CAPÍTULO 22

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La vuelta había sido más que pesada para todos, no era ninguna mentira que ninguno quisiera dejar Barbate para volver a la tediosa rutina del estudiante. Pero mucho peor fue para Flavio, en cierto sentido, que tenía el examen de sus odiadas matemáticas a la vuelta; eso sí, se sentía en una nube después de lo recientemente ocurrido con cierta rubia, que si bien antes no salía de su cabeza ahora era él el que no quería que saliese. De momento, lo que sea que tuviesen aún era una incógnita pero al menos sabían que su amor era correspondido y que se tenían el uno al otro sin importar nada más. En el tren se escaparon un par de veces juntos para regalarse un par de besos a escondidas de sus amigos, aunque no fueron tanto como ellos deseaban para no levantar sospechas.

En aquel momento, Flavio estaba sentado en el sofá del piso de Anajú junto a Anne y Gèrard, la mayor estaba en la cocina agarrando unas cervezas y unos snacks para tomar.

— ¿De verdad no quieres que te ayudemos? — preguntó Gèrard.

— ¡Que noooooo! — gritó desde la habitación.

— Esta chavala es muy cabezota, voy a ayudarla — dijo Anne levantándose a ayudarla y una vez se marchó por el pasillo se la escuchó decir: "¿Cuántos viajes pensabas hacer?

Cuanto la desaparición de la de los rizos de la sala fue total, Gèrard se giró bruscamente hacia Flavio, le miró curioso y tardó un tiempo en hablar. Lo estaba analizando y Flavio lo sabía, pues llevaba toda la mañana haciéndole preguntas sobre si se encontraba bien o si le había pasado algo.

— ¿Me lo vas a contar ya? — insistió.

— Gèrard, creo que te lo he dicho ya. No hay nada que contar.

— ¿Y por qué Don Seriedad sonríe tanto desde que volvimos? — siguió.

— Estás pesado, eh. Sonrío porque me lo he pasado muy bien estas vacaciones con vosotros — respondió.

— ¿Con nosotros o con ella?

— Sí, también es por Anne — vaciló el moreno, pero cuando se dio cuenta de la cara que puso el ceutí cambió sus palabras — ¡Es broma, tonto! Pues claro que es con vosotros.

Gèrard iba a responder cuando las otras dos chicas llegaron, lo que le obligó a parar la conversación y cambiarla, no sabía si a Flavio le sentaría bien volver al mismo tema con tres personas detrás de una respuesta que era más que obvia.

— ¿Y vosotros de qué hablabais? — preguntó Anajú cuando terminó de colocar todo en la mesa.

— Os estábamos poniendo verdes — respondió Flavio.

— ¡Bueno, bueno! ¿Le ha pegado Samantha lo de la ironía o soy yo? — preguntó en broma Anne.

— Hablando de Samantha... — empezó Anajú y ahí fue donde empezó lo que Gèrard más temía, él mismo sabía que los tres iban a buscar las mismas respuestas y que ninguno de los tres se iba a quedar con las ganas, necesitaban saber qué había ocurrido tras su declaración.

— No vayáis por ahí, que sé lo que queréis saber.

— ¿Qué pasa, es muy íntimo lo que pasó para que no nos lo quieras contar? — volvió a hablar Anne haciendo enrojecer al moreno. ¿Era él o empezaba a hacer calor en la habitación? Gèrard estalló en una carcajada y la turolense también tuvo que reprimirse para no reír ante el descaro de la más joven.

— ¡Ay, pobre, que le da vergüenza! ¡Dejadle ya, venga! — le defendió Anajú.

— Gracias, Anajú. Menos mal que tengo una amiga sensata — agradeció el muchacho — Y si tanto queréis saber: no, no pasó nada.

Que tengas suerte • Flamantha •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora