*01*

5.9K 340 122
                                    

—Explícame otra vez por qué he accedido a esta soberana gilipollez.

Estaba apoyando la cadera en la gran mesa preparada especialmente para esa reunión. No faltaba mucho para que llegaran los "invitados especiales", rió ante el apelativo. Nunca serían invitados por mí a ningún sitio, más bien me había visto obligado. Habrá quienes se pregunten ¿cómo es que un rey es obligado a algo? Pues la verdad es que hay ciertas formas de que esto pase, de hecho, el estatus que ostentaba no me otorgaba mucha libertad de decisión en muchas cosas. Y esta era una de esas ocasiones en las que odiaba tener que ser tan diplomático.

Agradecía tener otras mentes más imparciales y objetivas que me mantuvieran cuerdo. Porque, a pesar de que odiaba lo que tendría que hacer esa mañana, sabía que era lo correcto.

—Porque tu hermana sabe algo que nosotros no. 

Era verdad. Mi hermana pequeña, Lorena, formaba parte de la familia real, al igual que la general que tenía a su derecha, con los brazos cruzados sobre el pecho y las piernas separadas. A Lorena no le interesaba la política en ninguno de sus colores y formas, pero había tenido que sobrellevarlo debido a la posición que le otorgó nacer en su familia. De modo que, aprovechando los dones de empatía que le dio la naturaleza, ha sido la espía perfecta dentro del aquelarre de brujos. 

Cuando las bromas pesadas comenzaron, simplemente las dejé pasar, suponiendo que eran gamberradas de niños brujos y solucionando el tema colocando más vigilancia en los templos de culto para evitar las pintadas, los huevos estrellados contra sus fachadas o el papel higiénico colgado por todos lados. Pero esta vez se habían pasado. Y había algo que Lorena no me estaba contando, a su hermano mayor y rey.

—¿Crees que Lore es imparcial?

Un suspiro salió de sus labios femeninos.

—No creo que sus dones la hagan ser demasiado imparcial, pero sabe quién es su familia. —Aclaró, objetiva y directa, como siempre, mirando algún punto al frente —Los ha defendido porque sabe que son inocentes y ha sugerido esta reunión por algo. —Me miró con sus ojos café, en ellos un brillo letal. —Nadie mejor que ella sabe lo mucho que los odias. Tendrá una buena razón.

Tenía razón, lo sabía. Y aun así, estaba tan alerta, mirando a la puerta con el cuerpo tenso, listo para arrancarle la cabeza al primer brujo que se apareciera por la puerta.

El cuerpo curvilíneo de mi hermana me bloqueó la vista de la puerta. Extendía un termo en la mano del tamaño de un café frente a mi cara. Podía oler lo que tenía dentro, y no lo necesitaba.

—Estoy bien. Aun no lo necesito.

—Changbin, hazme el trabajo más fácil y evita volverte loco. —Me agarró la mano y me obligó a agarrar el recipiente. —Y si puede ser, no le arranques la cabeza a nadie. Evitaríamos una guerra. 

Podía sentir como la morena estaba perdiendo la paciencia. Así que por su salud mental bebí el líquido vital, caliente a temperatura de treinta y seis grados centígrados, tan rojo y espeso como lo era la sangre en el cuerpo. La tragué sin apenas saborearla. Cuando sentí que el cerebro comenzaba a pensar mejor y que el cuerpo relajaba su tensión, recordé que la última vez que me había alimentado fue hacía casi tres meses. El tiempo de vida de las células que ingeríamos era de 120 días, cuatro meses, sin embargo, nosotros los vampiros debíamos beber sangre cada dos meses como mínimo para ir reponiendo el líquido vital. Y llegados a ese punto, no bastaba con la pequeña cantidad que me estaba dando mi hermana. El que hubiera tardado tanto en alimentarme era una irresponsabilidad. Un vampiro sediento era un animal salvaje, loco y hambriento, atacaría para sobrevivir. Y en el momento en que eso pasaba, no paraba de beber hasta matar a su presa.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora