Capítulo 8: No quiero que te vayas.

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Después del debut de Flavio al piano frente a Samantha, la música no cesó. Los jóvenes iniciaron un debate musical: ¿la Oreja de Van Gogh con Amaia Montero o con Leire? No era la mejor hora para discutirlo, quizá, pero, por suerte, ambos chicos parecían estar de acuerdo. Leire molaba, y poco más podían agregar. Dejaron de preguntarse si a Amaia le habían llegado o no las rosas, si seguiría con la carita empapada, para dar paso a otro artista, el que les había hecho coincidir sin saberlo, Andrés Suárez. De él solo pudieron decir maravillas, sobre todo, de las letras que escribía. Sus canciones eran poesía. Y, entre estrofa y estrofa de este intérprete, Flavio confesó que también componía sus propias canciones y melodías. ¿Cómo se puede ser tan perfecto, tío? Y, a pesar de que se negó a compartir alguna de ellas, Samantha sabía que tarde o temprano lograría escuchar alguna joya de su puño y letra. Quizá no se animaba a hacerlo porque era como desnudarse frente a ella, porque eso le otorgaría el poder de tener mucha información sobre él y el joven huía de sentirse vulnerable. Flavio era introvertido, muy selectivo con la gente de su entorno y eso hacía sentir más especial a Samantha. Por alguna razón, sí quería estar junto a ella.

La noche transcurría con más música y, entre palabras, confesiones y súplicas rechazadas, ambos chicos se encontraban acostados en el suelo del salón, esta vez, con Belén Aguilera como tema de conversación. Al joven le encantaban sus canciones, ese timbre de voz tan dulce que la caracteriza, esas letras reivindicativas... Y "T'estimo" era catalán puro y duro.

-Venga, va, tradúcemela -le pidió, buscando en el móvil la letra de la canción. -"T'estimo i no tinc por del que vindrà desprès" -leyó con una pronunciación pésima provocando que la catalana se burlara de él.

-Esa es fácil, ¿no la entiendes de verdad?

-¿Que lo quiere y no tiene miedo de lo que vendrá después? No es tan fácil, ¿eh? -adivinó, rascándose la coronilla como si sus neuronas estuvieran a punto de explotar por desconocer una única palabra.

-¡Sí, es eso!

-¿Por es miedo?

-Ajá.

-Tinc por de que se acabe esta noche.

Boom.

-¿Qué hablas? -bufó.

-Es un ejemplo para practicar mi catalán.

-Ya...

-"T'estimo i no hi ha lloc per drames i de més" -continuó leyendo la letra y la miró con desconcierto.

-¿Qué?

-Esta la traduces tú porque no tengo ni idea...

-Te quiero y no hay sitio para dramas y demás.

-Creo que vas demasiado rápido -bromeó, ganándose un buen cogotazo por parte de Samantha.

Ante tal agresión, el chico reaccionó tomándola de ambas manos, haciendo que se diera palmadas en la cara a sí misma.

-Samantha, ¿por qué te pegas? ¿Por qué te pegas, Samantha? -vaciló mientras ella trataba de desprenderse de él.

-No me pego, idiota...

Samantha puso unos ojos azules eléctricos que imploraban que la soltara, lo que obligó a Flavio a obedecerlos. Sin embargo, el pianista que lo era solo por hobby, no tardó en volver a atacarla. Esta vez, le pareció una idea sensacional hacerle cosquillas, aunque no contaba con las consecuencias que tendrían en su amiga, que se movía como una yegua desbocada. En cuanto Samantha sintió el roce de los dedos del joven en sus pies, empezó a patalear sin control y sin medir la fuerza, y sus carcajadas eran tan escandalosas que Flavio no tuvo escapatoria. Se rindió ante tal espectáculo.

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