CAPÍTULO 9

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Ya habían pasado varias clases desde ese día fatídico en el que Samantha sentía mil cosas pero ninguna buena. Su aprobado le había dado muchos ánimos para seguir estudiando porque ahora que casi había sacado un siete, se sentía más preparada que nunca para afrontar el examen final y conseguir aprobarlo. Hoy habían quedado a las seis porque Flavio había tenido que ir al conservatorio de cuatro a cinco, pero antes de la cafetería, Samantha había pasado a buscarle al conservatorio que la pillaba de camino a ésta. El muchacho salió con una sonrisa y vestido todo de negro. Por su cara el examen le había salido bastante bien. Samantha se fijó en su cara y vio que ya estaba casi curado, a excepción del labio que parecía tardar más. A decir verdad seguía sin estar muy convencida de lo que le había dicho el moreno.

Cuando volvieron a juntarse, Samantha estaba decidida a no cometer el error de la otra clase y preguntar a Flavio que le había pasado para tener la cara hecha un cuadro. La camarera de la cafetería no le caía muy bien pero no sabía por qué. Se acercó al mostrador y pidió lo de siempre.

— ¿Qué tal, Samantha?

— Bien...¿Sara? — dijo mirando la tarjetita con su nombre que colgaba del delantal.

— Sí — le dijo con una sonrisa — ¿Flavio llega tarde?

— Eso parece.

— Hoy tenemos tarta de queso y tarta de oreo. ¿Cuál os apetece?

— Ponme una de cada y ya veremos cual quiere el señorito Fernández.

— ¿No te cae bien?

— Pues claro que me cae bien — contestó a la defensiva.

— Perdón, perdón — contestó tras oír el tono de la rubia — Solo me había sonado con rintintin lo del ''señorito''.

— Son cosas nuestras.

— Vale, perdona.

— Está bien.

Samantha cogió la bandejita con todo y se dirigió a la mesa de siempre. Era la mejor para estudiar porque estaba apartada sin nadie que les molestase. Al poco de sentarse, vio a través del cristal como pasaba Flavio corriendo y la saludó sonriendo mientras pasaba. Entró en la cafetería y Sara le saludó desde la barra y el moreno le devolvió el saludo con un gesto de la mano mientras se dirigía a la mesa.

— Perdona que llegue tarde — dijo sentándose rápidamente — Me eché una pequeña siesta y se me fue de las manos.

— No pasa nada, solo han sido 10 minutos.

— ''A mí nadie me hace esperar'' — la imitó riendo.

— ¡Oye! — dijo haciéndose la enfadada — Yo no tengo esa voz tan aguda.

— Eso es debatible...

— ¿Quieres pelea, murcianico?

— Lo que me faltaba — dijo señalándose la cara.

— El otro día no te pregunté porque no quería invadir tu privacidad, pero luego me di cuenta de que era una tontería y que hice muy mal no preguntándote cuando tú estás siendo tan atento conmigo.

— No importa, de verdad — dijo soplando su café y haciendo una mueca de dolor cuando el líquido caliente le tocó la herida del labio — No me lo tomé a malas.

— ¿Qué te ha pasado?

— Tenía la habitación desordenada y me caí, nada grave.

Que tengas suerte • Flamantha •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora