Capítulo 11: Mazmorras

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Un guardia me llevaba atadas las manos con una cuerda en la espalda, mientras cogía el otro extremo de la cuerda y me empujaba para caminar.

Salimos por el sitio contrario a todas las demás mujeres.

Tenía miedo, me iban a matar, lo tenía claro. Solo podía mirar hacia abajo y pensar que no me tendría que haber desviado de mi propio propósito, por culpa de aquel pirata ahí estaba yo. Después de recorrer un trozo de camino entre pasillos, llegamos a las mazmorras donde muchas de los reclusos hacían ruido, gritaban, lloraban o pedían piedad a los guardias que pasaban por delante.

Abrieron la última celda donde estaba la chica que había visto antes y que tendría el mismo final que yo, estaba desmayada y la tenían agarrada por las manos y los pies con unos grilletes para que no se moviera. El soldado me empujo a ella y abrió los grilletes de la otra punta en la que estaba la chica. Me levanté corriendo para salir por la puerta de la celda, pero me cogió de los pelos y me tiró al suelo en un golpe seco, me arrastró a donde estaba y me puso los grilletes en las manos y en los pies, me golpeó en la cara y abrí la boca para exclamar una barbaridad, pero antes de ello el guardia me metió en la boca un líquido morado que escupí en su cara y por ello me cogió con fuerza la mandíbula y me volvió a arrojar el líquido en la boca para después cerrármela con su mano a la fuerza. El líquido morado en mi boca empezó a picarme y a arderme y como reflejo lo tragué. El hombre me soltó y se fue, dejándome allí.

Cerré los ojos un momento para relajarme.

- Nos van a matar- dijo la mujer a mi lado.

Río un poco y negó con la cabeza.

- Sabía que era una mala idea. Pero mi marido decía que si no íbamos sospecharían de nosotros. Y aquí estamos yo a punto de ser quemada en la hoguera.

No sabía que decir, parecía que ella hablaba para sí misma y que se estaba desahogando.

- Y los inútiles estos son tan jodidamente inteligentes, que nos han hecho tragar una poción para debilitar nuestros poderes y que no recurramos a ellos para salir de aquí.

Río otra vez con desprecio.

- Estamos perdidas.

Era verdad lo estábamos. No sabíamos que harían con nosotras, pero sinceramente no me apetecía descubrirlo.

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Llevábamos ya por lo que suponía y comentaban los prisioneros tres días. Ese día el carcelero nos dejó las sobras de las personas de alto cargo, un poco de pan y un trozo de pescado. Nos tuvimos que repartir eso entre las dos.

Uno de los prisioneros llamo nuestra atención.

- Hey, vosotras brujas- todo el mundo callo y todo se volvió un silencio denso.

Nos miramos las dos y le prestamos atención al señor.

- Mañana os queman en la hoguera en la plaza central de Terra Vella, será un gran espectacular o eso intentará el rey.

Mi fin. Hasta ahí había llegado, ni siquiera había descubierto quienes mataron a mi madre, no había conseguido nada, solo una muerte segura por confiar en un hombre que me prometió cosas sin siquiera conocerlo. Me había confiado solamente por el placer de encontrar la venganza que tanto había buscado, sin ningún cuidado y ahí había acabado.

Pasaron las horas hasta que apareció el carcelero, golpeando con una cuchara las barras de nuestra celda. La mujer a mi lado se despertó de su sueño y yo quité la vista de una hormiga del suelo para mirarlo a él.

- Mañana vendrán a buscaros para vuestra ejecución.

Lo dijo tranquilamente y se fue. Genial. Simplemente genial.

Cenamos nuestra última cena que fue una mierda, nos trajeron unas alitas ya mordidas y un yogur a la mitad.

Después de ello, me dormí.

Ardiente VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora