ensalada de pasta, hoy comemos allí — la informó Jesús.

— ¿Tampoco hay desayuno especial hoy? — volvió a hablar.

La valenciana se extrañó al no ver al moreno por allí, él siempre solía madrugar y debía admitir que no verlo le preocupó, le hizo sentir un pinchazo en el estómago. A pesar de sentirse rara no dijo nada, se acercó una silla a la mesa y se sentó junto a Eva, que nada más sentarse a su lado le regaló un bonito codazo de buena mañana.

— ¿Qué pasa? ¿Ya echas de menos a Flavio?

— ¡Claro que no! Es que me podría acostumbrar a desayunos americanos todas las mañanas... — se excusó.

— Pues sí que te ha pegado fuerte con el inglés, eh — soltó divertida la gallega — Debes tener un profe muy bueno...

— Así es Eirian, el mejor de todos.

La gallega rodó los ojos divertida y negó pesadamente, no se creía ni la más mínima palabra de su amiga, la conocía demasiado bien como para saber que estaba ocultándole algo. Y se atrevía a poner la mano en el fuego si decía que sabía ese algo. El desayuno pasó tranquilo, estaban todos demasiado cansados como para siquiera hablar. Una vez se hubo terminado su café y rebañado el bol en el que había mezclado frutas con yogurt, Samantha se levantó y salió a la piscina, le apetecía ejercitar un poco los brazos antes de irse a la playa. Además de que no podía dejar de lado waterpolo y en estos días había vagueado bastante. 

— ¿Preparándote para las Olimpiadas? — llamó su atención una voz grave mientras nadaba.

Samantha se asustó un poco por la inesperada interrupción, pero rápido sonrió al saber que estaba vivo. Una vez terminado el largo, se acercó al bordillo donde el chico la esperaba con los pies metidos en el agua y se apoyó en sus rodillas para hablar con él.

— Por supuesto, de medalla de oro no bajo. 

— ¿Qué pasa? ¿No vienes hoy a la playa con nosotros? — preguntó el chico.

— Pero, bueno — se quejó la chica riendo — ¡Si tenemos el placer de contar con Floreado en nuestra salida a la playita! Se te han pegado las sábanas, eh.

— Solo un poco — dijo pasándole un mechón de pelo suelto por detrás de la oreja — Me parece un poco injusto que tú estés así de guapa por la mañana y yo no valga para nada.

— La que puede, puede — dijo separándose para impulsarse fuera de la piscina y sentarse en el bordillo.

Flavio viendo las intenciones de la chica se apresuró a levantarse para acercarle la toalla y que no cogiera frío. Aunque la temperatura no era muy baja, aún hacía algo de fresco matutino y no quería que la chica se resfriara. Además, había notado el agua de la piscina bastante fría y seguro que se iba a quedar helada una vez fuera.

— Han comentado por ahí dentro que has echado de menos mis desayunos — se burló el moreno tirándole a la cara la toalla.

— ¡Oye, idiota! — se quejó, pero el chico solo pudo reír y salir a correr como él hacía, como un abuelito.

Cuando Samantha llegó dentro después de haberse secado bien, vio como todos sus amigos la esperaban en la puerta de la casa.

— Venga, mujer — le apuró Eva — Siempre esperándote...

Que tengas suerte • Flamantha •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora