1. No me sigas...

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Milo observó la espalda desnuda de Camus iluminada por la tenue luz de la luna que se filtraba en su habitación. Su compañero de armas y amigo se había dormido profundamente, pero él no lograba conciliar el sueño. Llevaba días con un insomnio agudo y ni siquiera lograba dormirse aun después de acostarse con el joven que compartía su cama. Le dolía la cabeza, le dolía pensar.

Intentó cerrar los ojos, relajando los párpados, dejando escapar un suspiro lleno de resignación.

Sintió el peso y el calor del cuerpo de su amigo en su cama... pero eso, entre otras cosas, tampoco le dejaba dormir. Milo lo amaba, eso era claro, llevaba amándolo demasiado tiempo como para recordar cuanto... pero Camus... bueno, Camus era otra cosa. El escorpión se jactaba de leer claramente las emociones de todo el mundo, bueno de todo el mundo menos de él, del joven que más le importaba. Cuando intentaba leer en los ojos de su amigo sus emociones, solo podía percibir una pared, una barrera que le impedía ver, entender, saber, comprender. ¿Era mutuo o solo química corporal?

Se acostaban, hablaban, compartían... pero al momento que Milo intentaba tener una conversación ligeramente emotiva, el guardián de la casa de Acuario le evitaba, o simplemente ignoraba sus preguntas. Era frustrante.

Bien sabía él que no tenía un pasado demasiado fácil de digerir, Milo había estado involucrado afectiva y sexualmente con muchas personas dentro del santuario, y sabía que su amigo desaprobaba ese comportamiento... ¿Lo desaprobaba o le daba celos? El escorpión no lo sabía, y Camus, evidentemente, no se lo diría.

Esa noche, Milo lo había manifestado, y eso lo mantenía despierto. Despierto y lucubrando.

-Te quiero -le había dicho el escorpión, buscando sus ojos.

El jóven acuario, se limitó a mirarlo, y emitió un sonido seco que al escorpión le costó descifrar. "Mhm"

¿Qué clase de respuesta de mierda era esa? Se preguntó, molesto, fastidioso, totalmente desconcertado. La escena se repetía en su mente una y otra vez. Te quiero. Mhm. Te quiero. Mhm. Y la cara de Camus, impasible... y su puto gesto, y su respuesta que no era una respuesta.

Mhm.

A la mierda con Camus. Volvió a cerrar los ojos, al menos, podía acostarse con él, y sabía que a su amigo no le era indiferente... pero ¿qué sentía? Algún día lo sabría, se dijo.

En todos los años que llevaban juntos como amigos, jamás le conoció a Camus un amor, una pareja, ni siquiera le oyó manifestar atracción por alguien. Quizás, después de todo, eso era lo que mantenía al escorpión atrapado como si de una tela de araña se tratase. No importaba con cuantas personas se acostara, su corazón le pertenecía eternamente.

No pudo seguir pensando, porque Camus se levantó sobresaltado y se sentó rápidamente.

Milo, atento, lo observó.

-¿Qué sucede? -preguntó alarmado.

Camus negó. -Es Mu. Me ha llamado. -replicó con el típico mono tono de "no-me-toques-los-huevos-con-preguntas".

Milo frunció el entrecejo.

-Mu? A esta hora? Qué coño quiere Mu a esta hora? ¿Estás seguro que no estabas soñando o algo así? -preguntó curioso. Eran las 4 de la mañana. Qué hacía Mu despierto a las 4 de la mañana llamando a Camus? Sintió su estómago dando un vuelco, celos. -¿Qué quiere Mu contigo de madrugada, chico? -volvió a preguntar. Camus estaba serio, como siempre, pero se le veia algo mas alterado que de costumbre, mirando fijamente un punto en la pared.

Puto Mu, se dijo. ¿Qué coño le estaría diciendo? ¿Qué tenía que decirle al galo de madrugada? Su corazón latía algo agitado y la curiosidad le carcomía por dentro.

-¡Camus, contéstame! -le rogó, firme. -¿Qué está sucediendo?

El aguador se levantó y el griego pudo ver su cuerpo delgado y desnudo bañado nuevamente por la luz tenue de la madrugada.

-Tengo que irme. -replicó Acuario buscando su ropa.

-Oye, no. No me digas esa estupidez. -replicó, levantándose de la cama también, con sus ojos azules ardiendo intensamente buscando la mirada de su colega. -Dime que coño está sucediendo, porque no estás simplemente dándome el esquinazo... ¿no? -le preguntó acercándose y buscando respuestas. La vida con Camus era buscar respuestas.

¿Y si así era? ¿Y si solo quería pirarse y le estaba dando una excusa estúpida? ¿Y si se sentía incómodo? Los pensamientos galopaban en su cabeza. Se sentía mareado y confundido.

Camus le devolvió la mirada, gélida, mientras se vestía y se preparaba para marcharse inminentemente.

-Lo siento, Milo, debo irme. Luego hablamos. -escupió, aún mas serio y alterado que de costumbre, lo cual ya era mucho decir.

-Que no, Camus, que no, que no vas a irte así, como si yo fuera aquí un desconocido. Si te piras a las 4 de la mañana de mi casa, cuando estabas durmiendo tranquilamente, pues me das una puta explicación, macho. Así funciona.

El francés no hablaba demasiado pero Milo había aprendido a leer entre líneas ya. Respiró fuerte, inhalando profundamente con su gesto de "No quiero hablar ahora". Joder hijo mio, no quieres hablar nunca, pensó el escorpión.

-Mira Camus, me da igual que no quieras hablar, ¿sabes? Estás en mi casa, y hasta hace unos minutos dormías en mi cama. Somos amigos. Habla conmigo, joder. -resopló el griego buscando sus ojos, con la ferocidad que le caracterizaba.

Acuario se limitó a mirarlo, desde esa pared invisible y sus ojos, azules e ilegibles.

-Debo irme. No puedo hablar ahora ni perder el tiempo. Tengo algo que hacer. -para cuando respondió, ya estaba completamente vestido y caminó hacia la salida sin mirar atrás, pero antes de llegar a la puerta, se volteó a ver a su desconcertado colega. -No me sigas, Milo. Lo digo en serio. No me sigas.

"Que no le siga dice" se dijo Milo apretando la mandíbula, tragando en seco. "El cabrón es un puto iceberg, que no le siga dice."





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