CAPÍTULO 27

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Flavio se despertó media hora antes que la rubia. Se habían pasado la mañana paseando por el pueblo y comprando algún detalle para Lara por haberles guardado el secreto de esas mini vacaciones. Después de comer habían vuelto a la habitación para recoger las cosas y salir sobre las seis del pueblo para volver a sus vidas normales en la capital. A petición de Flavio, para que estuviera más descansada, se habían echado una última siesta, y aquí estaba dedicando ese momento a observarla dormir. Le gustaba verla así de tranquila porque no era lo común, Samantha siempre era muy activa y nunca paraba. Sonrió pensando en que era el único que conseguía verla en su momento zen, tan calmada con la respiración pausada. No pudo evitar acariciarla suavemente para no despertarla, y la chica aún dormida pareció agradecer el cariñoso toque. A veces se preguntaba si desaparecería, porque era tan maravillosa que de vez en cuando seguía preguntándose si todo estaba siendo un sueño. Lo único que tenía claro era que cuanto antes abriese los ojos, antes tendrían que marcharse y era lo que menos quería. Cuidó cada movimiento volviéndolo un poco más suave que el anterior, si era posible. Pero los movimientos que ella comenzó a realizar confirmaron a Flavio que no podía retrasar más el momento, por mucho que le gustase estar así.

— ¿Qué haces despierto ya? — preguntó con voz de dormida cuando vio al chico sonreírle.

— Mirarte, es mi actividad favorita.

— ¡Deja de ser tan adulador! — se quejó escondiendo una sonrisa — Y más cuando estoy medio dormida y más vulnerable.

— No mientas, la Samantha vulnerable es algo que no existe.

Antes de que a la valenciana le diese tiempo a responder, él ya se había lanzado sobre ella atacando su cuello para repartir suaves besos por toda su piel. Ella se estremeció ante el primer toque, casi podría decirse que se asustó, pero pronto le correspondió.

— Hola a ti también — susurró la valenciana en su cuello.

— Ojalá estar así siempre.

Apenas pudo oírle, pero sonrió y lanzó un suspiro. Ninguno se quería ir, Flavio supo que ella tampoco cuando sintió su mano acariciarle la nuca y atraerle hacia ella para besarse en condiciones. Fue un beso lento, queriendo aprovechar el momento que ya estaba casi por acabar a su pesar. Al separarse, el moreno se quedó tumbado sobre ella mientras la chica le abrazaba.

— Quedémonos así para siempre —susurró la valenciana mientras le acariciaba el pelo.

— Ojalá, sería la mejor idea del mundo.

— He dormido super bien, como se nota cuando duermo contigo y cuando duermo sola.

— Es cien veces mejor abrazadita cual koala — rió el chico.

— Por supuesto — dijo apretándole más contra ella.

Pero el momento íntimo no duró mucho porque en mitad del silencio se oyó el estómago de Samantha pidiendo algo de merendar, lo que hizo que ambos se echasen a reír. Bajar a merendar fue una tarea mucho más complicada que salir de la cama, entre lo a gusto que se encontraban abrazados y las pocas ganas de tener que volver a las residencias, todo parecía cuesta arriba. Al final se demoraron más de lo debido y acabaron saliendo del hostal hora y media más tarde de lo planeado. Cuándo Flavio le pidió aprovechar hasta el último momento del fin de semana, la rubia no se imaginó que fuese tanto. Solo faltaban unas horas para que el supuesto tren de Flavio llegase y Gèrard empezase a hacerle preguntas. Además, Eva también las haría cuando viera que no llegaba a la hora prometida. Debían espabilar o sus amigos sospecharían, si es que no tenían ya alguna sospecha.

Que tengas suerte • Flamantha •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora