CAPÍTULO 12

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Flavio no podía sentirse más perdido en la clase de matemáticas. Antes conseguía enterarse de algunas cosas y más o menos lo sacaba, pero ese día no sabía qué le pasaba que era completamente incapaz de concentrarse y no ayudaba el bajón que le estaba dando el no ser capaz de hacer bien los ejercicios y los que habían hecho en casa tampoco habían estado 100% correctos. Para más inri hoy no estaba Anne con él para echarle un cable, aunque no le gustaba pedir ayuda, hoy hubiera sido uno de esos días en los que se hubiese tragado su vergüenza y hubiera pedido ayuda a su amiga. Había perdido la cuenta del número de veces que había mirado el reloj esperando encontrarse con una hora que le alegrara, pero el tiempo estaba pasando excesivamente despacio ese día. Encima estaba muy agobiado porque la profesora les estaba mandando corregir algunos ejercicios en alto y no se veía capaz de hacerlo porque estaba seguro que lo que le tocara iba a estar mal. Hacía mucho tiempo que no lo pasaba tan mal en una clase, y el sentimiento se intensificaba al ser la de matemáticas. Sabía que su turno estaba peligrosamente cerca y ya no podía encogerse más en la silla para pasar desapercibido, aún quedaba tiempo de clase y había preguntado a la mayoría de la clase.

— Flavio, que escondidito estás — dijo la profesora riendo mientras el llamado se erguía llorando por dentro — ¿Puedes corregir el 30?

— Sí — respondió dudoso mirando sus apuntes — No sé... ¿83?

— ¿Cómo que no sabes?

— Es que no entiendo muy bien lo que estamos dando — dijo en casi un susurro siendo consciente de que todos le estaban mirando.

— Ochenta y tres no es la respuesta correcta — le dijo entonces — ¿Alguien puede corregir el ejercicio?

Flavio se hundió en su sitio volviendo a encogerse para intentar desaparecer, aunque estaba claro que era imposible. Este cuatrimestre lo estaba pasando realmente con la asignatura y ya no sabía qué hacer. Aún no había ahorrado lo suficiente para poder pagarse una academia, y de broma iba a molestar a sus amigos para que le ayudasen y tuvieran que perder el tiempo cuando tenían mejores cosas que hacer. Además, últimamente no le estaba cobrando la clase entera a Samantha porque había mejorado tanto que podían dedicar parte del tiempo a charlar o a que el chico le enseñase la canción que le tocaba practicar esa semana para el conservatorio, y claro, le parecía mal cobrarle todo el precio cuando realmente no pasaban todo el tiempo estudiando. Samantha no estaba muy de acuerdo con el nuevo trato, pero el moreno había logrado convencerla de que era lo más justo. Por ello, estaba siendo más difícil ahorrar para la academia de lo que había planeado en un principio. Podría pedir algo de dinero extra a su madre pero tampoco quería darle un cargo más... Así que había decidido que se iba a buscar un trabajo de fin de semana para ir ahorrando más rápidamente. Samantha ya iba muy bien y el murciano estaba seguro de que ella pronto le diría que no hacía falta que le diera más clases cuando ella se las podía apañar de maravilla sola. Debía empezar a planear otra fuente de ingresos para estar preparado para su ''despido''. La verdad es que le daba un poco de pena que se acabaran las clases ahora que ambos se estaban llevando tan bien, de hecho el otro día había descubierto que la rubia cantaba de maravilla cuando le había propuesto tocar algo para que ella cantase.

— Bueno, murcianico — dijo imitando su acento — ¡Que yo canto super bien!

— Demuestralo — la retó.

— No quiero cantarte.

— Tú ya me has visto hacerlo.

— Nadie te dijo que me aceptaras la solicitud.

— ¡Pero bueno! — rió el moreno — Si estuviste toda la tarde de morros porque aún no lo había hecho.

— Yo no recuerdo que las cosas fueran así — mintió — Yo siempre soy una persona muy dulce.

Que tengas suerte • Flamantha •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora