Capítulo 23: La información

4.6K 478 15
                                    

Tres días después de aquel encuentro nos volvimos a rencontrar en la taberna. Llevaba días trabajando duramente junto a Tom, cada día daba la sensación de que llegaba más gente, la voz se corrió al saber que Tom el hombre ya mayor que tardaba veinte minutos en darte el pedido tenía ayuda. La gente amaba a Tom y yo cada día conocía a más gente por allí, en el transcurro de los días no había llegado ninguna noticia sobre mí a Fuerte Ceuta y aquello me tenía tranquila.

Después de acabar de pasar la bayeta por la barra, salí de allí dejando en la barra el delantal, torpemente me acerqué a la mesa en la cual estaban los amigos y compañeros de la Joya Negra junto a su Capitán. Estaba tan cansada que solo deseaba acabar con aquella charla, llegar a casa y tirarme en mi cama.

Cuando me ve desde lejos con un simple movimiento consigue que todos los piratas se muevan hacia el otro lado de la taberna. Se pasa la mano por el pelo alborotándolo, apoya los codos en la mesa y cuando me siento me mira fijamente.

- Lo tengo- dice, pasando por la mesa un papel.

Lo cojo y disimuladamente lo abro, solamente hay una dirección.

- Gracias- digo antes de levantarme y marcharme.

Me coge del brazo rápidamente y me vuelve a sentar.

- No iras sola- dice.

- Claro que voy a ir sola- digo, frunciendo el ceño.

- Te he dicho que no, te acompañaré- dice autoritario.

Jaja lo tiene claro si cree que le haré caso.

- Y yo te he dicho que no, no hay más que hablar.

Ahora sí, me levanto y moviéndome hacia la salida, se me interpone un cuerpo y al otro lado otro. Alzó la vista y veo a Ronel con una mirada de disculpa. Me giró y detrás mía se va acercando el Capitán con las manos en los bolsillos, me cruzo de brazos y lo encaró.

- El favor ya está cumplido, no necesito nada más de ti- digo, clara.

- Pues si quieres la información va a ser conmigo o nada.

¿No quería matarme? Este hombre era un tarado.

- Estas tarado- le suelto.

Con una sonrisa de boca cerrada alza su mano y me arranca de la mano el papel.

- ¡Oye!- me quejó.

- ¿Sigues queriendo ir? - pregunta.

¡Pues claro que sí!

Pero como no voy a darle el gusto de la victoria, miro hacia la barra rumiando con los brazos cruzados y dando a entender que me lo pienso.

- Mientras no estorbes, vale- digo, rindiéndome y suspirando.

Asiente, con la cabeza victorioso.

- Mañana iremos- dice decidido.

- Trabajo.

- Tom te da la mañana libre- contesta.

Me sorprende aquello, pero del cansancio decido ignorarlo. Asiento y me marcho de la taberna.

Ardiente VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora