CAPÍTULO 10

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Ese día había sido ella la que había llegado tarde a su clase particular en la cafetería, pero aún así cuando llegó Flavio estaba en la puerta esperándola con una sonrisa. Estaba abrazándose a sí mismo para lograr entrar en calor, lo que a Samantha le pareció adorable, parecía un niño pequeño. El moreno la saludo tiernamente con la mano cuando la vio llegar y se dirigió a la puerta para abrirla y dejarla pasar primero al calor de la cafetería.

— Siento llegar tarde, estaba terminando un trabajo con Jesús y se me fue la hora.

— No te disculpes, apenas han sido 10 minutos.

— Al menos podrías haberme esperado dentro que estarás helado.

— Un poco, pero me gusta abrirte la puerta porque sé que te molesta que sea majo contigo.

— Antes sí me molestaba, ahora no.

— Uy, entonces no lo hago más.

— No te lo crees ni tú — dijo la rubia riendo — Te puede el ser bueno y educado.

— ¿Qué puedo decir? — dijo encogiéndose de hombros — Mi madre me enseñó bien.

— Seguro que sí — dijo dándole un suave empujón — Ve a la mesa, que hoy me toca.

Con una sonrisa el moreno asintió y se dirigió a su mesa de siempre, no sin antes saludar a la camarera con un simple gesto de la mano. Estaba decidida a no pedirse hoy nada de merienda y tomarse un poleo menta para hacer mejor la digestión. Carlos le había dicho que el café era malo y engordaba bastante, así que también había decidido cortar su suministro de café diario.

— ¡Buenas tardes, Samantha! — le dijo Sara cuando llegó su turno — ¿Lo de siempre?

— No, ponme el café de siempre para Flavio y un menta-poleo para mí que tengo el estómago un poco revuelto — mintió.

— Oh, ¿te ha sentado mal la comida? Pobrecita...

— Supongo — contestó escuetamente — ¿Qué tienes hoy?

— Hoy tenemos muffins de chocolate y tarta de queso, que Flavio me dijo que era tu favorita.

Samantha sonrió por lo que la pelirroja le había revelado. Sí, la tarta de queso era su favorita pero desgraciadamente tenía que cortar con los dulces y no iba a caer en la tentación por mucho que le gustase la de la cafetería. Con todo el dolor de su corazón pidió solo una porción de tarta para que el murciano merendase.

— ¿Está malito también? — preguntó la camarera con curiosidad.

— No.

— Ah, como solo has cogido una porción.

— Para él, yo no quiero nada hoy.

— ¡Pero si es tu favorita! — le dijo con una sonrisa dejando todo en la bandeja — ¿Segura?

— Sí.

— Bueno, como quieras — dijo entregándole la bandeja — Espero que te mejores pronto.

— Gracias.

Con cuidado de no tirar nada, se dirigió a la mesa donde la esperaba el moreno con los apuntes del día sobre la mesa. Flavio la miró confuso cuando vio lo que traía la bandeja, pero Samantha intentó hacer como que no se había dado cuenta de las claras preguntas que reflejaban la cara de su profesor. La rubia cogió el café y el trozo de tarta para ponerlos delante a Flavio.

— Samantha...

—Dime.

— ¿Y lo tuyo?

— No tengo hambre.

Que tengas suerte • Flamantha •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora