Con un ligero dolor de cabeza, puso los pies sobre el suelo y se dejó arrastrar por el movimiento innato de sus articulaciones. Era abrir los ojos y actuar de manera programada, como si la rutina mandara sobre ella y no hubiera forma de confrontarla. Estirar los brazos hacia arriba y menear el cuerpo de un lado a otro, mientras truenan los huesos. Abrir la ventana, dejando pasar el primer aire fresco del día. Desdoblar las sábanas. Recogerse el pelo, aunque los tres mismos mechones de siempre prefieran acomodarse en su nuca. Y entrar al baño, si Claudia seguía durmiendo, claro está. Así, todas las mañanas.
El dolor de cabeza se intensificaba cada vez más y una pequeña e incesante molestia en la zona baja del vientre le recordaba que no tardaría mucho en bajarle la regla. Mañana, a más tardar... Se lamentó, sobre todo, porque no solía ser muy oportuna. Su voz y las punzadas en la cabeza le impedían situarse en el tiempo, estaba perdida. ¿Viernes? ¿Sábado? ¿Domingo? No fue hasta que entró en la cocina y vio las dos bolsas del Mercadona que había traído Flavio el día anterior que se pudo ubicar. Las bolsas estaban intactas, tanto que la chica se sentía una caradura, ni siquiera un céntimo de ellas le pertenecía. Era sábado y ayer había sido el viernes más extraño que había vivenciado en meses. Trató de recapitular todo lo sucedido y se congeló al recordar la confesión que le había hecho el joven la noche anterior: tenía novia. O ex novia. O lo que fuera. El caso es que había alguien en su vida, alguien muy importante para él, pero estaba en pleno proceso de duelo, de dejar ir lo que, durante un tiempo, le ha atado a otra persona. Samantha sabía que dolía. Había tenido un par de novios y las desilusiones amorosas no eran cosa extraña para ella, aunque tenía la sensación de que nunca se había llegado a enamorar de nadie. Incluso, nunca lo estuvo de su última pareja, Aitor, con la que compartió casi tres años de noviazgo. Sufrió, sufrió tanto con la separación que a veces llegó a pensar que le pasaría factura no solo anímicamente, sino también en su salud. Apenas comía y los ataques de ansiedad la visitaban a diario, devorándola por dentro y amenazando con robarle el aire, a pesar de que ella no quería recibirlos. Adelgazó un par de kilos y el insomnio y las ojeras eran sus compañeros inseparables. Fue una etapa dura, así que, en cuanto Flavio le compartió su situación amorosa, no pudo evitar recordar esas noches en vela, ese miedo al porvenir, el pensamiento de que nada sería igual, la incertidumbre de no saber si alguien más llegaría y esa sensación de desamparo y de temor por el futuro, porque con Aitor tenía tantos planes que sin él se quedó vacía. Aquella conversación le hizo revivir todo y llegó a una conclusión. Si Flavio estaba viviendo esto en esos momentos, era imposible que buscase algo serio con ella, que vea algo más que un simple lío. Y, si lo que él pretendía era sacar un clavo con otro clavo, se estaba equivocando... con ella, no.
Entre tanto pensamiento incierto y angustioso, Claudia asomaba su carita recién levantada por la puerta de la cocina. No había salido de su habitación desde ayer y eso merecía una gran celebración, pero las chicas parecían sacadas de una perenne tragedia griega. Y, era verdad, en esos instantes, solo este género literario y Shakespeare podían ser capaces de entenderlas.
-Buenos días... -dijo, con muy poco ímpetu, la más dormilona de las jóvenes.
-Bueno, eso de buenos...
-¿Qué te pasa? -le dio un beso en la frente y se sentó junto a ella.
-Me duele la cabeza, me va a venir la puta regla y no me preguntes por qué, pero me he acordado de Aitor...
-Joder... Subió una foto ayer, a lo mejor es por eso -le colocó un mechón de pelo que colgaba sobre su frente detrás de la oreja.
-No lo sigo.
-Cierto, no me acordaba -resopló dejando paso a un silencio ameno, interrumpido por el sonido de Samantha masticando las tostadas. -Yo tengo a Sandra en la cabeza, me siento mal por no haberla felicitado ayer -prosiguió. - Qué ridícula soy...
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Todos los sitios en los que coincidimos
RomanceSamantha, una joven amante de la escritura y la poesía, pelea a diario por sobrevivir en un mundo caótico, lejos de su familia. El extravío de su agenda, donde tiene plasmados todos sus escritos, hará que su camino se cruce con el de alguien más. ¿S...