Capítulo 8: Todo saldrá bien

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Subí la cremallera del vestido y me miré en el espejo.

Llevaba el pelo recogido en un moño bajo con dos pequeñas trenzas que lo rodeaban y con dos mechones sueltos delante. Me había maquillado un poco haciendo resaltar mis labios y mis ojos color miel. El vestido que llevaba, color celeste, me recorría el cuerpo como una segunda piel, con sus preciosos diseños en las mangas sueltas y que luego desaparecían en mis hombros para volver a juntarse en mi pecho donde llevaba un escote de corazón. El vestido tapaba mis pies, pero no importaba, además como ya había pensado en ello, no compramos nada elegante para esa parte. Me moví de allí, y cogí un pequeño cuchillo, que me había dado el Capitán para esconderme entre la ropa. Levanté de un lado la tela del vestido exponiendo mi pierna izquierda, donde había una cinta rodeando mi muslo, metí allí el cuchillo y solté el vestido dejándolo caer libremente. Me miré por última vez y escuché tres golpes en la puerta.

- Adelante- dije alto para que me escucharán desde fuera.

Entonces entro el Capitán. Iba guapo, bueno guapo no, guapísimo, no podía mentir en eso. Llevaba una camisa blanca que se ajustaba a su cuerpo haciendo que se notase los músculos de sus brazos, un pantalón negro junto a unas botas negras. El pelo lo tenía peinado, pero a la vez en su movimiento rebelde y libre. Estaba ajustándose el cuello cuando me miro.

Sus ojos brillaron y me escaneo dos veces, de arriba abajo.

- Wow- dijo.

Si, wow. Grandes declaraciones.

Me acerqué a él y me tendió su brazo, el cual agarré y salimos del camarote. La mayoría de los tripulantes estaban en la taberna del pueblo, pero aún había algunos paseando por la proa como Ronel, que se acercó al vernos.

- Señorita- dijo agachando un poco la cabeza en modo de saludo y respeto.

Muy educado era Ronel para ser un pirata.

- Ronel- dije.

- Capitán, todo está preparado. El carruaje les espera en el puerto- dijo antes de que el Capitán me condujera hacia fuera del barco.

Al bajar del barco, frente a nosotros un carruaje nos esperaba cuyo transporte llevaba a su propio conductor, un hombre sentado con las riendas de los dos caballos en sus manos. Subimos a él y emprendimos el viaje hacia el castillo.

Pensé, pensé y pensé. No podía dejar de pensar, en que, si fallábamos en algo, nos matarían o harían que nos comiesen los leones del rey. ¿Por qué el rey tendría leones, no? Seguramente, ¿qué rey no tiene leones? Por si les roba alguien comérselos, claro.

- Y si no sale bien- susurré.

Me avergonzaba que supiese el pirata junto a mí que tenía dudas sobre el plan.

- Saldrá bien, no te preocupes- dijo, cogiéndome la mano para que lo mirase.

Sus ojos color azul, me decían que confiase y algo en mi me decía que le creyese.

- Todo irá bien, te lo dice el mejor pirata de estas aguas que tienes delante- una sonrisa arrogante se extendió por su cara.

- Engreído

Se me escapo una pequeña sonrisa y rápidamente la quité al darme cuenta de mi acción. Miré hacia el palacio que se extendía como una fuerza sobrenatural y un poder infinito delante de nosotros. Mi corazón empezó a bombear rápidamente. Volví a mirar al Capitán que miraba hacia el mismo lugar que yo.

Y solo pude decirme algo a mí misma.

"Todo saldrá bien, ¿por qué tendría que salir mal?"

Ardiente VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora